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Griñán se la juega en las municipales

La cita de mayo será la gran prueba de fuego para un liderazgo que aún suscita dudas internas

ANTONIO AVENDAÑO

En el PSOE andaluz circulan desde hace semanas dos preguntas de imposible contestación. Una es si los socialistas aprobarán con nota el crucial examen de las municipales de mayo. La otra es si el presidente Griñán soportaría la presión derivada de unos malos resultados, como perder Sevilla o algunas diputaciones.

José Antonio Griñán se enfrenta en este 2011 al primer gran desafío de su carrera política como presidente de la Junta y, sobre todo, como secretario general de los socialistas andaluces. Las municipales de mayo serán para el líder andaluz la prueba de fuego y el punto de inflexión de una trayectoria cuyo desenvolvimiento está siendo más trabajoso de lo inicialmente previsto por su antecesor en el cargo, Manuel Chaves, y por el propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

Aunque gane en concejales, el PSOE puede perder Sevilla y tres diputaciones

El azote de la crisis económica, que ha castigado a Andalucía con una dureza proporcional al peso del ladrillo en la comunidad y que ya suma más de 900.000 parados, ha deteriorado extraordinariamente la marca federal PSOE, y es lógico que, como ocurre en otros territorios, a la organización andaluza le llegue la onda expansiva. Pero, al mismo tiempo, el liderazgo como tal de Griñán no acaba de afianzarse ni de despejar dudas entre los mismos dirigentes provinciales que en marzo de 2010 lo auparon a la secretaría general. Varios de ellos admiten en voz baja que, dos años después de acceder a la Presidencia y uno después de tomar las riendas del partido, su liderazgo es todavía una incógnita.

Otros dirigentes con mejor memoria no olvidan, sin embargo, subrayar que tampoco Manuel Chaves se convirtió en un referente orgánico de la noche a la mañana. Cuando llegó a Andalucía en 1990, avalado por Felipe González y Alfonso Guerra, no fue recibido precisamente con los brazos abiertos por la dirección del partido. Habrían de transcurrir varias citas electorales y un complicado congreso para que Chaves afianzara su liderazgo. Pese a los malos agurios que proyectaban los pobres resultados de las municipales de 1995, en las que el PP se quedó a menos de tres puntos del PSOE, Chaves logró al año siguiente en las autonómicas una decisiva victoria que enterraría para siempre el guerrismo al que el presidente estaba enfrentado de manera irreconciliable.

Los grandes lastres de Griñán son unas arcas exhaustas y 900.000 parados

Griñán aún no ha tenido ocasión de demostrar sus dotes estratégicas, y no tendrá fácil hacerlo. Las arcas andaluzas, como casi todas las arcas autonómicas, están exhaustas y el margen, por tanto, para hacer inversiones de relumbrón es muy escaso. La palabra recortes manda ahora en el vocabulario presupuestario.

Si los socialistas andaluces retroceden significativamente en mayo con respecto a 2007, y es previsible que lo hagan, quien tendrá que dar explicaciones es el secretario general del partido. Dar explicaciones y algo más: tendrá que poner en marcha una estrategia capaz de contrarrestar el efecto bola de nieve que tendría una mejora apreciable del PP en la representación local, lo que le permitiría ¡por fin! ser percibido como favorito para vencer en 2012. En todo caso, tendría que vencer por mayoría absoluta, pues si PP e IU-CA sumaran más escaños es casi seguro que habría pacto. Los expertos calculan que el PP debería obtener al menos el 48% de los votos emitidos para alcanzar los 55 diputados que dan la mayoría absoluta en el Parlamento, y lo cierto es que en las encuestas más solventes se queda a poco más de un punto de ese porcentaje y a nueve por delante del PSOE.

En las municipales, sin duda el PSOE ganará de nuevo por goleada en número de concejales: de los casi 9.000 en juego, en 2007 obtuvo prácticamente el 50%, casi el doble que el PP. Pero si pierden una plaza tan decisiva como Sevilla, no logran conservar ciudades medias como Jaén o Jerez o se les escapan las diputaciones de Málaga, Granada o Almería, los datos brutos no les servirán de mucho para convencer a la opinión pública de que han ganado las elecciones.

Algunos dirigentes echan en falta una mayor determinación del Gobierno andaluz. Su balance de 2010 no ha sido brillante y no puede correr el riesgo de que tampoco lo sea el de 2011. A la confusa estrategia sobre las cajas de ahorros, la precipitación en materias tan sensibles como la reordenación del sector público o los titubeos en la aplicación de las nuevas medidas fiscales, se suma la falta de un referente orgánico que concite el respeto de los dirigentes provinciales.

Tras la espantada del vicesecretario Rafael Velasco, Griñán tenía dos opciones y prefirió la menos problemática. Dejó correr el escalafón convirtiendo en número dos a la joven dirigente Susana Díaz. La opción que reclamaban algunos sectores del partido era nombrar un Marcelino Iglesias andaluz: alguien con experiencia, autoridad y peso personal y político propio. El nombre que le fue sugerido a Griñán desde Ferraz fue el de Francisco Vallejo, hoy senador y uno de los hombres fuertes de los sucesivos gobiernos de Chaves, además de haber sonado con fuerza como su posible sustituto.

Era difícil, no obstante, que prosperara una propuesta así: Griñán no sólo había prescindido de Vallejo en su Gobierno en la primavera pasada, sino que además su designación como número dos del partido habría instaurado un clima de bicefalia poco aconsejable, haciendo de él un candidato in péctore para sustituir al propio Griñán si las cosas salieran en las municipales tan mal como para tener que buscar con urgencia un recambio solvente, además del de la consejera de Presidencia, Mar Moreno.

En tal caso y tras la fallida experiencia de Griñán, Vallejo habría contado con los parabienes provinciales y federales con que no contó cuando Chaves dejó la Junta. Pero todo eso es ahora mismo mera política ficción.

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