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Pendiente de reforma

 

 

JUANMA ROMERO

El Senado se ha decidido a hacer reformas. De hecho, está de obras desde el jueves pasado. Y no acabará hasta bien avanzado septiembre.

Que no cunda la sorpresa. Las obras previstas son eso, obras, de las de albañiles, cemento y ladrillo, para habilitar nuevas salas de prensa y de taquígrafos y nuevos despachos: 329.570 euros en total. La otra reforma, la sustancial, la que cambie la fisonomía del Senado para adaptarla al manido artículo 69.1 de la Constitución de 1978 'El Senado es la Cámara de representación territorial', aún sigue pendiente. Y sin visos de que esta eterna factura de la democracia vaya a ser cobrada pronto.

Esta legislatura pintó bastos desde el principio. Lo relata indignada la portavoz socialista, Carmela Silva: 'Tuve una comida con Pío García-Escudero [su homólogo del PP] en 2008. Hablamos de la reforma y la urgencia de agilizar el debate del estado de las autonomías. En un caso, me dijo que no. En el otro, me dio la callada por respuesta. Volví a exigir la reforma en un curso de verano de El Escorial, en julio, y Pío la rechazó en público'.

El PSOE destaca los avances de Zapatero: las conferencias de presidentes y el control

El PP acusa al PSOE de lo mismo, de abulia e indolencia: 'Esperábamos que el Grupo Socialista creara al menos una ponencia de estudio, como hicimos en 1996, pero ha preferido el inmovilismo. Está la crisis, pero no todo se circunscribe a ella', replica Rosa Vindel, portavoz adjunta y senadora desde 1989.

El PSOE pone por delante los 'avances' logrados en los últimos seis años, con José Luis Rodríguez Zapatero al frente, como prueba de su voluntad de remover el statu quo en el Senado: la sesión de control al presidente del Gobierno una vez al mes, las conferencias de presidentes ya van cuatro, el empleo de las lenguas. Por eso, Silva reta: 'Emplazo al PP a que ponga día, hora y lugar para que nos sentemos a hablar de la reforma de la cámara. Estamos disponibles'.

La batería de reproches no deja ver el fondo. Todos los grupos coinciden en que cambiar el Senado, de verdad, pasa por cambiar la Constitución. En dos sentidos, dotar de más competencias a la cámara y modificar el sistema de elección para dar más peso a las autonomías. En las funciones, sí hay acuerdo en que las leyes de carácter territorial como los estatutos comiencen su tramitación en el Senado, replantear mejor los vetos o equilibrar más los poderes con el Congreso.

El escollo sigue siendo el método de designación de senadores. Hoy se eligen cuatro senadores por provincia. Las autonomías nombran a otro parlamentario más por cada millón de habitantes. El reparto favorece a comunidades como Castilla y León (2,5 millones de personas), feudo del PP, que sienta a 39 senadores. Madrid, con 6,4 millones, cuenta con 11 escaños. 'No es verdad que sea la cámara territorial, ¡es la de las provincias!', resume Joseba Zubia, del PNV, senador desde 1995.

Hay un acuerdo general en las funciones, el escollo sigue siendo el método de elección

Justo en ese año, el entonces presidente del Senado, Juan José Laborda (PSOE), tenía abierto el melón de la reforma. Su proyecto, ambicioso, naufragó al convocarse elecciones anticipadas.

El PP ganó y mantuvo la apuesta. Sólo en la teoría. El 10 de junio de 1996, Mariano Rajoy, ministro de Administraciones Públicas, anunció que el Gobierno haría 'todo' lo que estuviese 'en sus manos' para promover la modificación. Se creó una ponencia, se acordaron las funciones... y se pararon los trabajos en 1998. Otra vez por el sistema de elección. Vindel hace otra lectura: 'CiU se empeñó en que la Constitución recogiera los hechos diferenciales. PSOE y PP nos negamos'. No fue una pretensión sólo de los convergentes, liderada por el vicepresidente de la cámara, Joan Rigol, sino también del PNV. Y era más amplia: querían que los grupos de Catalunya, Euskadi y Galicia pudiesen vetar las leyes que afectasen a sus CCAA. 'Ese no fue el problema, era el de la elección subraya Zubia. En todo caso, hoy es peor momento que hace años. Está claro que no se puede reformar sin los nacionalistas y sin un pacto de PSOE y PP. Ya soy muy escéptico'.

¿No hay una reforma posible, light, sin cambio de la Carta Magna? No, responden taxativos todos los portavoces, menos Vindel, que plantea un maquillaje: presencia 'permanente' de los presidentes autonómicos en el pleno, con voz pero sin voto; celebración de un debate de las CCAA cada dos años y creación de un observatorio autonómico.

El PP no contempla, 'por carísima', una mejora que no necesita tocar la Constitución: el uso de los idiomas cooficiales. 'Esta cámara es nacional y la lengua oficial es el castellano. Y con esta crisis, la gente no lo entendería', resalta Vindel.

'¿Hay algún seña de identidad más relevante que la lengua? inquiere Silva. Es la prueba de que el PP no quiere reformar la Cámara'. Ramón Aleu, senador desde 1993 y portavoz de la Entesa suma de PSC, ERC, ICV y EUiA, recuerda que 'en época de vacas gordas se propuso ampliar el uso de lenguas, y el PP se negó'. 'Se han opuesto a todo sistemáticamente. Que no echen la culpa a otros', agrega.

Los portavoces creen que hay que cambiar la Constitución, el reglamento no da más de sí

Las lenguas, si no hay cambios en la tramitación, se hablarán desde 2011 en el pleno, en la discusión de mociones. Un paso 'importante' para todos los grupos, salvo el PP. Poco a poco, el Senado ha ganado presencia. Más aún cuando aloja a pesos pesados de PSOE (Leire Pajín) y PP (Dolores de Cospedal). 'Eso es notoriedad, no más peso', precisa Aleu.

El Reglamento no da para más. 'Así que o reformamos el Senado o lo cerramos', zanja Xosé Manuel Pérez Bouza, del BNG, el más crítico. 'Ni al PP ni al PSOE les interesa cambiar las cosas. Si no han renovado ni el Constitucional, ¿qué vamos a esperar? Yo no paro, pero mi trabajo no es productivo para la sociedad. Lo que hago puede deshacerlo el Congreso'. Jordi Vilajoana, portavoz de CiU, también señala como un escollo la 'resistencia' de la Cámara Baja a perder poder.

'¿Sabes qué es lo importante? Creernos que esta cámara lo es, explotar sus posibilidades y no hacerla aburrida'. Vilajoana rehúsa caer en la melancolía. Destaca la labor del Senado como cámara de segunda lectura 'limpiando leyes que vienen hechas unos zorros del Congreso' y de reflexión. 'Sólo por eso se justifica', reseña, pragmático, aunque consciente de que la superreforma deberá llegar. Y llegará, por la 'complejidad del Estado y la necesidad de un espacio de cooperación', dice Silva.

'España necesita una cámara como esta, pero cien por cien territorial. Hay que cambiar la Constitución, y no es fácil: la sacralizamos en exceso', añade el líder de Entesa.

El optimismo aguanta poco cuando el mismo Aleu, cáustico, recupera un viejo dicho que circula por el Senado: 'Si Tejero hubiese dado el golpe de Estado aquí, aún seguiría. Nadie se habría dado cuenta'.

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