Público
Público

Los portátiles que Aguirre no quiere triunfan en las Tres Mil Viviendas

 

 

OLIVIA CARBALLAR

Nerea distribuye las asignaturas por carpetas en su portátil, que tiene como fondo de escritorio florecitas y una poesía. A su compañero le gustan mucho los héroes y por eso le ha puesto al suyo una pegatina de Spiderman. Christian se lo pasa en grande con la presentación que ha hecho de las energías renovables y los planetas con fotos sacadas de internet. Y Nerea, que se pica, muestra su infografía sobre cambio climático. Cursan 6º de Primaria en el colegio Manuel Giménez Fernández, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas, donde el 80% de los alumnos son gitanos.

Fue el centro elegido hace casi un año por el presidente andaluz, José Antonio Griñán, para estrenar el Plan Escuela 2.0 para digitalizar las aulas, el mismo que Esperanza Aguirre se niega a suscribir con este argumento: “Nos llamó un amigo diciendo que los ordenadores de la Junta de Andalucía están en venta por 50 euros en el mercadillo de Málaga. Francamente, esto no lo vamos a firmar”, dijo hace unos días la consejera madrileña de Educación, Lucía Figar.

Muchos alumnos de este colegio sevillano viven en chabolas, ayudan a sus padres en los mercadillos ambulantes y algunos, incluso, han pasado años sin pisar la escuela. Pero ahí están ahora, intentando salir de la exclusión, en clase cada mañana con un portátil bajo el brazo que los motiva y un objetivo en el horizonte: ser maestras, bomberos, peluqueras, informáticos, fisioterapeutas, científicas...

El pasado viernes, durante el recreo, mostraron a Público sus avances con las nuevas tecnologías. De los aproximadamente 90 ordenadores repartidos en el centro, sólo dos se han estropeado, según el jefe de estudios, Sergio Armario.

“Al principio, nosotros mismos temíamos que desaparecieran e incluso algunos padres nos pidieron dejarlos en el colegio por miedo a que se los robaran; pero en apenas unos meses vimos que la experiencia era magnífica; los propios niños se responsabilizaron de ellos y se sienten contentos porque ven en esta iniciativa una forma de ser iguales”, explica Armario, un gran defensor de las pizarras digitales. “Las opciones ahora son brutales, ponemos vídeos, audios, buscamos directamente palabras en la RAE...”, añade.

Trabajar contra la exclusión

“Pero profe, seguro que cuando pasemos al instituto seguiremos teniendo nuestros portátiles?”, pregunta Yaya, con una larga cola de caballo y unas zapatillas de color rosa fucsia, que se enfurruña al ver que hay un tetrabrik de zumo en la papelera azul, la del papel. “Nos encanta estudiar así, escribir las redacciones, es mucho más divertido”, continúan Aroa y Pioli, a quien se le acaba de apagar el ordenador porque olvidó cargar la batería.

Ahora están trabajando en una infografía sobre el cuerpo humano. “Estamos estudiando el aparato digestivo, respiratorio... Por supuesto, el ordenador no suple al cuaderno, lo usamos cada día en la asignatura que más interese, y también evaluamos su uso, su destreza, pero lo que sí está claro es que es una herramienta que los motiva, que los invita a seguir estudiando y eso es fundamental en la zona en la que viven”, asegura Macarena Muñoz, la profesora de 6º B. Porque no todo es bonito: a veces llegan tarde, se les olvida, hay que formatearlos de nuevo...

El director del colegio, José Soto, sale de un pasillo pegado a la mano de una pequeña con mucho carácter. “Es mejor preguntar qué no ha hecho”, dice entre risas y con mucho temple, acostumbrado a trabajar en estas condiciones tras nueve años al frente. “Esto es muy difícil, no es un colegio normal; tenemos que buscar caminos distintos para cada niño para llegar al mismo destino, un buen futuro; aquí, además, tenemos que ganarnos la confianza de los padres, que poco a poco comienzan a participar responsablemente de la vida del centro”, sostiene con la chiquilla en brazos, que continúa protestando.  

Soto se muestra satisfecho por el desarrollo del Plan Escuela 2.0 en el colegio pero, sobre todo, por lo que supone: “Estos niños van a tener las mismas oportunidades que otros niños de su edad, por ejemplo como mi hijo, que estudia en otro colegio y ya usaba el ordenador de casa; otra cosa es que la aprovechen, pero por lo menos se les ofrece”, añade.

La Junta de Andalucía ha repartido unos 300.000 ordenadores portátiles entre alumnado y profesores. El consejero de Educación, Francisco Álvarez de la Chica, que lamentó las declaraciones de Figar, destaca la normalidad en las aulas. “En Andalucía no se trapichea con la educación”, afirman en la consejería.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias