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Los jesuitas de Alemania admiten 205 casos de abusos

Un informe independiente implica a 12 religiosos, pero los delitos han prescrito

JESÚS BASTANTE

'En nombre de la orden, reconozco con vergüenza y culpa nuestro fracaso'. El provicial de los jesuitas en Alemania, Stefan Dartmann, entonó ayer el mea culpa, después de que se presentara en Munichun informe de 30 páginas, elaborado por una comisión independiente, sobre abusos sexuales y violencia contra menores en los centros de la Compañía de Jesús alemanes.

El resultado, analizado por la abogada Ursula Raue, es demoledor: 46 educadores implicados, 12 de ellos religiosos, para un total de 205 casos de abusos en las décadas de 1970 y 1980. Y eso sólo entre jesuitas, pues la letrada añadió que se dieron al menos 50 casos más en otros centros religiosos, católicos y protestantes.

Abusos continuados, y ocultación sistemática por parte de los jesuitas, cuyos responsables protegieron durante décadas a los abusadores, a quienes trasladaron sin sanciones a otros colegios cuando su situación se hizo insostenible. La mayoría de los abusos se dió en tres centros de la Compañía de Berlín, St. Blasien y Bonn. La mitad de los 12 sacerdotes responsables han fallecido.

En su declaración, el provincial jesuita se mostró dispuesto a pedir perdón personalmente a cada víctima. Sin embargo, no quiso plantear posibles indemnizaciones mientras la comisión nombrada por el Gobierno no haga una recomendación al respecto

Uno de los centros implicados es el Canisius de Berlín, de donde surgieron en enero las primeras denuncias. Según ha podido saber Público, las denuncias aparecieron después de que el general de la congregación (el español Alfonso Nicolás), tuviera conocimiento de los hechos. No obstante, los casos ya han prescrito penalmente. En Alemania, los abusos dejan de ser delito diez años después de que la víctima cumpla los 18 años de edad.

Tras el caso Canisius, comenzaron a conocerse toda una batería de escándalos, que incluso llegaron a implicar al hermano de Benedicto XVI y que provocaron, entre otras medidas, la dimisión del obispo de Ausburgo, Walter Mixa, quien reconoció haber pegado palizas a menores. Contra Mixa se abrió una investigación sobre abusos sexuales, que se cerró luego por falta de pruebas.

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