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Lo que pierde el PSOE no lo gana el PP

La política de Rajoy hace que los votos que ceden los socialistas se canalicen a IU y UPyD o se traduzcan en más abstención e indecisos

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

Entre finales de enero cuando se publicó el anterior Publiscopio político y este mes de mayo, el PSOE ha perdido dos puntos en simpatías entre los electores, tres puntos de intención de voto y tres y medio en la estimación de la tendencia electoral. El PP, que estaba dos puntos y medio por delante hace cinco meses, ha ampliado esa ventaja actualmente hasta los seis puntos y pico.

No es extraño que el PSOE haya perdido intenciones de voto en este periodo. Hay que recordar la cadena de episodios que agostaron los brotes verdes que el Gobierno vislumbraba a principios de año, hundiendo la esperanza de la gente en una salida próxima de la crisis y agravando su pesimismo. A finales de enero, el déficit se disparó al 11,2% y el paro se elevó a 4,3 millones. Las bolsas se hundieron. España es la única de las economías del G-20 que no creció en el último trimestre de 2009 y se dice que es la única que seguirá en recesión en 2010. Luego, durante unas semanas, se relaja un poco la tensión.

Extraña que al final Zapatero haya perdido 3,7 puntos y el PP le saque sólo 6 de ventaja

Pero de nuevo a partir de mediados de abril emergió el miedo a que la crisis griega contagiase a España, luego una agencia internacional rebajó la solvencia de la deuda española, y corrió el rumor de que España necesitaría un plan de rescate... En un par de quincenas negras la de finales de enero y principios de febrero y la de finales de abril y principios de mayo las imágenes sobre la situación económica en España cayeron a sus cotas más bajas.

Pero, además, hay que recordar los despropósitos, vacilaciones y errores de comunicación que fue encadenando el Gobierno en paralelo a esos episodios. En la misma quincena negra de finales de enero y principios de febrero se anunciaron medidas de austeridad muy rigurosas (elevación de la edad de jubilación a los 67 años, rebaja de pensiones ampliando el periodo para su cálculo, extensión del contrato con la menor indemnización por despido), que eran sin duda muy impopulares y que encontraron inmediatamente resistencias e inmediatamente fueron retiradas. Con lo cual el Gobierno pagaba el coste de pretender imponer tales medidas y el coste de imagen aún mayor de retirarlas sin defenderlas.

A finales de febrero, repitió la jugada en la negociación del sueldo de los funcionarios, que pretendió congelar para rectificar inmediatamente tal medida, con el espectáculo añadido de las contradicciones entre las dos vicepresidentas. Luego la agonía de la negociación imposible de un plan anticrisis. Y, por el camino, varios partos de los montes, como la reducción de altos cargos

El efecto negativo inicial que ha generado el tijeretazo podría crecer o incluso invertirse

Lo que extraña es que, con todo lo que ha sucedido, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero haya perdido sólo tres puntos y medio en su tendencia de voto, y que el Partido Popular le saque, al final de este proceso, seis puntos y no doce.

Lo que explica la poca elasticidad de las tendencias de voto y, en particular, de la distancia entre PP y PSOE a los acontecimientos no es que el voto socialista resista fiel al partido al que votó. Esto no sucede en absoluto: la fidelidad del votante del PSOE está en este momento en una cota bajísima, de sólo el 50%. Lo que pasa es que el voto que retira su apoyo al PSOE no va al PP; va a cualquier otro sitio (IU, UPyD y, sobre todo, la abstención y la indecisión), pero no al PP.

La semana pasada se publicaron dos artículos de análisis de los flujos de voto durante este semestre en los que se explicaba que un 6% del voto socialista de 2008 se ha pasado al PP. Es cierto. Pero hay que añadir que ese es, exactamente, el flujo de votos que se había producido ya en septiembre de 2009, por efecto de la crisis (véase el dato en el Publiscopio de octubre).

En los últimos nueve meses, la fidelidad de los votantes socialistas ha bajado diez puntos, pero el flujo de votos del PSOE al PP no ha aumentado lo más mínimo. Por eso el PSOE ha seguido bajando, pero el PP apenas ha subido. Y la distancia entre ellos ha crecido, pero no en proporción a la magnitud de la crisis que está sufriendo el voto socialista.

¿Por qué sucede esto? Lo lógico, en un sistema de partidos como el actual en España, en el que las alternativas de gobierno son sólo dos, es que la mayoría de los votos que pierde el partido gobernante vayan al partido de la oposición. En España eso es más difícil porque la polarización del electorado es mayor. Pero, pese a ello, aunque en menor medida que en otros países, sucede, y ahora no está sucediendo. Todo el voto flotante que quedaba entre PSOE y PP se resituó unos meses después de las elecciones de 2008. Luego, la política seguida por el PP ha levantado un muro infranqueable por el que no pasa ni un voto más que haya votado antes a Zapatero. Los votos descontentos del Gobierno rebotan en ese muro y van a parar a otras opciones o a tierra de nadie. Los estrategas mediáticos del PP le hacen el trabajo a todos los demás.

La fidelidad de los votantes socialistas ha bajado diez puntos

El efecto de las medidas que Zapatero ha anunciado la semana pasada sólo parcialmente se refleja en los resultados y estimaciones de voto de este Publiscopio, porque sólo pudo afectar a una de las cuatro oleadas de entrevistas que se agregan en esta muestra. Si fuera cierto que el efecto de esas medidas supusiera como parece que comentó un dirigente socialista que, con ellas, 'el PSOE ha perdido las elecciones', su impacto en las tendencias de voto se revelará en el próximo Publiscopio. Pero no es seguro que las cosas vayan a ser así.

Sin duda, la conmoción producida en el electorado de izquierdas por unas medidas como estas, inesperadas para la mayoría aunque los expertos las esperasen, es necesariamente grande y negativa. Su incomprensión inicial y la repulsa que, como primera reacción, sin duda suscitan estas medidas en los votantes socialistas habrán tenido un impacto inmediato sobre las intenciones de voto declaradas, que un sondeo realizado al día siguiente constataría. Pero el nivel de las aguas y el balance de daños tras el impacto no está dado por la reacción inicial, sino tras la elaboración del trauma. El efecto negativo podría ser mayor o mucho menor, incluso invertirse. Lo veremos.

Algún indicio de por dónde pueden ir los efectos lo proporcionan, indirectamente, los datos del Publiscopio que se publicaba el domingo sobre las reacciones a las medidas, pasada una semana desde su anuncio. Sorprendía, en los resultados de esa encuesta, el nivel de acuerdos y desacuerdos con las medidas, mucho menos desfavorable al Gobierno de lo que cabría esperar, así como la clara mayoría, en todos los sectores del electorado, que se declaraba contrario a movilizaciones contra estas medidas, tanto a la huelga de funcionarios convocada como a una posible huelga general.

Esto indica que el efecto que la decisión de Zapatero tenga sobre el voto podría no ser el que la mayoría espera o teme, sino el contrario. Al fin y al cabo, todo el mundo, y en primer lugar sus votantes, lleva meses pidiéndole que gobierne y criticándole por no hacerlo con decisión, claridad y firmeza. El miércoles pasado nos gustaría o no, pero no cabe duda de que actuó así.

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