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Bloqueo electoral

Los sondeos transmiten la impresión de que los votantes dan por cerrado el juicio sobre el Gobierno de Zapatero

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

Hace ya seis meses que la distancia entre el PSOE y el PP en las tendencias electorales se encuentra estabilizada en unos 13 puntos. Las variaciones desde octubre de 2010 se mueven sólo unas décimas arriba o abajo y no puede atribuírseles significación, son ligeras fluctuaciones coyunturales sin trascendencia alguna en las posiciones políticas de los electores.

A la situación de fuerte dominio del PP en las tendencias electorales, consolidada a principios de este periodo, se llegó tras el desplome que se había producido en la intención de voto socialista a lo largo del primer semestre del año pasado, 'el quinto escalón' como se tituló el análisis del Publiscopio de octubre de 2010 en su descenso a los infiernos. En ese escalón permanece el PSOE desde entonces. De hecho, los resultados directos de la encuesta de hace seis meses son casi idénticos a los de la última semana (16,3% de intención de voto al PSOE entonces y 16,6% , ahora; al PP, 27,3% y 27,4%; a IU, 4,7% y 5%; a UPyD, 3,2% y 2,9%...; 36,9% y 36,0% de indecisos). Nada parece haber cambiado en el semestre. Lo que hay que explicar ahora no son ya los sucesivos descensos del voto socialista, sino su permanencia en este nivel.

Las medidas del Gobierno no han tenido efecto en las tendencias electorales

A primera vista, esa estabilidad resulta difícil de explicar. Durante estos seis meses se han sucedido acontecimientos económicos significativos y el Gobierno de Zapatero ha tomado medidas cuya importancia no puede dejar de reconocerse, con independencia de la valoración que merezcan. Sea para ganar o para perder votos, parece que deberían haber tenido efectos en las tendencias electorales. Pero no ha sido así, en absoluto.

Es posible que al bajar aquel escalón, que era el quinto de los descendidos por el Partido Socialista desde la elecciones de 2008, hubiera llegado a pisar la llanura abisal y de ahí no pudiera ya ir más abajo. Aunque en los océanos electorales existen también fosas marinas, en las que puede caer un partido y desaparecer por completo como le ocurrió a UCD, tal cosa sucede muy raramente a formaciones que representan ideológicamente a un sector importante de la población, fuera de coyunturas muy excepcionales en las que cambia todo el sistema de partidos. Los partidos tienen un suelo contra el que se pueden estrellar, pero es muy difícil que lo rompan para llegar más abajo. El suelo del PSOE parece estar cerca del 33%, un nivel al que, después de 1979, nunca ha descendido en elecciones generales. En las encuestas actuales está por debajo de ese nivel, pero, para que llegase efectivamente a él en los próximos comicios, haría falta que sus muchos indecisos y abstencionistas se quedasen todos ellos en casa, lo que es improbable. Que su suelo electoral esté por encima de su posición demoscópica actual, sin embargo, no le salvará de la catástrofe si no cambian las tendencias de voto.

En las encuestas, el PSOE está ahora por debajo del 33% de los votos, su suelo electoral

Los partidos también tienen un techo electoral que no es sólo el suelo de los demás, como se está viendo ahora con la tendencia de voto del PP. El techo del PP parece estar en torno al 45% del voto su resultado de 2000 y aunque el PSOE baje ahora 13 puntos de su resultado de 2008, el voto popular no sube más de tres o cuatro, porque ya está en su techo; la diferencia la absorben los demás partidos. El techo del PP, desde luego, le basta y le sobra para ganar por mayoría absoluta unas elecciones.

Desde el punto de vista de los votantes, la estabilidad actual de las tendencias de voto pese a las fuertes medidas que Zapatero está tomando transmite la impresión de que el electorado daría ya por cerrado el juicio sobre su Gobierno. Quizás ni siquiera de los muchos indecisos que hay hoy pueda pensarse que mantengan su juicio en suspenso, sino que, formado ya su juicio desfavorable, no están aún seguros de lo que, a pesar de ello, harán en las elecciones, y por eso se declaran indecisos.

La última oportunidad de Zapatero es que cambien los criterios con los que se le juzga

¿Puede abrirse de nuevo ese juicio? La aparición de nuevos datos, con los sucesivos paquetes de medidas económicas y legislativas adoptadas por Zapatero durante estos meses, induciría a esperarlo. Sin embargo, hay un motivo para que no suceda así: si estas medidas se perciben con el mismo significado que las que fue tomando en 2010, hasta desembocar en la huelga general, el electorado socialista que es el que soporta casi toda la pérdida de posiciones electorales del PSOE no tendrá razón para revisar un juicio que sin duda le resulta incómodo, si no doloroso, y cuyo fallo no cambiaría. Mientras Zapatero no haga otra cosa y haría falta además que lo que hiciera se percibiese como otra cosa es improbable que se reabra el juicio.

La última posibilidad a la que quizás esté apostando Zapatero para recuperar el voto de su partido es que cambie, no la orientación de su política, sino los criterios con los que los electores la juzgan. El significado de sus políticas sería el mismo, pero cambiaría su sentido, se verían desde otras perspectivas. No es fácil, y si las elecciones fueran dentro de pocos meses como en Portugal, es difícil que sucediera. Pero, en el plazo del año que falta en España para las elecciones y en el contexto dramático de las medidas ante la crisis en Europa, no es descartable que se produzca ese cambio de criterio en sectores del electorado socialista suficientemente amplios como para modificar las tendencias de voto.

Lo que parece más probable, sin embargo, es que ese cambio de perspectiva se produzca efectivamente, pero ya con un Gobierno del Partido Popular, que, en sustancia, continuaría y profundizaría sin dudarlo las políticas económicas actuales diseñadas y puestas en marcha por Zapatero. Eso sería, además, lo más lógico, porque los criterios que se impondrían entonces para juzgar las medidas ante la crisis serían los del sistema: que esto es lo que hay, que no se puede cambiar y que lo único que podemos hacer es tragarlo con resignación. Y, para eso, es probable que mucha gente piense que nada más adecuado que un partido de derechas en el Gobierno.

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