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Peores personas

La demagogia electoral moviliza el odio

LUIS GARCÍA MONTERO

Conviene pedirle a una campaña electoral que no nos haga peores personas. Casi podemos conformarnos con eso. Las fechas hirvientes, que calientan con un fuego apresurado las declaraciones y los sentimientos, suelen desatar nuestras pasiones sin ningún pudor. Hay debates que, convertidos en un espectáculo de demagogia para extremar los enfrentamientos, movilizan los rencores, los miedos y la necesidad de odiar. Un rencor bien escogido soluciona muchas dudas, facilita una lectura muy clara y cómoda del mundo, pero nos pudre poco a poco. Las obsesiones hacen que el corazón huela a cerrado.

El votante perplejo se alegra al enterarse de que la Compañía de Jesús, a través del Servicio Jesuita a Migrantes de España, ha pedido a los políticos que no instrumentalicen la inmigración en sus debates electorales. Cuando los problemas económicos dificultan la vida, cuesta poco sentirse amenazado por peligros fáciles de criticar, despreciar y castigar. Denunciar a un especulador es menos carnal, más abstracto. Al margen de cualquier análisis real de la situación económica, algunas declaraciones conforman el cóctel de la identidad y el desempleo para invitarnos a la persecución del extranjero que viene a quedarse con las ayudas estatales y los puestos de trabajo. La búsqueda del voto por este camino nos hace más mezquinos, más racistas, peores personas.

Un rencor escogido soluciona muchas dudas, pero nos pudre poco a poco

También le preocupa al votante perplejo las reacciones que ha provocado la decisión del Tribunal Constitucional sobre la presencia de Bildu en las elecciones. Se puede discutir una sentencia, y al votante perplejo le gustan poco las costumbres del Poder Judicial español, pero son muy inquietantes las manipulaciones electoralistas del terrorismo que convocan al odio, y no ya contra los asesinos, sino también contra los políticos, los jueces y los territorios. Alentada por la atmósfera de gritos que ha desatado el simple cumplimiento de la Constitución, una representante de las víctimas declaró que 'nos han vuelto a matar a todos'. Y el votante perplejo le pide a los políticos del PP y a sus acompañantes mediáticos piedad para esas víctimas.

El poeta Ángel González agradeció siempre a su madre que lo hubiese salvado del rencor. La Guerra Civil impuso una factura muy cruel a su familia, con asesinatos, exilios y depuraciones. Pero el verdugo sólo triunfa del todo cuando hunde a su víctima en la obsesión del odio y la venganza. Por eso su madre se había preocupado de que no perdiera nunca las ganas de vivir, de que no se definiera sólo, de forma unidimensional, como una víctima. Que el PP está dispuesto a sacrificar lo que haga falta para conseguir la victoria, es algo que ha dejado claro en la actitud de su oposición. Al votante perplejo le duele más que nada la manipulación del terrorismo. El PSOE también ha caído en la tentación, pero ha mostrado más respeto por el dolor de las víctimas. Institucionalizar el rencor es una falta de piedad y nos hace peores personas.

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