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Las autonomías no garantizan la inspección nocturna antitabaco

En Catalunya y Valencia los inspectores no trabajan por la noche y en el resto, los trabajadores deciden. Los primeros días sin humo, los pubs cumplen la ley

VANESSA PI

La Ley Antitabaco ha echado, de momento, los cigarrillos a las puertas de los pubs y discotecas. La ley en estos primeros días parece que se cumple, pero las autonomías no disponen de mecanismos preventivos de vigilancia para garantizar que así sea. Catalunya y el País Valencià reconocen abiertamente que sus plantillas de inspectores no trabajan por la noche. En estas autononomías es la policía municipal quien asume el rol de visitar los locales nocturnos. A diferencia de los inspectores, la policía tiene capacidad para poner multas, pero no actúa de motu proprio. Es decir, los agentes sólo acudirán al local infractor si alguien lo ha denunciado previamente.

Según explica un portavoz de la Conselleria de Salut catalana, la jornada laboral de sus inspectores (unos 400 tienen competencias sobre la Ley Antitabaco) termina a las siete de la tarde. Por eso, inspeccionan las discotecas, pubs y salas de música en directo durante el día, aunque estos locales están cerrados. Comprueban que los locales nocturnos hayan instalado los carteles que informan de la prohibición.

Las comunidades no han aumentado sus plantillas de vigilancia

El resto de autonomías, o no especifica si sus inspectores cubren la franja nocturna, como es el caso de Madrid, o deja en manos de la plantilla la organización de su jornada laboral. Por ejemplo, en Andalucía señalan que sus inspectores tienen una jornada laboral de siete horas y media y que ellos organizan su plan de trabajo. Ninguna comunidad ha aumentado su plantilla de inspectores ni ha creado ningún grupo específico para ello.

Las autonomías señalan que al menos en estos cuatro primeros días sin humo la ley se ha cumplido. Pero los pubs y discotecas no pasarán su prueba de fuego hasta el fin de semana, cuando la gente recobre su rutina de ocio nocturno.

De momento, el pasado martes por la noche, la ley se cumplió en las principales ciudades. 'No me parece bien, porque cuando salgo y bebo me apetece un cigarro, pero también es verdad que estoy fumando menos', confesaba Lucía, en el barrio madrileño de Malasaña. Su amiga Amaranta, aunque no fuma, salió a acompañarla. 'Me parece fatal. Ahora salen a la calle y yo me quedo con conversaciones incompletas', se quejaba.

Las discotecas y pubs pasarán su prueba de fuego el fin de semana

Javi, Manu y Asun vigilaban a través de la ventana de otro pub que nadie se llevara sus chaquetas ni sus copas mientras fumaban. No está permitido sacar la bebida de los pubs. Pero en el barrio de Huertas, zona de encuentro nocturno de turistas, los locales hicieron la vista gorda.

Unos metros más arriba, tres amigos discutían. 'No soporto ver un partido de fútbol sin fumar, pero la gente no tiene por qué tragarse mi humo', aseguraba Alberto, con una cerveza en la mano. 'Pero se olvidan los derechos de los fumadores', le insistía su amiga Rocío. En lo que están de acuerdo es que no dejarán el tabaco por la ley.

En las calles del Barrio Gótico de Barcelona había más gente de lo habitual. A quienes transitaban de un local a otro, se sumaron los que salían a las puertas de los bares y salas de fiesta para echar un cigarrillo. Cristina, no fumadora, recibió la ley con alegría. '¡Qué maravilla! exclamaba al salir de un conocido local de jazz. El aire dentro está limpio, hacía tiempo que deberían haberlo hecho'.

'Lo difícil será que no se moleste a los vecinos', dice el portero de un local

Los que fuman dicen que la ley es adecuada siempre que esté permitido salir a echar un pitillo. 'Mientras nos dejen salir fuera a fumar, lo encuentro bien, la verdad es que a veces las salas son muy pequeñas y el aire es irrespirable', explicaba Laura frente a una discoteca de la Plaza Real.

Pero la medida tiene otras repercusiones. 'Lo más complicado será controlar que la gente no moleste a los vecinos', afirmaba Antonio, portero de discoteca. La Federació Catalana d'Activitats Recreatives Musicals ha propuesto que si los clientes están demasiado tiempo fuera y no atienden a las recomendaciones de los empleados del local, tengan que volver a hacer cola y pagar la entrada.

Mayor problema pueden tener los locales que hasta ahora no dejaban salir y volver a entrar sin pagar de nuevo la entrada. En la cola de una de esas salas, Albert y sus amigos apuran sus cigarrillos. '¡Qué le vamos a hacer! No dejaré de venir por esto, pero seguramente sí que me iré antes', admite Albert. A su lado, una chica exclama que si no puede salir, va a fumar dentro.

Los fabricantes de estufas de terrazas han agotado las existencias

En Sevilla, Juan se preguntaba el martes por la noche, a las puertas del local de conciertos Naima, qué es un bar de jazz sin humo. En la puerta, con la copa en la mano, Raúl destacaba: 'Es la primera vez que salgo y voy a llegar a casa sin que la ropa huela a humo'. Los fumadores salían afuera a dar unas caladas. 'Puede que me haya ahorrado ya varios cigarrillos', reconocía María.

Los fumadores, de noche, acostumbrados a despachar un cigarrillo detrás de otro, no encontraban su espacio. Juan no fuma, pero le gusta el Naima y responde a su propia pregunta: 'Un bar de jazz sin humo es como un puzzle sin una pieza'.

Pocos pasos más allá del Naima está el Ítaca, una discoteca de ambiente gay. Anoche había poca gente, menos de una decena de noctámbulos. Nadie fumaba dentro. Habían colocado unos letreros que indican una terraza para fumadores. En la puerta, han colocado un toldo y unas persianas para que la gente pueda fumar sin necesidad de entrar y salir.

Los bilbaínos también echaron en falta poder compaginar tabaco y alcohol. Pero cumplieron. 'Igual, con el paso del tiempo, nos vamos acostumbrando, pero de un día para otro es difícil, y si estás de tragos, pues aún más', decía Mikel, cigarro en boca en un bar del Casco Viejo de Bilbao.

En la Plaza Nueva de Bilbao, repleta de bares de tapas, la ley se cumplía a rajatabla antes de la medianoche, aunque algún que otro cliente lo hacía a regañadientes, como Josu: 'Quien quiera mantener el negocio tendrá que hacer como en otros países de Europa, donde ponen calefacciones en la calle. Al final, el que va a perder será el bar del obrero, el que no pueda asumir ese gasto'. De hecho, los fabricantes de estas estufas ya han agotado sus existencias.

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