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El inconsciente de González

ERNESTO EKAIZER

El PSOE y el PP opinan lo mismo sobre la posibilidad de que una derrota de ETA, más allá de los detalles, puede estar muy cerca. Ambos partidos intercambian datos sobre este asunto de manera bastante regular y han acordado reforzar la ley al máximo para evitar que ante las próximas convocatorias electorales puedan colarse agrupaciones políticas que busquen acudir a las urnas a cuenta de un 'ambiente' de abandono de las armas de la banda terrorista.

Y he aquí que esta realidad de hechos sucumbe ante la realidad de las palabras. Cuando Rubalcaba había ordenado poner sordina al ruido de las declaraciones de los ministros y otros dirigentes del PSOE, dos figuras emblemáticas han tomado el relevo. Felipe González, en referencia a presuntos episodios de hace más de 20 años y Jesús Eguiguren, ante lo que supuestamente puede ocurrir en las próximas semanas y meses, han abierto la caja de Pandora. Ya no se trata de que el Gobierno no vaya a capitalizar en alguna medida la derrota de ETA sino que esta, además, está siendo utilizada en su contra.

¿Las afirmaciones de González sobre los GAL reflejan toda la realidad?

A nadie le ha importado precisar hasta qué punto la afirmación de González de que pudo volar el lugar donde se reunía la cúpula de ETA en Francia, a finales de los años ochenta, refleja la realidad.

González, que siempre aseguró no haber tenido información puntual de sus ministros y responsables sobre cada paso de sus respectivas esferas de actividad y, según dijo en sede judicial, mucho menos respecto a los GAL, ha introducido una contradicción en su versión, fácilmente explotable. ¿En qué consistió esa propuesta de liquidar a los dirigentes terroristas que rechazó?

A finales de los ochenta, la colaboración entre la policía española y la francesa atravesaba un momento ascendente, tras el paso del conservador Charles Pasqua por el Ministerio del Interior del Gobierno de Jacques Chirac. Ya funcionaba un grupo de coordinación de la lucha antiterrorista y la actividad era cada vez más intensa en el sur de Francia.

Fue en ese contexto cuando el CESID, predecesor del actual CNI, al mando del general Manglano, hizo llegar a Defensa la información sobre una presunta reunión de la cúpula etarra y la propuesta de acabar con ella. González, según dice ahora, rechazó la idea. Esa información fue trasladada inmediatamente por el CESID a la Mesa de Coordinación Antiterrorista que presidía el secretario de Estado de la Seguridad, Rafael Vera, para ver si se podía seguir la pista. La Guardia Civil y la Policía concluyeron que se trataba de una información de poca monta.

Presumir 20 años después de aquel informe ha sorprendido a las personas familiarizadas con esta historieta. Sobre todo porque permite salpicar con campañas a un Gobierno, el de Zapatero, que nada tuvo que ver con aquellos hechos y que siempre hizo un esfuerzo por desmarcarse. ¿Una jugada del inconsciente de González?

El entonces delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, actual ministro de la Presidencia, nunca fue imputado por hechos de los GAL ni por los fondos reservados. Otros tres gobernadores civiles (Elgorriaga, Sancristóbal y Roldán) fueron condenados a prisión. La sesión de psicoanálisis de González, a lo Bush, facilita, pues, las campañas contra el flamante gabinete.

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