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El truco del copago

SEBASTIÁN SERRANO

De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades. Este propósito del comunismo libertario, que Marx recogió en una de sus obras, no ha cosechado éxitos como sustentador del conjunto de las relaciones económicas, pero sirve de inspiración para los mejores logros del Estado del bienestar, incluidos sus sistemas sanitarios.

Con todas las correcciones que se quiera, desde que en los ochenta se universalizó el derecho a la asistencia sanitaria, los españoles pagan por su salud a través de los impuestos (su capacidad, más o menos) y reciben los tratamientos según sus enfermedades (sus necesidades). Este sistema, básicamente justo, es el que la crisis está poniendo a prueba. Las autonomías, que son las encargadas de gestionar la sanidad, están asfixiadas y algunas presentan el copago como una vía para conseguir los recursos que el sistema necesita para subsistir.

Se ha hablado de una cantidad simbólica por cada visita al médico, por acudir a las urgencias o por día de hospitalización. Y aunque el objetivo sea recaudar más, las propuestas se presentan como un mecanismo de racionalización: coaccionados por el pago, los usuarios no van a ir al médico si no están realmente enfermos y van a dejar de sobrecargar los servicios sanitarios.

Creo que es cierto que el copago podría cumplir la función pedagógica de subrayar que la atención sanitaria tiene un coste, pero se ha de valorar si eso compensa el peligro que acarrea: expulsar del sistema a los más marginados. Lo justo, si se precisa aumentar los ingresos, es subir aquellos impuestos que mejor permiten redistribuir la riqueza. Salvo contadas excepciones, nadie se pone enfermo por gusto.

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