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El ocaso del capo Kalashov

Su extradición a Georgia puede acelerar el fin del reinado' del considerado hasta ahora máximo jefe de la mafia ruso georgiana

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

Zakhar Kalashov, Sakro, ni se inmutó cuando el lunes le comunicaron en la prisión de Estremera (Madrid) que la Audiencia Nacional había autorizado su extradición a Georgia para que cumpla allí una pena de 18 años por asociación mafiosa y el secuestro de un norteamericano del que nunca se volvió a tener noticias. Kalashov, considerado uno de los más importantes jefes de la mafia rusa y condenado hace sólo unos meses en España a siete años y medio por blanquear 7,5 millones de euros, decidió seguir con su rutina carcelaria: salió al patio, comió en la celda, hizo ejercicio en el gimnasio y leyó.

Sin embargo, su cada vez más cercana extradición a la antigua república soviética que le vio nacer hace 57 años fuentes jurídicas creen que puede hacerse efectiva antes de fin de año va más allá del simple traslado de un recluso. 'Es una aviso a los mafiosos de la antigua URSS, que hasta ahora se creían inmunes', afirman fuentes policiales que participaron en su captura.

Fuentes jurídicas apuntan que será entregado a su país antes de fin de año

De hecho, Kalashov no es un capo cualquier. Es un vor zakonen (ladrón en la ley, el máximo rango en el crimen organizado del antiguo bloque soviético) que desde hace 15 años forma parte, además, del llamado Club de los Once, el consejo supremo de esta mafia. La descripción que de él hizo ante un juez español uno de sus hombres, Alexander Minin, resumen a la perfección su poder: 'Es el más grande al día de hoy. Nunca hace nada. Sólo viaja por el mundo, piensa con la cabeza, habla por teléfono y da órdenes. No se puede discutir con él. No se le puede contradecir'.

Según las autoridades georgianas, Kalashov fue nombrado vor en 1971, cuando sólo tenía 18 años. Desde entonces, su poder ha ido creciendo a la par que hacía muescas en su currículum delictivo. Se le ha querido implicar en varios asesinatos, entre ellos el de un diputado de Georgia, pero siempre había salido indemne. 'Hasta que lo detuvo la Policía española, sólo había pisado la cárcel por delitos menores', señalan fuentes de la Fiscalía contra la Corrupción y el Crimen Organizado.

Recientemente, un capo fiel a él sufrió un atentado. Otro fue arrestado

Una inmunidad que reforzó su posición en el escalafón mafioso y que tuvo en 2002 un hito clave: ese año consiguió que se sobreseyeran las acusaciones de narcotráfico que pesaban sobre él en Rusia. 'Demostró que en este país era intocable y su poder dentro de la mafia ganó muchos enteros', recalcan estas mismas fuentes.

Por esos años, Kalashov ya se había dejado ver por España. A finales de 2000 había adquirido una villa en Orihuela (Alicante) a la que bautizó con el nombre de su única hija, Hatuna. La propiedad de esta vivienda y la cuenta corriente por la que pasó el dinero con el que la pagó es lo único que aparece a su nombre en España. No figura en el accionariado de ninguna sociedad. En el juicio aseguró ser un simple 'intermediario'.

'No toca el dinero. Todo lo hacen sus hombres de confianza', señalan fuentes policiales, que recuerdan cómo en 2003 celebró su 50 cumpleaños por todo lo alto con una fiesta privada en el lujoso hotel Montíboli, de Villajoyosa (Alicante). Él no se molestó en abonar la elevada factura. De ese detalle se encargó Minin.

Aquella fiesta fue, en realidad, un conclave mafioso, una fiesta de capos sólo para capos. 'Es un buen ejemplo de con quién se relacionaba Kalashoven España: sólo con vor', señalan estas mismas fuentes que recuerdan que iba a jugar al tenis a Barcelona. Su rival de raqueta: Tariel Oniani, otro mafioso ruso, ahora preso en Moscú y enfrentado al propio Kalashov.

Sin embargo, dos años después de aquella fiesta, comenzó el rápido declive de Kalashov. En 2005, la policía puso en marcha la operación Avispa contra la mafia rusa y él tuvo que huir de la casa de Marbella(Málaga), donde había trasladado su residencia. En mayo de 2006 fue detenido en Dubai cuando acudía a otro cónclave mafioso. Poco después, era extraditado a Madrid.

Desde entonces, Kalashov ha pasado la mayor parte en la cárcel. O mejor dicho, en las cárceles, ya que Instituciones Penitenciarias le ha cambiado hasta siete veces de prisión por seguridad y siempre en régimen de aislamiento. Motivos no le han faltado. En una ocasión intentó sobornar a un funcionario. Y el pasado abril, días antes de salir en libertad provisional a la espera de que se resolvieran los recursos a su condena por blanqueo, le sorprendieron en su celda cuando hablaba por un teléfono camuflado en su reloj de pulsera.

Fue precisamente tras ser puesto en libertad provisional cuando su buena estrella empezó a declinar más acusadamente: la policía lo detuvo en Marbella el 6 de junio a petición de las autoridades de Georgia para su extradición. Poco después era detenido en Moscú Leon Laan, el encargado de controlar sus casinos en la capital rusa. El 16 de septiembre resultaba gravemente herido en un atentado frente al ayuntamiento moscovita Aslan Usoyan, padre de su primera mujer y el vor encargado de cuidar sus inversiones, incluidas la de la petrolera Lukoil. Y, por último, el lunes, la decisión de la Audiencia sobre su extradición.

Sus abogados, el ex juez Javier Gómez de Liaño y la antigua fiscal Dolores Márquez de Prado, ya han anunciado un recurso, mientras otros vor presionan a las autoridades de Dubai, las única que pueden frenar la extradición porque fueron ellas quienes lo arrestaron. Todos saben que el día que vuele a una cárcel de Georgia, el ocaso de Kalashov será un hecho. Mientras eso llega, los expertos ya apuntan quién ocupará su trono: Vladimir Tiurin. La Justicia española también lo ha puesto en busca y captura.

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