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Populismo entre lechugas y pepinos

Barberá se reivindica como 'alcaldesa de los mercados'

SERGI TARÍN

Mercados y mercadillos son los territorios más seguros para Rita Barberá cuando la campaña arrecia y la contienda electoral se aproxima. Hoy le toca el turno al viejo zoco de Russafa, uno de los barrios más populares y donde el voto a la alcaldesa tiene mayor raigambre. Poco antes del mediodía, los suyos despliegan el campamento junto a las escalinatas del mercado. Y en ese momento irrumpe el invitado menos esperado, Joan Calabuig, su rival socialista, también de campaña por la zona. '¡Vamos compañeros, hay que pasar al lado de los del PP!', truena una voz desde el centro de la comitiva. Calabuig cruza las líneas enemigas en un suspiro y bajo un fuego cruzado de improperios.

La escena sirve de preámbulo a la llegada de Barberá. '¡Esa Rita!', '¡La más guapa de Valencia!', se escucha entre el gentío. La alcaldesa se abre camino entre una trinchera de carros de la compra y una masa grumosa de jubiladas. Con el rostro untado en carmín, inicia el recorrido por el pasillo central. Tras ella, le sigue un populoso séquito de municipales, guardaespaldas, concejales, militantes, miembros de NNGG y asesores. Uno de ellos se gira hacia el equipo de Canal 9: '¡Sacadme guapa a la jefa!'. 'Como siempre', le responde el cámara con gesto cómplice.

'¡Viva la alcaldesa de España!', grita unvoz '¿Habéis oído?' se recrea Barberá

'¡Qué bonitas las lechugas! ¡Qué limpios los pepinos!', Barberá pasea la mano por las rugosas coliflores y se dirige a las berenjenas como si les pidiera el voto. Entonces, de un brinco, se cuela en una de las paradas y se dedica a vender zanahorias y brócolis. '¡Esto es magnífico!', exclama y la escena campestre finaliza con un pescozón a la sonrosada mejilla de una verdulera. La alcaldesa reanuda la marcha hacia las frutas, los salazones y los embutidos. No puede estarse quieta. De pronto algo le llama la atención, da un golpe de timón y el grupo se desborda. '¡Qué viva Rita, la alcaldesa de España!' se oye desde lejos y Barberá se gira hacia los periodistas: '¿Estáis escuchando? Esto es una explosión de cariño cada vez que vengo. Soy la alcaldesa de los mercados'.

'Aves selectas'. Es el rótulo de la parada desde donde Jaime Mayor Oreja ve llegar a Barberá como un mascarón de proa empujado por la muchedumbre. '¡Qué barbaridad!, le susurra cuando ésta se arroja a sus brazos. La alcaldesa ha tocado puerto y entre sus asesores se ven esculpidas sonrisas complacientes. Hoy ha habido poco trabajo y apenas se han escuchado reproches. Tan solo el de una treintañera en paro y una señora que vive en una calle llena de baches. Minucias para un grupo adiestrado en repeler las voces críticas y fisgonear las conversaciones entre periodistas y ciudadanos descontentos.

«¡Qué limpios los pepinos!», se dirige a las hortalizas como si les pidiera el voto

Pero las alarmas se activan poco tiempo después. La alcaldesa, tras abandonar el mercado, acude a un centro de mayores cercano. En mitad del discurso, Isidora la corta en seco. 'Mire doña Rita, pues yo no la pienso votar'. La intervención genera una polvareda de murmullos y, en un santiamén, se le aproxima una de las asesoras de Barberá. '¡Pero no se da cuenta que aquí hay periodistas!', le recrimina mientras le golpea el hombro con el fajo de programas electorales. '¡Tome la palabra y dígale que la va a votar! ¡Dígaselo!' Isidora abandona la sala y, tras el acto, reaparece del brazo de la asesora, que la conduce hasta la fila donde la alcaldesa firma autógrafos. 'No quiero ir, que me riñe...', lloriquea. La asesora la mira severamente: 'Tranquilícese. Rita nunca se enfada'.

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