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Historia de 55 crímenes sexistas

'Público' recuerda los asesinatos machistas cometidos durante el año pasado

VERÓNICA VICENTE

El pasado 25 de diciembre, se produjo el último crimen machista de 2009. La víctima fue una joven lituana de 24 años, madre de una niña de apenas un año. Junto a ella, otras 54 mujeres fueron asesinadas en España a lo largo del año pasado, presuntamente a manos de sus parejas o ex parejas sentimentales.

No obstante, el Ministerio de Igualdad mantiene otros cuatro casos, ocurridos también en 2009, 'en investigación'. En caso de que se confirmara que fueran muertes por violencia de género se elevaría el número de crímenes machistas a 59. Aunque trágica, la cifra supone un descenso del 40% respecto a 2008, el año más fatídico desde que se registran estas estadísticas criminales. Aquel año, hubo 76 víctimas, según datos del departamento de Bibiana Aído.

Público ha recogido las historias de cada una de las 55 víctimas del año pasado. De ellas, sólo 14 habían denunciado previamente a su supuesto agresor por malos tratos, y únicamente 13 solicitaron medidas de protección. Sus presuntos agresores están en la cárcel a la espera de juicio.

La violencia de género es el delito único de 3.925 reclusos

Respecto a las penas impuestas a los criminales, el pasado 24 de diciembre Público reveló que un 13% de la población reclusa en España tiene condenas por maltrato. O lo que es lo mismo, 8.639 presos de un total de 66.226. Según un informe de Instituciones Penitenciarias, los internos encarcelados sólo por agresiones machistas han crecido un 50% en tan sólo un año. De hecho, la violencia de género es el delito único de 3.925 reclusos, según datos de noviembre de 2009.

Una de las prioridades de la presidencia de España en la UE es reforzar la lucha contra la violencia de género en todo el territorio europeo. La nueva directora del Instituto de la Mujer, Laura Seara, destacó ayer la intención del Gobierno de dar un 'impulso importante' a la creación de una 'euro-orden' contra maltratadores que garantice la seguridad de las víctimas en toda la UE. El Ejecutivo también estudia la creación de un Observatorio Europeo de Igualdad.


Marta, de 17 años, vivía con sus padres en Sevilla y estudiaba 4º de Secundaria. La adolescente había estado saliendo con su agresor en la primavera de 2007 y, si bien habían roto sentimentalmente, mantenían desde entonces cierto contacto esporádico.

El sábado 24 de enero, Marta pasó la tarde con sus amigos hasta que uno de ellos la dejó en su portal sobre las 21.30 horas. Sin embargo, la Policía no descarta que la joven subiera a casa para después volver a bajar, antes de desaparecer. Esta conclusión se basa en que su ordenador estaba encendido y su bolso se hallaba en la habitación cuando sus padres regresaron. El 13 de febrero, su ex novio confesaba que había asesinado a la joven. Según declaró en un primer momento, los hechos se produjeron en una discusión en el domicilio del agresor. Durante la pelea, él la mató golpeándola en la cabeza con un cenicero.

Tras el crimen y ayudado por dos amigos, también detenidos, abandonó el cuerpo a orillas del río Guadalquivir. Después de que esta zona fuese peinada sin éxito durante un mes, el detenido cambió su declaración inicial. Dijo que entre los tres amenazaron a la joven con una navaja, intentaron abusar de ella y luego el menor de ellos la estranguló, tras lo cual arrojaron el cuerpo a un contenedor de basura.

Un año después de su muerte el cuerpo de Marta continúa desaparecido. En cualquier caso, el delegado del Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente, ha afirmado que constituye un crimen machista, bien por su “componente sexual” o por la existencia de una anterior relación de pareja con su presunto agresor. (Marta del Castillo y Laura Alonso son las únicas víctimas que aparecen con su verdadera identidad en este homenaje, ya que sus rostros aparecieron en medios de toda España cuando sus familia denunciaron su desaparición). 


Ana era madre de dos niños menores de edad. Había emigrado desde Ecuador y vivía con el más pequeño, su hermano y su marido en Parla (Madrid). La mujer trabajaba como limpiadora, pero se quedó sin trabajo una semana antes de morir. Su presunto agresor, con quien mantenía una relación extramarital, era ocho años mayor que ella. Su muerte se produjo cuando este le asestó dos puñaladas en el corazón en presencia de su hijo de cinco años. Luego intentó suicidarse. El niño repetía “mi mamá ha muerto”, según relató un testigo. 


Silvia tenía dos hijos de seis y dos años. Residía con su familia en el barrio sevillano de Los Pajaritos, donde trabajaba en una tienda de comestibles. Una madrugada, su marido la apuñaló 12 veces hasta matarla. Su asesino llamó al servicio de emergencias 112 para confesar el crimen. Dijo que había apuñalado a su mujer y que iba a suicidarse. Y cumplió con su amenaza. Tras la llamada, se arrojó por una ventana de la vivienda. Silvia había presentado dos denuncias por malos tratos contra su pareja. La última, en junio de 2008.


Rosa estaba casada con su presunto asesino, con quien tenía una hija de 4 años. Vivían juntos en el distrito madrileño de Vallecas. Él la apuñaló en el domicilio conyugal mientras la niña estaba en el colegio. Tras el crimen, se encontró con un vecino en mitad de la calle. Le dio las llaves del piso y le dijo: “He matado a mi mujer”. El asesino se dirigió, aún con manchas de sangre en su ropa, a una comisaría, donde confesó el crimen. Según declaró, todo comenzó con una discusión “que fue
subiendo de tono”.


Lola era madre de dos niñas. Vivía en Rociana del Condado (Huelva) y era ama de casa aunque esporádicamente trabajaba también como camarera. Dos meses antes de ser asesinada, inició los trámites de separación de su presunto agresor y dejaron de vivir juntos. Su marido la estranguló hasta quitarle la vida en el domicilio familiar y después se suicidó. Al día siguiente, la Guardia Civil encontró el cuerpo sin vida del agresor en un pozo cercano a la vivienda. Lola fue la segunda víctima mortal de la violencia de género en un
solo día.


Nieves vivía con su marido y sus dos hermanos en Beneixida (Valencia). Había regresado hacía cinco años a este pueblo tras emigrar a Alemania. Fue allí donde conoció a su asesino, con quien se casó. Años más tarde ambos se jubilaron y se instalaron en España. Sobre las 8 horas del 6 de marzo, su marido la asfixió con la almohada mientras ella dormía. Tras el crimen, el presunto agresor intentó suicidarse arrojándose por un balcón. Está imputado por un delito de asesinato con agravante de parentesco.


Paula era madre de un niño fruto de su relación con su presunto agresor, 13 años mayor que ella. Pese a estar separados, la víctima quería “mantener una buena relación” con el padre de su hijo, según explicó su hermana. Paula denunció a su ex pareja por malos tratos en 2008. Cinco días después, pidió al juez que retirase la orden de alejamiento “por pena” y para que él pudiera trabajar. Tras golpearla y acuchillarla, su ex novio abandonó su cuerpo en el maletero del coche en Altafulla (Tarragona). El asesino confesó el crimen.


La mujer admitió poco antes de su muerte que había sufrido maltrato psicológico durante todo su matrimonio. Mercedes era canaria pero llevaba más de diez años viviendo con su marido, 12 años mayor que ella, en el municipio alpujarreño de Lanjarón, en Granada. Se había divorciado legalmente de su agresor cuatro meses antes de su muerte, aunque al parecer todavía mantenían cierta relación.

Nunca se decidió a denunciar legalmente los malos tratos de su marido,

El mediodía del 26 de febrero, cuando ambos regresaban de una visita médica en Granada, su ex marido la asesinó atropellándola varias veces con su vehículo en la autovía A-44, a dos kilómetros de El Padul. El agresor fue detenido y días después, la jueza decretó prisión sin fianza atribuyéndole un presunto delito de homicidio. En su declaración ante la Guardia Civil el detenido negó haber matado a su ex mujer de forma intencionada y mantuvo que Mercedes se bajó del coche y fue arrollada de modo fortuito. Según la investigación, la víctima habría muerto al ser atropellada varias veces.

El coche pasó por encima de ella hacia adelante y hacia atrás. A finales de 2008, Mercedes había acudido a los servicios municipales para solicitar ayuda, asustada por las amenazas de su pareja. En una ocasión, incluso acudió a un grupo de terapia organizado por el Instituto Andaluz de la Mujer. Sin embargo, nunca se decidió a denunciar legalmente los malos tratos de su marido, por lo que sólo recibió atención psicológica por parte del Ayuntamiento. La mujer declaró haber sido víctima de maltrato psicológico prácticamente durante todo su matrimonio, y explicó que la situación se había agravado durante los últimos diez meses.


Inés vivía en El Sobradillo (Tenerife). Era conductora del servicio urbano de autobuses de Santa Cruz. Su familia denunció su desaparición el pasado 20 de marzo, después de que la mujer no volviera a casa ni apareciese por su puesto de trabajo. Su cadáver fue hallado dos meses después, el 20 de mayo. Estaba enterrado en una fosa séptica de una vivienda en el Camino de la Hornera (La Laguna), propiedad de su ex pareja. El cuerpo tenía las manos atadas a la espalda y una cuerda en el cuello, lo que confirmó la hipótesis del estrangulamiento. Su ex novio fue imputado por asesinato.


Andrea trabajaba como limpiadora en un colegio de Castellón. Estaba casada con su asesino, seis años mayor, con quien tenía un hijo. En julio de 2008, su agresor quedó en libertad tras haber cumplido dos años de cárcel por amenazas, malos tratos y quebrantamiento de condena. Tanto Andrea como otras parejas anteriores ya le habían denunciado, pero la víctima reanudó la convivencia con su marido en cuanto salió de la cárcel. Ocho meses después, fue estrangulada. Fue su hijo quien encontró el cadáver. Su marido confesó el crimen.


Cuando era adolescente, Nuria huyó de su casa para vivir con el que sería su agresor durante el resto de su vida. Se casaron en 1980 y tuvieron cinco hijos. “Llevaban 29 años casados, a pesar de que a los tres meses ya empezaron las palizas y las amenazas”, explicó un hermano de la víctima, que vivía en Gernika (Vizcaya). Nuria denunció cinco veces a su marido por maltrato y agresiones. En 2006, se le impuso una orden de alejamiento y se le prohibió la tenencia de armas. La mujer recibió cinco puñaladas ante sus hijos. Una de ellas fue herida grave. 


María tenía siete hijos fruto de un largo matrimonio con su agresor, con el que había residido toda su vida en el municipio granadino de Piñar. El pasado 3 de abril su marido la mató a tiros en el domicilio familiar. En torno a las 8 horas, el asesino se acercó al bar al que acudía habitualmente y confesó el crimen, “tranquilo y normal”, al dueño del establecimiento. Según explicó este, el agresor le contó que había disparado tres tiros a su mujer, “dos en la cabeza y uno en el pecho”. Fue este testigo quien avisó a un hijo de la víctima y a la Guardia Civil.


Madre de tres hijos, Manuela vivía en Humanes (Madrid). Trabajaba como limpiadora en un colegio de la capital y estaba separada de su asesino, diez años mayor que ella. Su supuesto agresor había sido condenado en dos ocasiones (en 2004 y 2008) por maltratar a Manuela. Sobre él pesaba una orden de alejamiento que le impedía acercarse a ella, y que ambos quebrantaron cuando decidieron pasar juntos cinco días de vacaciones en Valencia de Alcántara (Cáceres). Allí, Manuela fue asfixiada a manos de su ex marido.


De origen colombiano, Lisbeth era madre de una joven de 19 años, con quien vivía en Irún (Guipúzcoa). La mujer estaba en trámites de separación de su presunto asesino, también colombiano. La madrugada del 9 de mayo, tras una larga persecución, su ex marido, de 37 años, hizo chocar su vehículo contra el coche en el que viajaba Lisbeth. Tras la colisión, la obligó a salir del coche y la apuñaló en el cuello.

“Si volviera a pasar volvería a hacerlo otra vez'

Un motorista que presenció el accidente se acercó para prestar ayuda. Al ver al agresor con un cuchillo en la mano, intervino para evitar el asesinato y recibió dos puñaladas en el abdomen y en la espalda, que le hicieron permanecer ingresado varios días en el hospital. “Si volviera a pasar volvería a hacerlo otra vez, porque es una persona que está para ayudar a todo el mundo”, manifestó la mujer de este ciudadano de 49 años.

La víctima murió una hora después. Su agresor fue detenido en las inmediaciones del lugar del crimen, muy cerca del Hospital Comarcal del Bidasoa. 


Fátima era argelina y tenía dos niños con su agresor, un marroquí 30 años mayor que ella. Trabajaba como limpiadora y vivía con su marido y sus hijos en Badalona. El matrimonio mantenía discusiones constantes. Sobre el agresor pesaban varias órdenes de alejamiento que ambos rompían de mutuo acuerdo. El 12 de mayo, su marido la apuñaló en un huerto cercano a una carretera de Rubí (Barcelona). Tras el crimen, la descuartizó y abandonó el cuerpo. Un vecino encontró el cadáver y alertó a los Mossos. Un mes después, el marido fue detenido.


Lucía tenía una hija fruto de su matrimonio con su presunto agresor. Las dos vivían en la localidad tinerfeña de Guía de Isora, donde la mujer fue asesinada. Lucía se separó de su marido en 2004 y solicitó una orden de alejamiento por la que su ex pareja no podía acercarse a ella ni a su hija a menos de 600 metros. Sin embargo, la propia víctima pidió en julio en 2008 que la medida de protección fuese retirada. Un año después, su ex marido la mató a golpes propinándole una brutal paliza. El cadáver de Lucía fue encontrado en su domicilio con signos de fuerte violencia.


Elena trabajaba en una céntrica calle de Tacoronte (Tenerife). A finales de 2008, denunció a su ex pareja, con la que había acabado seis meses antes. Le pusieron una orden de alejamiento, pero la quebrantó y, en enero de 2009, volvió a denunciarle. Elena estaba considerada por las fuerzas de seguridad como una víctima de “alto riesgo”. Apenas 24 horas antes de su muerte, había establecido su último contacto con la Guardia Civil. Su ex novio la asaltó cuando salía de trabajar y la apuñaló mortalmente en plena calle. Tras el crimen, se suicidó.


Virginia tenía dos hijas de 13 y 20 años. Vivía con ellas y con su marido en Albox (Almería) desde hacía cinco años. El matrimonio compartía vivienda a pesar de estar en trámites de separación. Ella nunca le había denunciado. La tarde del 20 de mayo, su presunto agresor le asestó varias puñaladas mortales en el domicilio familiar. Tras el crimen llamó a dos familiares de la víctima para confesarles que “acababa de cometer una locura” y pedirles que avisaran a la Guardia Civil. Al llegar a la casa para detenerle, el asesino confeso tenía restos de sangre en la ropa.


Li, de nacionalidad china, vivía en Barcelona y había mantenido una relación sentimental con su presunto asesino, también chino. Este no aceptó el hecho de que la víctima tuviera un nuevo novio. La madrugada del 26 de mayo, cuando la joven paseaba con su nueva pareja, su ex novio acabó con la vida de los dos a cuchilladas en plena calle de una zona de la playa de Sant Sebastià, en el barrio de la Barceloneta. En su declaración a los Mossos d’Esquadra, el asesino confeso admitió que quiso vengarse de la chica por haber roto su relación y haber iniciado otro noviazgo.


Rocío había mantenido una relación con su asesino, nacido en El Salvador, con quien tenía un hijo de 3 años. A pesar de que sobre su agresor pesaba una orden de alejamiento, varios testigos manifestaron que Rocío y su compañero aún vivían juntos en la misma vivienda de Castellón. La noche del 27 de mayo, según declaró el detenido, él la asfixió hasta la muerte después de una discusión. Tras el crimen, huyó con el niño, al que dejó en casa de unos familiares antes de entregarse en comisaría. El menor pasó a cargo de los servicios sociales.


Christine era una joven irlandesa que salía con su agresor, de la misma nacionalidad y cuatro años mayor que ella. El hombre residía en Orihuela (Alicante) y era bastante conocido por la Policía Local, que lo había detenido en varias ocasiones por delitos menores. Una noche, ambos se hospedaron en la habitación de un hotel en Cabo Roig. Allí hallaron el cuerpo sin vida de la chica con signos de violencia, y una herida de arma blanca en el cuello. Su novio la apuñaló y huyó tras el crimen. Horas más tarde fue detenido en La Oliva (Valencia). 


Ángela era bosnia y había venido a España a pasar unos días de vacaciones con su novio, holandés y seis años mayor que ella. El pasado 31 de mayo, en torno a las 13.30 horas, la pareja circulaba en furgoneta por una calle de Malgrat de Mar (Barcelona). Buscaban un hotel donde alojarse. En el interior del vehículo comenzaron a discutir. La chica huyó pero el supuesto agresor corrió tras ella hasta que le asestó varias puñaladas en pleno paseo marítimo. Tras el crimen, el asesino se autolesionó. Ángela murió a los pocos minutos debido a la gravedad de las heridas.


Carmen mantenía una relación sentimental con su agresor, de origen portugués. El pasado 3 de junio, en un descampado cercano a un área de servicio de la autovía A-2 en Abrera (Barcelona), su novio la acuchilló hasta matarla. El hombre siguió apuñalando a su novia hasta que llegaron los Mossos d’Esquadra, quienes tuvieron que reducirle para que dejara de ensañarse con la víctima. Un testigo que trabajaba en una finca contigua al lugar del crimen explicó que el agresor gritaba “te voy a matar”, mientras la chica suplicaba que no lo hiciera.


Victoria llevaba años casada con su agresor, con quien tenía varios hijos. La pareja vivía en Parla (Madrid). El pasado 14 de junio, su marido la asesinó golpeando su cabeza repetidamente contra el suelo y la pared. Victoria murió por un fuerte politraumatismo. Tras el crimen, el agresor se ahorcó. Los hijos del matrimonio habían quedado con sus padres aquella misma tarde. Alertados por la ausencia de sus progenitores, acudieron al domicilio familiar sobre las 22 horas y descubrieron los dos cadáveres en el interior de la casa.


La víctima había presentado “muy ilusionada” a su pareja

Beatriz había nacido en Alicante pero vivía en Elche. La chica mantenía una relación sentimental con su agresor, 14 años mayor que ella, con quien convivía desde hacía cuatro meses. La víctima había presentado “muy ilusionada” a su pareja a parte de su familia. El 14 de junio, su novio la asesinó en su domicilio, la descuartizó y metió su cuerpo en bolsas de basura que arrojó a cuatro contenedores de basura. Al día siguiente, tres personas hallaron el cadáver desmembrado de Beatriz entre los residuos. La policía registró el piso de la víctima y comprobó que la vivienda había sido limpiada con desinfectante y aireada. Su novio fue detenido y, tras ser interrogado, confesó el crimen. Beatriz nunca había denunciado a su agresor.


El día en que murió, Marta estaba en trámites de separación de su agresor. Ocurrió el pasado 15 de junio cuando, en torno a las 20 horas, su marido la asaltó por sorpresa y la apuñaló en un aparcamiento de un centro comercial en Las Palmas de Gran Canaria. Tras el crimen, su agresor intentó suicidarse con barbitúricos. En el coche del agresor, la policía halló documentos en los que la víctima solicitaba la separación matrimonial, y el cuchillo homicida. En el último año, la víctima no había solicitado ayuda al servicio de atención a las víctimas de violencia de género.


Patricia era una mujer dominicana, madre de una niña de dos años. Se casó con su agresor, boliviano, en 2007 y desde entonces vivía en el domicilio de él, a quien le pagaba el alquiler de una habitación. Tras la boda, Patricia le denunció por malos tratos y solicitó una orden de protección que quedó anulada cinco meses después. El 20 de junio, a las 7 horas, su marido la apuñaló en su casa de Fuenlabrada (Madrid), y huyó. Fue la propia víctima quien pidió auxilio a la policía. Murió una hora después en el hospital. El hombre se entregó.


Lourdes mantenía una relación sentimental con su agresor, cinco años mayor. La pareja vivía en Dos Hermanas (Sevilla). El 3 de julio, la mujer apareció ahogada en un canal, en Los Palacios. El forense dictaminó que murió asfixiada por inmersión dos días antes. El novio de la víctima, detenido una semana después, denunció la desaparición de su pareja al descubrir que la Guardia Civil investigaba el crimen. Tras ver la noticia en televisión, un ciudadano que conocía a la mujer contactó con los agentes, lo que facilitó la identificación del cadáver.


Miriam, una joven musulmana de Ceuta, residía con su agresor, diez años mayor que ella. Su asesino, de nacionalidad salvadoreña, tenía antecedentes por delitos de malos tratos en Barcelona, y pesaba sobre él una orden de alejamiento solicitada por su primera mujer. Antes de matar a Miriam, le envió un mensaje al móvil para citarla en el domicilio de ambos. La policía comprobó que el agresor llamó a su hermano y le advirtió de que iba a matar a su novia, a quien estranguló hasta acabar con su vida. Tras el crimen, el hombre intentó suicidarse.


Soraya era peruana y madre de dos adolescentes de 16 y 18 años. Mantenía una relación sentimental con su agresor, de la misma nacionalidad, desde hacía cuatro meses si bien no vivían juntos. Soraya había denunciado a su pareja diez días antes por daños y hurtos. Pese a que dicha denuncia no hacía ninguna referencia a los malos tratos, la chica con la que Soraya iba a compartir habitación en A Coruña aseguró que la víctima había sido objeto de maltrato físico con anterioridad. El 16 de julio, el novio de Soraya la acuchilló.


Yolanda era madre de dos hijos de una relación anterior a la que mantenía con su agresor. La mujer vivía con sus hijos en Vallecas (Madrid) pero ese fin de semana se encontraba en el pueblo de sus padres, Chozas de Canales (Toledo). Su agresor tenía una orden de alejamiento que le impedía acercarse a ella desde diciembre de 2008. Pero el 25 de julio, su ex novio se trasladó hasta el pueblo y la mató delante de su hija, que resultó herida. La niña repetía: “Mi mamá está muerta”. El asesino fue detenido horas después.


Isabel estaba casada con su agresor, 18 años mayor que ella, con quien tenía un hijo de 17 años. Era cordobesa pero residía con su familia en Cartagena (Murcia), donde trabajaba como vendedora de cupones. Entre el matrimonio existía un conflicto porque Isabel quería separarse desde hacía años y él se negaba a aceptar la situación. El 28 de julio, su marido la mató a tiros con una escopeta de caza. Tras el crimen, el agresor se suicidó. Fue a medianoche cuando el hijo adolescente encontró los cadáveres de sus padres en el domicilio familiar. 


Tan sólo unas horas después, la historia se repetía en Ronda (Málaga). Luz estaba casada con su agresor, con quien compartía una hija en común. La noche del 28 de julio, ella moría asesinada a tiros por su marido con una escopeta de caza en el domicilio familiar. Primero, la golpeó con la culata en la cabeza y luego le disparó varias veces. Tras el crimen, él se pegó un tiro en la boca. El cadáver fue encontrado por la hija de la pareja, quien se presento en el domicilio con la policía tras no recibir respuesta a sus insistentes llamadas.


Blanca llevaba casi 40 años casada con su agresor. El matrimonio tenía cinco hijos. La mujer siempre había vivido en Tolox (Málaga), donde el 3 de agosto fue asesinada por su marido. Aquella noche, el agresor apuñaló a Blanca mortalmente en el cuello con una navaja. Tras el crimen, ya de madrugada, él se ahorcó en el sótano de la casa. Los agentes, alertados por una vecina, avisaron a uno de los hijos de la pareja y se dirigieron hacia la vivienda, donde hallaron los cadáveres. Blanca nunca había denunciado a su marido.


La chica mantenía una compleja relación sentimental con su ex novio, de 32 años, quien confesó el crimen.  Laura Alonso tenía 19 años y vivía con sus padres en Toén, Ourense. La chica había mantenido una compleja relación sentimental con su agresor, 13 años mayor que ella, que se había roto hacía meses. Tras la ruptura, Laura inició una nueva relación con otro chico de la zona.

La joven había denunciado a su ex novio por malos tratos en enero de 2008

La joven había denunciado a su ex novio por malos tratos en enero de 2008, pero al poco tiempo, retiró la denuncia por las presuntas presiones de su entorno. El 23 de agosto, cuando regresaba en coche a su casa después de haber quedado para tomar algo con sus amigos en A Valenza, Laura desapareció.
Según fuentes de la investigación, la joven envió un SMS a su novio de madrugada, a las 2.45 horas del lunes, asegurándole que había llegado a casa. Un cuarto de hora después, Laura efectuó una llamada que el chico no respondió porque estaba durmiendo.

Aquella madrugada, a pesar de que habían roto, la víctima pasó con su agresor las horas previas a su muerte, según confirmaron varios testigos que les vieron juntos. De hecho, ese mismo día la Guardia Civil halló el vehículo de la joven, un Seat Ibiza de color negro, en una pista forestal. El coche estaba aparcado, cerrado y no presentaba daños. Al día siguiente, a unos cuatro kilómetros del automóvil, el operativo de búsqueda localizó el teléfono móvil de la chica, sin tarjeta ni batería, próximo al colegio de Toén.

La última pista llegó el jueves, cuando una vecina del pueblo encontró en una cuneta la chaqueta que llevaba Laura. Ninguno de estos objetos aparecieron en el mismo lugar, sino a varios kilómetros de distancia, lo que incrementó la dificultad del rastreo y la preocupación entre los agentes. El agresor había ido dejando esas pistas por el monte para despistar a las Fuerzas de Seguridad.

Tras una intensa búsqueda policial, el cadáver de Laura apareció una semana después en una zona de cortafuegos, en avanzado estado de descomposición. Horas más tarde, el ex novio de la joven asesinada, confesó desmoronado que la asfixió con una chaqueta y abandonó su cuerpo en el monte. El principal indicio contra el acusado fueron los mensajes amenazantes que se habían encontrado en el teléfono de la joven desaparecida. Los investigadores ya habían interrogado al ex novio dos veces. El hombre sostuvo entonces que pasó todo el día en la playa, que regresó a su domicilio a las 23 horas y que ya no salió en toda la noche.


Remedios era madre de ocho hijos fruto de su matrimonio con el asesino confeso. Vivían en Coristanco (A Coruña), en la casa en que ella fue asesinada. La pareja había tenido problemas de convivencia que desembocaron en una separación temporal. Hasta que el 7 de agosto, su marido la asesinó de un fuerte golpe en el pecho. El cadáver presentaba lesiones en la cabeza y tenía dentro de la boca las llaves del domicilio conyugal. Tras el crimen, el agresor se trasladó en taxi a A Coruña, donde se entregó. Durante el trayecto confesó el asesinato al taxista, que avisó a la policía.


Sara era una joven de 22 años, madre de una niña de 3. Su pareja era un delincuente habitual. Estaba embarazada de nueve meses y vivía con su hija y su asesino en Barcelona. El 25 de agosto, su novio le disparó en la cabeza ante su hija. El hombre avisó a los servicios de emergencias de que su mujer “se había disparado en la cabeza”. A continuación, el agresor limpió el arma y la escondió. Los médicos le practicaron una cesárea posmortem para salvar al bebé, pero murió a las pocas horas. El agresor fue detenido y acusado de doble homicidio. 


Celia era colombiana y estaba casada con su agresor, de la misma nacionalidad, con quien tenía dos hijos. Vivían juntos en Badalona (Barcelona). La víctima fue asesinada por su pareja mientras los dos menores se encontraban en la vivienda. El pasado 30 de agosto, en torno a la una de la madrugada, su marido le asestó varias puñaladas en el abdomen. Los servicios de emergencia intentaron reanimar a Celia, pero la mujer murió desangrada. Tras el crimen, su agresor intentó suicidarse. Celia nunca había denunciado a su pareja por maltrato.


Ana trabajaba como costurera en un taller cercano a su casa en Vélez Rubio (Almería). Era madre de tres hijos, dos de ellos fruto de una relación anterior. La víctima y su agresor, 16 años mayor que ella, habían sido pareja sentimental hacía un año. Pocos días antes de morir, Ana insistió en no volver con su agresor. Y su ex pareja decidió acabar con su vida. Una mañana, cuando Ana iba hacia el trabajo, el hombre le disparó cinco tiros con una escopeta de caza. Tras el crimen, se dirigió al Ayuntamiento. “He matado a una mujer”, confesó.


Susana había nacido en Ecuador pero residía en Ondara (Alicante), y era madre de tres hijos menores de edad. Estaba casada con su agresor, y padre de los niños, pero se encontraba en trámites de separación. Hacía menos de un año, Susana denunció ante la Guardia Civil injurias y amenazas por parte de su agresor, aunque retiró la denuncia y rechazó las medidas de protección argumentando que “no temía” a su marido. Una madrugada, tras una discusión en el coche, su marido la acuchilló 17 veces dentro del vehículo.


Esther trabajaba como dependienta en dos fruterías de Utiel (Valencia). Estaba casada con su agresor, nueve años mayor que ella y agente de la Guardia Civil. Ambos vivían en una casa propiedad de los padres de la víctima. El 8 de septiembre, en torno a las 22 horas, el agresor descargó 15 disparos de su pistola reglamentaria a su mujer. Fue el propio agresor quien, tras cometer el crimen, alertó a un compañero y le confesó el crimen. Después, el agente se entregó personalmente en el cuartel de Utiel. 


Mónica, uruguaya y madre de dos hijos, vivía en Los Abrigos, al sur de Tenerife. El 12 de septiembre, el asesino de Mónica y padre de los niños envió a los dos pequeños (de 5 y 7 años) a la casa de unos amigos que vivían en la misma calle. Uno de los menores llevaba una nota escrita a mano en el bolsillo. En ella, el asesino pedía a los vecinos que explicaran a los niños que “sus padres habían muerto en un accidente”. El cadáver de Mónica apareció en un arcón de la vivienda familiar. Su marido la golpeó fuertemente y la estranguló. Tras el crimen, se arrojó por un acantilado.


Yanelis, nacida en Ecuador, estaba en proceso de separación de su agresor y padre de su hija, de seis años. La víctima, que había sufrido malos tratos en su matrimonio, le denunció tres meses antes de ser asesinada. En verano, la joven se mudó a otra casa, lejos de su agresor. Un amigo de Yanelis la encontró muerta en su domicilio de Ávila. Había sido estrangulada por su marido. “No había orden de alojamiento ya que no se había producido una agresión inmediata (…). No había riesgo porque él no sabía ni dónde vivía ella”, señaló el subdelegado del Gobierno.


Lidia, boliviana, era madre de un niño de 8 años fruto de la relación que mantenía con su agresor. Años atrás, le había denunciado por maltrato. Un juez dictó una orden de alejamiento contra él, que fue levantada a petición de la víctima. La pareja siguió viviendo en el mismo domicilio, desde octubre de 2007, en Sant Pere de Ribes (Barcelona). Una noche, tras una discusión, él la estranguló. Tras el crimen, metió el cuerpo en una maleta, que abandonó en la calle porque “estaba cansado de llevarla”, según declaró
al juez. 


Olga había nacido en Sevilla pero vivía en Vila-Seca (Tarragona), donde trabajaba en una zapatería. Estaba casada con su agresor y tenían varios hijos, pero ella había pedido el divorcio y su marido nunca aceptó la situación. El 5 de octubre, Olga regresaba a casa. Él la esperaba en el portal para matarla a tiros. Tras el crimen, su marido se suicidó. Fue el hijo de 17 años quien encontró los dos cadáveres. Un testigo explicó que el menor llamó a la puerta y gritó: “Mi padre ha matado a mi madre”. El joven fue ingresado en un centro hospitalario con una fuerte crisis de ansiedad.


Julie era inglesa y estaba casada con su agresor, 17 años mayor que ella y de la misma nacionalidad. El matrimonio residía en un chalet del casco antiguo de San Fulgencio (Alicante). El 4 de octubre, mientras Julie dormía, su marido le disparó con una escopeta de caza en el domicilio conyugal. Tras el crimen, su agresor se suicidó con el arma homicida. Un vecino avisó a la policía. El agresor había planeado “meticulosamente” el crimen, ya que dejó documentación a la vista y abundante comida para alimentar a las mascotas, según los investigadores.


Laia mantenía una relación sentimental con su agresor, con quien vivía desde hacía un año en Reus (Tarragona). Fue allí donde encontraron su cadáver, con signos de violencia. Al ser interrogada por los Mossos d'Esquadra, su pareja declaró que se había encontrado a su mujer, ya muerta, cuando fue a buscarla a casa. La madre del agresor explicó que su nuera 'tomaba metadona' y que, según le relató su hijo, se la encontró 'fría y con un golpe en la cabeza'. La autopsia reveló que, además de ser golpeada, la víctima había sido estrangulada. 


Carolina era búlgara y madre de un niño de 2 años y una niña de 14. Estaba casada con su agresor, 12 años mayor que ella y de la misma nacionalidad. El matrimonio llegó a España hace siete años, pero vivía desde hacía dos y medio en Santanyí (Mallorca).

Tras una discusión, su marido la estranguló de madrugada

Tras una discusión, su marido la estranguló de madrugada en la vivienda familiar delante de sus dos hijos. Antes, la víctima había recibido una paliza. La pareja acababa de llegar de unas vacaciones familiares en Bulgaria. Fue la niña quien acudió al cuartel de la Guardia Civil porque su padre estaba pegando a su madre. La autopsia reveló que la víctima murió por asfixia. El agresor justificó el asesinato alegando que la fallecida habría intentado matar a su hijo, según fuentes del caso.

Los dos pequeños pasaron bajo custodia de los Servicios Sociales de Palma de Mallorca y tuvieron que recibir ayuda psicológica. La familia atravesaba dificultades económicas. El marido hacía meses que se encontraba sin trabajo. Fue el único crimen por violencia de género en Baleares, registrado el año pasado.


Irene era rumana y había mantenido una relación sentimental durante varios años con su agresor, seis años mayor que ella y también de origen rumano. A última hora de la noche del viernes 16 de octubre, su ex novio la asestó varias puñaladas a las puertas de un conocido club nocturno de Marbella (Málaga) mientras la chica caminaba acompañada de una amiga. Este establecimiento estaba situado a unos 300 metros de una de las entradas del Palacio de la Casa Real Saudí, entre Puerto Banús y Puente Romano, en el kilómetro 177 de la carretera N-340.

Los agentes fueron alertados de que una mujer estaba siendo agredida por un hombre en plena calle. Cuando llegaron al lugar del crimen, encontraron a Irene tendida en el suelo. Los servicios de emergencia intentaron reanimar a la víctima, pero no pudieron hacer nada por salvar su vida Su agresor, de 30 años, permanecía agachado a su lado junto al cuchillo con el que la mató. El hombre trató de fugarse, pero fue reducido y detenido por los agentes inmediatamente.


Rosario mantenía una relación sentimental con su agresor, con quien convivía desde hacía años en un chalet de Villarrubia (Córdoba). Su cadáver, que fue encontrado junto al de su pareja, presentaba heridas por arma de fuego. El 23 de octubre, tras una discusión en el domicilio familiar, su agresor la mató a tiros con una escopeta de caza. Después, prendió fuego a la vivienda y a continuación se suicidó de un disparo. El hombre había colocado material inflamable junto a la bombona de butano de la vivienda. No constaban denuncias previas por maltrato.


Luisa tenía varios hijos con su agresor. Vivía con su marido y un hermano de éste en una vivienda de Cóbdar (Almería). La víctima cuidaba de su cuñado de 80 años, aquejado de alzhéimer. La mujer llevaba meses en tratamiento psicológico debido a una depresión que arrastraba desde hacía tiempo. El 3 de diciembre, su marido mató a Luisa y a su hermano enfermo a hachazos. Después, se ahorcó en la casa que compartían. Antes de cometer el doble crimen, el agresor llamó a uno de sus hijos para advertirle de que “se iba a quitar la vida”.


Estela y su agresor, ambos bolivianos, habían sido novios cuatro años y convivieron juntos en la vivienda en la que ella fue asesinada. La joven, de 19 años, vivía en el barrio madrileño de La Elipa. Un mes antes de morir, Estela puso fin a la relación con su pareja, cambió de domicilio e inició un nuevo noviazgo. El 3 de diciembre acudió con su nueva pareja a la vivienda de su ex para recoger sus pertenencias. El joven esperó en el portal y al ver que Estela no bajaba llamó al timbre, pero no abrían. El agresor apuñaló a la joven y después se suicidó.


Trinidad estaba casada con su agresor y era madre de dos hijos. El matrimonio vivía en Catadau (Valencia). El 14 de diciembre, en torno a las 21 horas, su marido, de 86 años, la mató a golpes con un bastón en la cabeza, según fuentes de la investigación. Fue un familiar quien avisó a la policía, que detuvo al anciano. Tras prestar declaración judicial, el juez decretó su ingreso en prisión. “Nos ha cogido a todos por sorpresa”, admitió el alcalde. “Si hubiéramos visto alguna señal que desatara la alarma hubiéramos tomado medidas”, reconoció.


Neila era colombiana y madre de un menor. Convivía con su agresor –un joven cubano con quien mantenía una relación sentimental–, y otra mujer en un piso de Huelva. Su novio la apuñaló en Nochebuena y después tiró su cuerpo al vacío. Su cadáver fue encontrado por una vecina la mañana de Navidad. Poco antes, la madre del agresor había denunciado la desaparición de la mujer después de que su propio hijo le dijera que la víctima “había desaparecido, no la encontraba e incluso podría estar muerta”.

Julia había tenido una niña con su agresor. La pareja, procedente de Lituania, había dejado a la menor en su país y su intención era traerla a España cuando su situación se hubiera estabilizado. Ambos vivían en Coín (Málaga) desde hacía un mes y compartían piso con otros dos compatriotas. Tras una discusión, su novio la asfixió con un cojín mientras ambos se encontraban en el dormitorio. Tras el crimen, el hombre se ahorcó en un edificio de la capital malagueña. No constaban denuncias previas ni medidas de protección.

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