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ETA, el lento camino hacia la derrota final

Los golpes policiales han convertido a la banda terrorista en una sombra de lo que fue en los ochenta

PEDRO ÁGUEDA

Si hubiera que elegir una operación policial contra ETA por su trascendencia, esa sería, sin duda, la que sirvió para acabar con el colectivo Artapalo en marzo de 1992. Sus tres integrantes dirigían una organización terrorista que se había despedido el año anterior con 46 muertos y amenazaba con romper el escaparate internacional de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Fue una victoria policial que permitió respirar aliviado al Gobierno de Felipe González, a pesar de que ETA se reorganizó después cuantas veces fue decapitada.

Tuvieron que pasar 12 años para que uno de los miembros de aquella tríada, Francisco Múgica Garmendia, Pakito, pusiera por escrito lo que aún no quieren ver algunos de sus sucesores: 'La estrategia político-militar ha sido superada por la represión del enemigo'. A día de hoy, Pakito y su compañero del colectivo Artapalo, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, están expulsados de la organización y son miembros avanzados del proceso de reinserción impulsado por el Gobierno tras el fracaso de la última negociación. Sólo José María Arregui Erostabe, Fiti, permanece ajeno a cualquier cambio en su celda de una cárcel andaluza.

La caída de 'Artapalo' en 1992 marca el comienzo del declive operativo de ETA

Mientras, el ejército que una vez fue ETA emprende el camino de retirada, aunque en su comunicado de ayer sigue insistiendo en reclamar sus históricos objetivos de territorialidad (la unión de Euskadi y Navarra) y derecho de autodeterminación. Con poco más de cien militantes en suelo francés y los zulos vacíos de explosivos, la ETA de hoy en día poco se parece a aquella que dirigía el colectivo Artapalo.

Las estrecheces operativas comenzaron obligando a ETA a abandonar acciones espectaculares, como los secuestros. El último data de julio de 1997 y costó la vida al concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco, asesinado 48 horas después. Fue una acción exprés para intentar torcer el brazo al Estado que tomaba el relevo de los secuestros de larga duración, con los que ETA se aseguraba un protagonismo diario a costa de la angustia de la familia y de toda la sociedad.

La banda asesinó a 92 personas en el año 1980 y a 23 tras la tregua de 1999

Pero el acoso policial hizo que a ETA le resultara imposible mantener encerrado durante meses a una de sus víctimas sin que el escondite fuera descubierto. De hecho, el último plan conocido de este tipo fue el secuestro de un concejal del PSE de Eibar en 2008.El solo hecho de que el objetivo llevara escolta ya hizo alos terroristas abortar el plan.

A lo que ETA no ha renunciado en ningún momento de su historia ha sido a los asesinatos. Lejos queda el peor año, 1980, con 92 muertos. Más reciente es la última embestida prolongada en el tiempo por parte de la organización terrorista, la que siguió a la tregua de 1999, con 23 muertos en 2000 y 15 más al año siguiente. Pero irrumpió en España el terrorismo yihadista en 2004 y ETA intentó que nadie vinculara unos métodos con otros. A un largo periodo de inactividad se sumó la penúltima tregua, que la banda rompió con el atentado de la T-4.

Pakito' certificó en 2004 por escrito la derrota policial de la organización

Pero la debilidad operativa siguió haciendo mella en el seno de la banda. Según un cálculo realizado en 2007 por el periodista Florencio Domínguez, la media de vida en ETA se ha reducido de los 51 meses que pasaban en la clandestinidad sus miembros en 1978 a los 26 que han aguantado en los últimos años antes de ser detenidos. Y en esa debilidad, según los expertos, influye directamente la escasa formación de los últimos terroristas, que en ocasiones se ha visto reducida a horas de entrenamiento furtivo en el sur de Francia. El último comando Navarra, por ejemplo, fue adiestrado en el manejo de explosivos durante un encuentro de fin de semana.

Esa impericia se ha trasladado en muchas ocasiones a los cuadros de la organización terrorista. El longevo perfil de dirigentes como Pakito se fue sustituyendo por el de otros, menos cualificados, que han suplido sus carencias con una mezcla de arrojo, inconsciencia y crueldad. Sirva como ejemplo el terrorista más famoso de los últimos tiempos, Garikoitz Aspiazu Rubina, alias Txeroki. Cuando se aupó hasta la cúpula del aparato militar en 2003 planificó un blindaje para evitar las continuas detenciones de sus miembros, pero a día de hoy no llegan a una decena los etarras de aquella estructura que aún siguen en la clandestinidad.

Las estrecheces operativas le han obligado a detener los secuestros

Ideológicamente, ETA se ha mantenido como una organización marxista. Así lo atestigua La organización de la revolución en Euskal Herria, el documento incautado a Ekaitz Sirvent, considerado su autor y el último ideólogo de la banda, detenido en París en abril de 2009. En él, Sirvent decía que los miembros de la izquierda abertzale están abocados a elegir entre 'comunismo o caos'.

Sin embargo, la rectitud de los militantes de ETA se ha ido quebrando con los años. El pasado enero, laErtzaintza desarticulaba el comando que había intentado causar una masacre en la comisaría de Ondarroa en septiembre de 2008. Uno de sus integrantes, Javier Zubizarreta, escondía 39 dosis de cocaína, otras dos de productos para cortar la droga y una báscula. Lejos quedan los tiempos en los que ETA perseguía a los narcotraficantes hasta llegar a asesinarlos, aunque fueran toxicómanos que trapicheaban para pagarse su dosis, como Ángel María González Sabino, muerto de un tiro en la cabeza el 2 de junio de 1993 en su domicilio de San Sebastián.

En la investigación del comando de Ondarroa salieron a relucir nombres sobradamente conocidos por los Servicios de Información. El motivo es que el desgaste de los años ha frustrado estrategias de ETA como la potenciación de comandos formados por miembros legales, sin fichar, que no levantaran sospechas. El último ejemplo que funcionó a ETA es el Elurra (Nieve), compuesto por cuatro jóvenes sin antecedentes que lograron volar la T-4 y poner fin al último proceso de paz.

Los etarras pasan ahora 26 meses en la clandestinidad antes de ser detenidos

La dificultad para reclutar nuevos militantes provoca que las últimas operaciones hayan llevado a los investigadores una y otra vez hasta viejos conocidos. 'Busca todo tipo de personas, gente quemada, limpia, chollos... es igual, hay trabajo para todos'. La frase aparecía en una carta dirigida por el jefe del último comando Vizcaya, Arkatiz Goikoetxea, a uno de sus colaboradores hace dos años, antes de ser detenidos por la Guardia Civil.

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