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Del temor a un autogol al vaticinio del pulpo Paul

La generación de catalanes que no vivió la Transición reclama cambios profundos

TIAN RIBA

Fue Jordi Pujol quién al principio de la elaboración del Estatut en el Parlament de Catalunya habló del riesgo de un autogol. Consciente del poder del Estado, nunca quiso reformar el Estatuto, temeroso de que una vez abierto el melón de la reforma fuera el poder central el que, gracias a siglos de experiencia, supiera sacarle mejor tajada. La sentencia del Tribunal Constitucional vendría a darle la razón a Pujol si no fuera por lo visto este sábado por las calles de Barcelona.

Porque el mensaje de miles de ciudadanos catalanes en las calles de Barcelona, aunque seguramente nadie se manifestaba por la misma razón, era que el autogol, si acaso, se lo han marcado los magistrados del Tribunal Constitucional a los partidarios de la España única y indivisible. En 1977, la manifestación que ayer recordaban los hijos de aquellos padres que los llevaron de la mano entonces, un millón de personas, que nunca fueron, gritaban 'llibertat, amnistía i Estatut d'autonomia'. Este sábado, aunque seguramente nadie se manifestó por la misma razón, la consigna más coreada fue '¡In-inde-inde-independencia!'. ElConstitucional le ha creado al Estado un problema con mayúsculas porque esos miles de ciudadanos no parece que se vayan a conformar con que esto se arregle pactando a modo pujolista. Es decir, competencias a cambio de votos en función de la aritmética parlamentaria.

No piensen ustedes que Catalunya entera se proclamó independentista. Ya sabemos que siempre se escuchan más a los que más gritan, y que los federalistas no están para muchas fiestas. Además de que gritar '¡Fed-fed-federalisme!', es más complicado. De hecho, los más movilizados fueron los militantes de ERC, que horas antes ya repartían manitas con la inscripción 'Adéu, Espanya', y al PSC se le vio tan poco como a Carme Chacón, que tenia boda en Salamanca.

El TC le ha creado al Estado un grave problema en Catalunya

Catalunya está ya acostumbrada a la dualidad entre el seny (cordura) y la rauxa (arrebato) y a un microclima de políticos y periodistas alejados de la realidad. Pero lo cierto es que en esta nación sin valor jurídico existe una generación, muy visible el sábado, que no ha vivido la Transición y que está libre de prejuicios y que si piensa que el matrimonio no anda, pide cortar por lo sano.

Un ejemplo se ha vivido desde el 13 de septiembre pasado, con la organización de consultas independentistas que han llevado a las urnas a medio millón de catalanes. Otra cosa es que esto tenga repercusión electoral y que exista algún partido que saque tajada (de ahí que Joan Laporta piense que tiene recorrido en política). Porque el sábado también se vio que en Catalunya existe un cabreo monumental con su mal llamada clase política. Más mérito todavía para esos ciudadanos, y más mensaje para el Constitucional, los partidos y el Gobierno español, porque salieron a la calle a pesar del agotamiento del proceso estatutario, la desafección con los políticos, el calor asfixiante y las euforias futboleras.

Porque, eso sí, también hoy habrá catalanes que saldrán a la calle si, tal como predice el pulpo Paul, la España de Puyol y Xavi, gana el Mundial. La esquizofrenia nacional es muy frecuente por estos lares. Y digo que hubo revolcón a los políticos catalanes porque el éxito superó a la propia empresa. Los partidos han pasado una semana peleándose para pactar una cabecera de la manifestación de precisión quirúrgica (que si bandera catalana, que si lema, que si partimos el lema) y va el pueblo, que digan lo que digan es soberano en todas partes, y les pega un revolcón. Los sudados políticos tardaron media hora en poder dar un paso porque delante suyo, de manera que no se veía ni lema ni bandera, estaban miles de ciudadanos a la suya. Y, cuando por megafonía se pidió a los manifestantes que despejaran el paseo de Gràcia, además de preguntarse entre jolgorio, si de lo que se trataba no era de llenarlo, respondieron con silbidos a la megafonía. El protagonismo era del pueblo, decían, no de los políticos.

Y digo que hubo revolcón a los políticos catalanes porque el éxito superó a la propia empresa. Los partidos han pasado una semana peleándose para pactar una cabecera de la manifestación de precisión quirúrgica (que si bandera catalana, que si lema, que si partimos el lema) y va el pueblo, que digan lo que digan es soberano en todas partes, y les pega un revolcón. Los sudados políticos tardaron media hora en poder dar un paso porque delante suyo, de manera que no se veía ni lema ni bandera, estaban miles de ciudadanos a la suya. Y, cuando por megafonía se pidió a los manifestantes que despejaran el paseo de Gràcia, además de preguntarse entre jolgorio, si de lo que se trataba no era de llenarlo, respondieron con silbidos a la megafonía. El protagonismo era del pueblo, decían, no de los políticos.

La consigna más coreada fue '¡In-inde-inde-independencia!'

 En 1982, un 14 de marzo, seguro que menos caluroso que ayer, el paseo de Gràcia también se llenó. Aquella fue una manifestación contra la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (Loapa) que pretendía aprobar la UCD después del golpe de Estado del 23-F. En aquella manifestación no estuvo el PSC. A Ernest Lluch se le perdieron las enmiendas en el puente aéreo. Y CiU se hizo con la mayoría absoluta en las elecciones de 1984. Esa es la clave que explica que un Montilla en mangas de camisa se pusiera delante, o en medio, de la manifestación, rodeado de banderas independentistas. Y ese ha sido otro momento histórico, por singular, en el catalanismo político. Un presidente nacido en Iznájar, Córdoba, ex ministro y barón socialista, manifestándose contra un organismo del Estado y contra una sentencia que en el PSOE aplauden.

Montilla desfiló al lado de Pujol, y de Pasqual Maragall, el hombre que lo empezó todo porque tenía el sueño de su abuelo poeta de una España plural. Quiso hacerla federal con un Estatuto y este sábado acabó un ciclo que empezó en 2003. Lo que depare el futuro, quién se ha metido el autogol, sólo lo puede adivinar el pulpo Paul.

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