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Rota pierde marcha

La falta de apoyo amenaza la histórica manifestación de la izquierda

ÁNGEL MUNÁRRIZ

La pérdida de apoyo social y las tensiones entre los movimientos y partidos de izquierdas que la sostienen amenazan la Marcha a Rota. Su XXV edición no está aún convocada y no tendrá lugar en mayo, el mes más habitual para su celebración. La falta de acuerdo sobre el papel que debe desempeñar el Partido Comunista han conducido a esta situación, que todas las partes creen reversible. Tanto el Partido Comunista de Andalucía (PCA) como la Red Antimilitarista No Violenta de Andalucía (RANA), organización integrada por grupos pacifistas y ecologistas, buscan una fecha en octubre, confirmaron ambos a Público.

'No queremos que la Marcha se convierta en un acto anual al servicio de la imagen del Partido Comunista', afirma Jesús Lara, pacifista y ecologista histórico, y uno de los más implicados en organizar y definir la marcha. José Manuel Mariscal, secretario general del PCA, tiende la mano e insiste en que 'el movimiento antimilitarista y pacifista, del que el PCA es parte, debe mantener las marchas unitarias'.

Disputas por el papel del PCE han hecho suspender por ahora la manifestación

La marcha debía cumplir este año su XXV edición, destacada efeméride de una cita respaldada a lo largo de los años por personalidades relevantes de la izquierda cultural como José Manuel Caballero Bonald, Luis García Montero, Javier Ruibal, Benjamín Prado, Felipe Benítez Reyes, Almudena Grandes... La primera fue en 1981. La segunda, en 1986. Desde entonces se había celebrado cada año, salvo en 1997. A nadie escapa que la manifestación ya no es ni sombra de lo que era. Atrás quedan las movilizaciones masivas, de fines de los ochenta, cuando 20.000 personas hacían el recorrido entre El Puerto de Santa María y Rota (Cádiz) desgañitándose: 'OTAN no, bases fuera'.

Con la consolidación democrática y asumido ya que al final 'OTAN sí y bases dentro', la marcha volvió a vivir años dorados en coincidencia con conflictos bélicos, caso de la primera guerra de Irak o el avispero yugoslavo. Y luego, claro, llegó el récord de 2003. Más de 25.000 personas se manifestaron no sólo contra las bases de Rota (Cádiz) y Morón (Sevilla), sino sobre todo contra el idilio iraquí de Aznar y Bush.

'Somos marchistas leninistas', decía Julio Anguita a los periodistas en 1996

Después llegó la resaca y el bajón. Desde 2003, la movilización languidece. La asistencia en los últimos años oscila entre 500 y 1.000 personas. Afganistán no ha servido de aglutinante. 'Los que siguen son sobre todo el PCE, los comunistas portugueses, el SOC [sindicato agrario andaluz], los ecologistas y Nación Andaluza, aunque últimamente se ven más banderas republicanas que verdiblancas...', enumera el antropólogo Ángel del Río, que ha asistido a casi todas las marchas desde la del 86, la primera convocada con parafernalia y cartel.

El debilitamiento es espejo de otro hecho más grave: la flaqueza de la izquierda alternativa, que había tenido en la Marcha la pasarela para su desfile anual de vanidades.

Una pléyade de grupos y grupúsculos, epigrafiados en un sinfín de siglas distintas, dio durante los años pujantes un inmenso colorido a la Marcha, que reunió a 'partidos, grandes y pequeños, de todos los colores que confluyen hoy en el movimiento antiglobalización', explican Del Río y Juan Manuel Sánchez García en La Marcha a Rota: la peregrinación de la izquierda andaluza, un análisis antropológico del acontecimiento.

Aunque siempre hubo disputas, el clima general ha sido siempre de un sano pluralismo con acento lúdico. Lemas como 'Coca-Cola asesina, vino tinto al poder', 'Plantación de marihuana en las bases americanas', 'Yankis rendíos, os tenemos rodeaos' o 'Tanques sí, pero de cerveza y con tapitas en la mesa' acompañaban a las consignas solemnes. 'Se nota que somos marchistas-leninistas', dijo Anguita a los periodistas en 1996.

El cambio en el contexto internacional también explica su debilitamiento. Hoy Rota y Morón son bases compartidas por España y EEUU, normalizadas. 'Pero yo creo que no es descabellada su erradicación', opina Juan José Téllez, que publicará en breve Sin ninguna base. Geografía humana del militarismo en el Estrecho de Gibraltar (Atrapasueños).

Su 'optimismo' se asienta en dos razones: una, la base cada vez pesa menos en la economía roteña. Y dos: 'Si España sigue sin ser un socio fiable de EEUU, a lo mejor se van'.

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