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El catalán como eje integrador

Un diccionario urdu-catalán es el arma estratégica con la que la maestra Teresa Manresa piensa afrontar el último gran reto de su carrera profesional en el centro de educación infantil y primaria Bogatell, situado en este barrio de Barcelona. 'Nos acaba de aterrizar en la clase un niño pakistaní que sólo habla urdu y me he tenido que buscar la vida para entenderme con él', afirma con sentido del humor. El año próximo se jubila y en 30 años ha visto de todo, pero la inmigración ha sido el gran reto de los últimos años.

Los alumnos recién llegados han tocado techo después de llegar, el curso pasado, a casi 160.000 estudiantes. Hace sólo una década eran menos de 15.000. En total, este alumnado representa un 13% de la población escolar no universitaria. Todos estos niños hablan más de 250 lenguas diferentes y provienen de más de 170 países. Según la lingüista Carme Junyent, hay más de 40 lenguas extranjeras que tienen más de 2.000 hablantes en Catalunya.

El informe PISA detectó notables diferencias en el rendimiento del alumnado recién llegado y el autóctono. En comprensión lectora, los estudiantes nativos obtuvieron 507 puntos y los inmigrantes, sólo 421, lo que indica que todavía queda mucho por hacer. El Pacto Nacional para la Inmigración fijó los principios que rigen la integración. Uno de los principios básicos es la bidireccionalidad: la población receptora hace un esfuerzo de integración y la recién llegada, también. El eje de esa nueva realidad es el catalán como elemento cohesionador.

En el caso de la educación, todos los agentes valoran el impacto de las aulas de acogida. Diseñadas por el Tripartito, deben tener un máximo de diez alumnos recién llegados para que el profesor pueda destinar un tiempo razonable a cada estudiante.

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