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La pistola humeante

Las elecciones primarias que el equipo de Gómez presenta como una victoria de la democracia interna es, en realidad, el resultado de un golpe fracasado

ERNESTO EKAIZER

La batalla entre Tomás Gómez y el aparato de Ferraz es la pieza que faltaba para terminar de proyectar sobre el Madrid político el ambiente de Poisonville (Ciudad Venenosa), aquella en la cual Dashiell Hammett sitúa su primera novela, la célebre Cosecha Roja. Las elecciones primarias que el equipo de Gómez presenta, de cara a la galería, como una victoria de la democracia interna es, en realidad, el resultado de un golpe fracasado, un golpe orquestado por la dirección nacional, con su secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, al frente, cuyo deseo era apartarlo de la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid.

El protagonismo de estos tres años de legislatura del segundo mandato de Esperanza Aguirre ha sido para la lucha interna de fracciones rivales, tanto en el PP de Madrid como en las instituciones (comunidad, ayuntamiento y Caja Madrid), así como el cuestionamiento a la autoridad de Mariano Rajoy. Todo esto en el contexto de un caso de corrupción que nació en Madrid y se extendió a otras comunidades gobernadas por el PP: el caso Gürtel.

Lo peor es que salvo alguna excepción, como el caso Montes, las consecuencias de la gestión de siete años de Esperanza Aguirre en la vida de los madrileños han sido digeridas como algo normal. Como la vida misma. ¡Una capital de cuatro millones de habitantes cuyo sistema sanitario dispone por la noche de cuatro ambulancias! Si bien se mira, el morbo de los escándalos ha sido un excelente señuelo de distracción respecto a la progresiva y constante degradación de los servicios públicos. Y esto cuando la economía española todavía se hallaba en pleno boom, lo cual da una idea de lo que resta a raíz de la depresión económica en curso desde 2008 y que va para varios años más.

Y, precisamente, cuando problemas como estos debían centrar el debate de la campaña de las autonómicas de mayo de 2010, el aparato de Ferraz abre la campaña contra Gómez y busca disuadirlo para que se retire. La organización y su secretario general pueden cambiar sus preferencias. No es esto lo que está en cuestión. Lo está, en cambio, la operación orquestada para sustituirlo. Trini Jiménez podía haber anunciado su candidatura en unas primarias sin más. Pero el guión era otro.

La maniobra más patética ha sido la decisión de filtrar esta semana la encuesta del pasado junio que dio comienzo a la conspiración. Es como si les dijeran a los simpatizantes socialistas: 'Teníamos nuestros motivos'. Es el smoking gun (la pistola humeante), la prueba de cargo decisiva contra Gómez, el deseo de sentarlo en el banquillo del tribunal de la opinión pública, que diría Walter Lippmann.

El fin justificaba los medios, esto es, los malos resultados de Gómez en la encuesta de Ferraz urgían la campaña contra él, la decisión de Zapatero de citarlo a la Moncloa para persuadirlo de que era mejor dejarle el sitio a Jiménez y vaya usted a saber si no hubo sobre la mesa alguna de esas ofertas que, según se suele suponer, uno no puede rechazar. Por eso, más que primarias, tendremos guerra.

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