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El líder que perdió el apoyo de Zapatero

Tomás Gómez ha pacificado el partido en Madrid y no se ha dejado convencer para renunciar a ser candidato

ELENA HERRERA

Tomás Gómez se hizo fuerte en Parla, en su pueblo. Allí se afilió al PSOE, fue secretario de las Juventudes Socialistas locales y acabó siendo el alcalde más votado de España cuando, en los comicios de 2007, el 75% de sus vecinos apostó por él. Por el hombre que les había hecho viajar en tranvía o que se había encerrado en la Consejería de Sanidad para forzar la promesa de un nuevo hospital para el municipio.

Ese currículum municipal fue suficiente para auparlo a la secretaría general del PSM tras el descalabro que los socialistas madrileños sufrieron en las elecciones autonómicas de 2007. Un partido derrotado decidió apostar por alguien que parecía entonces una réplica local de Zapatero: joven, desconocido antes de alcanzar el liderazgo, alejado de las luchas internas que durante años habían desangrado al partido. 'Futuro, Tomás, eso es lo que tienes por delante. Merece la pena, te puedo asegurar que tendrás muchos más ratos positivos que negativos', le auguró Zapatero el 28 de julio de 2007, cuando Gómez fue elegido como secretario general del PSM.

Tomás Gómez (Enschede, Holanda, 1968) presentó su candidatura arropado por numerosos alcaldes del sur de la Comunidad, diputados regionales y el beneplácito de un Zapatero cuya palabra nadie discutía entonces en el PSOE.

Economista de profesión, Gómez comenzó su mandato con un discurso más o menos liberal, cuyo máximo exponente fue su apuesta por suprimir el impuesto de patrimonio. Una idea que Zapatero convirtió poco después en ley. Frente al discurso de defensa de lo público que había centrado la actuación de su antecesor en el cargo, Rafael Simancas, el nuevo líder del PSM pretendía dirigirse al electorado más de centro. Una estrategia que cambió durante el último año, cuando Gómez volvió a las esencias socialistas, otorgando prioridad a la defensa de la sanidad y la educación públicas.

Hasta sus más acérrimos enemigos admiten que Gómez ha realizado un trabajo de pacificación del partido, del que sólo excluyó al núcleo duro de los simanquistas, y prueba de ello es el respaldo del 85% que consiguió en el Congreso del PSM celebrado en septiembre de 2008. Entonces, Zapatero todavía definía a 'Tomás' como un 'líder resuelto' para los socialistas madrileños.

Por el camino, el secretario general del PSM se ha hecho más desconfiado, ha cometido algunos errores de bulto (como boicotear en 2009 los actos institucionales del 11-M) y se ha buscado enemigos poco recomendables dentro del PSOE, especialmente el todopoderoso José Blanco, a quien Gómez culpa de casi todos sus males. Unos males que han culminado con la pérdida de la confianza que Zapatero había depositado en él.

'No me conocen quienes piensen que voy a retirar mi candidatura. Yo soy muy cabezón', explicaba Gómez a sus interlocutores durante los últimos meses. Y, para sorpresa de muchos, esa terquedad la ha mantenido en la mismísima Moncloa. Allí escuchó a Zapatero en una reunión menos tensa de lo que se ha contado, pero mantuvo firme su apuesta. 

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