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El primer ministro de hierro

ERNESTO EKAIZER

Quien le echa un pulso al Estado pierde', dijo ayer el primer ministro, perdón, el vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, a modo de conclusión del caos de la navegación aérea provocado por el abandono de trabajo de los controladores aéreos el pasado viernes por la tarde.

La marcha atrás de los controladores ante el estado de alarma, la movilización y militarización del conflicto sorprendió al propio Gobierno, según fuentes consultadas. Cuando en la madrugada del viernes al sábado, el secretario de Defensa, Constantino Méndez, entró en la torre de control de Barajas para comunicar que los controladores ya estaban bajo el mando del Ministerio de Defensa, se encontró con un grupo completamente descompuesto, uno de cuyos representantes sufrió un ataque de taquicardia que precipitó su traslado a un hospital inmediatamente, mientras algunos de los presentes intentaban, a esas alturas, una presunta negociación, sin creerse lo que estaba ocurriendo.

Los controladores no preveían el escenario que les preparó el Gobierno

La responsabilidad material del caos, por así decir, no tiene más que unos actores definidos, los controladores. Es cierto que lo ocurrido no ha sido un rayo en cielo sereno. Durante largos años se han desarrollado negociaciones para sustituir el convenio vencido en diciembre de 2004 y en el último año los enfrentamientos públicos y privados hacían presagiar un enfrentamiento al estilo del pulso que mantuvieron los sindicatos con Ronald Reagan en 1981. Un pulso que el entonces actor/presidente utilizó para aumentar su popularidad e inaugurar una nueva época de relaciones laborales en Estados Unidos.

En el tobogán de los últimos días hay que retroceder al viernes 26 de noviembre. Ese día, el sindicato Usca comunica cierres en Galicia durante el fin de semana del sábado 27 y domingo 28 de noviembre, y ya anticipa que se extenderán durante el mes de diciembre al resto de España.

El martes, día 30 de noviembre, el sindicato Usca y AENA formalizan, después de un año de negociaciones a cara de perro, sus respectivas propuestas definitivas de convenio colectivo. Dos días más tarde, el jueves día 2, el aeropuerto de Santiago es cerrado en cuatro ocasiones. En este contexto, en el Consejo de Ministros del día siguiente, viernes día 3, el titular de Fomento informa de los hechos de Santiago y del conflicto que se avecina -'Durante diciembre', avisaba Usca el 26 de noviembre-.

El colectivo hizo un desplante típico de ‘aristocracia obrera’: abandonar el trabajo

He aquí un momento importante. El Consejo de Ministros está por aprobar un nuevo real decreto en el que según ha anunciado se contemplan las rebajas fiscales para las pymes, la subida del tabaco y la supresión de los 426 euros, entre otras. Y, entonces, se decide incorporar un paquete dirigido a los controladores. La jornada laboral será de 1.670 horas anuales, según se ha adoptado ya por decreto del 30 de julio, la militarización eventual y otras. Incluir a los controladores en el real decreto sirve, por enésima vez, para 'compensar' o 'equilibrar' la rebaja de la prestación para los trabajadores más desprotegidos.

Los controladores podían haber respondido con la huelga; pero no están por una respuesta 'ordenada', con servicios mínimos, sino por un desplante típico de aristocracia obrera engordada por los gobiernos del PP y del PSOE: abandonan el trabajo.

Está claro que enfrentarse a este colectivo es relativamente barato por su impopularidad. El Gobierno ha optado por recuperar autoridad aprovechando el bajo coste de oportunidad del enfrentamiento.

El primer ministro, perdón, vicepresidente primero, ha salido reforzado personalmente, pero el coste de imagen, militarización mediante, se dejará sentir. La procesión irá por dentro. Y algunos, como los mercados, que echan un pulso a diario al Gobierno, de momento van arrancando al Ejecutivo aquello que quieren.

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