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"Feijoo no quiere aparecer vinculado al fraguismo"

Tras dos décadas de luchas por el poder interno, la nueva derecha gallega olvida la 'boina' y se cuadra ante Génova

RAMÓN VILAR

Mariano Rajoy y José Manuel Romay Beccaría nunca olvidarán el congreso que el Partido Popular de Galicia celebró en 1997 en el municipio pontevedrés de A Estrada. Los dos únicos ministros gallegos del primer gobierno Aznar parecían dos astronautas en medio de la fiesta conservadora. Los partidarios de su máximo rival, Xosé Cuíña, se sentían fuertes y estaban dispuestos a demostrarlo. La treta preparada por la organización eran tan sencilla como efectiva: colocar por orden alfabético a los dirigentes del PPdeG en el estrado. Así, mientras Cuíña, Cacharro y Baltar sonreían a los fotógrafos desde la primera fila, Rajoy y Romay palidecían observando las calvas de alcaldes y diputados rasos. Aquel congreso quedó para historia como el del “poleiro”, que es como se denomina en gallego al lugar elevado donde se colocan las gallinas para dormir.

Durante los 16 años en los que Manuel Fraga presidió la Xunta (1989-2005), dos grandes sectores de la derecha gallega jugaron a morderse la yugular. A un lado los partidarios de la 'boina', encabezados por el conselleiro Xosé Cuíña y los presidentes provinciales de Lugo, Francisco Cacharro Pardo, y de Ourense, José Luís Baltar. En la línea de enfrente José Manuel Romay Beccaría, eterno hombre fuerte de los conservadores coruñeses, y Mariano Rajoy, sin poder territorial pero con despacho en Génova, representaban el llamado 'birrete'.

Los primeros abrazaban la línea más autonomista del partido. Dueños y señores del voto rural, reivindicaban un espacio propio de decisión y recelaban de las injerencias de Madrid. Los segundos, con especial predicamento entre los profesionales liberales y el gran empresariado, se movían con mayor soltura en las áreas urbanas. Para unos el enemigo eran los “señoritos” acostumbrados a mangonear en el partido sin mancharse en el barro. Para los otros, los rivales representaban el peor “caciquismo de aldea”. Los dos bandos se disputaban la sucesión de un Fraga que jugaba a repartir caricias sin acabar de decantarse.

Los dos bandos se disputaban la sucesión de un Fraga que jugaba a repartir caricias 

Cinco años después de que Núñez Feijoo se hiciese con las riendas del partido, el otrora poderoso sector de la boina ni está ni se le espera. “Hoy hablar de boina y birrete no tiene sentido”, subraya Xosé Luís Barreiro. Este profesor de Políticas conoce bien los mimbres de la derecha gallega. Hasta 1987, año en el que apoyó la moción de censura del socialista González Laxe, fue uno de los hombres fuertes de Alianza Popular en Galicia. A su juicio, el histórico enfrentamiento entre boinas y birretes se resume a una descarnada lucha por el poder sin base ideológica real: “Contra lo que se ha hablado, el PPdeG tiene muy pocas identidades propias que le diferencien del PP estatal”.

Todo lo contrario sostiene una de las pocas voces del PPdeG que se atreve a cuestionar en público al ejecutivo de Feijoo: “Ahora hay una gente que manda con menos nivel de autonomía con respecto a Madrid. Aún pervive un sentimiento galleguista en las bases y este no es el discurso del PPdeG. Decir lo contrario sería engañarse”. Los gramos de sal en las viejas heridas las pone el empresario Rafael Cuiña, hijo del fallecido Xosé Cuíña. No duda en disparar con ironía contra los herederos del 'birrete': “El partido se basa ahora en grandes líderes locales que no gobiernan en ninguna de sus ciudades”.

l PPdeG vende hasta la saciedad la idea de que los nuevos tiempos nada tienen que ver con boinas ni con birretes. El mejor ejemplo sería Núñez Feijoo: de extracción rural y formación académica, la simbiosis entre dos sectores tan virulentamente enfrentados. Nada más lejos de la realidad. Desde que en 1991 el entonces conselleiro de Agricultura, Romay Beccaría, lo fichó de número dos para su gabinete siempre ha sabido quienes eran los suyos.

Manuel Martínez Barreiro, uno de los analistas más lúcidos de la política gallega, lo tiene claro: “El núcleo dominante del PPdeG es postaznarista. Otra cosa es la composición de la derecha gallega que es mucho más complicada”. Y dicha complicación se debe a que el PP, más que como un partido funcionó en Galicia como una coalición. Frente a patas negras de la vieja Alianza Popular como el propio Mariano Rajoy o Romay Beccaría, el PP contaba con líderes de procedencia muy diversa. Dos buenos ejemplos son Cuiña y Baltar. El primero entra en la política municipal como independiente y el segundo es un viejo discípulo del empresario Eulogio Franqueira, un antiguo diputado de la UCD que en los ochenta fundó Coalición Galega, el único intento de crear una “CiU a la gallega” que estuvo a punto de cuajar.

“El núcleo del PPdeG es postaznarista. Otra cosa es la composición de la derecha gallega”. “Feijoo no quiere aparecer vinculado al fraguismo, a pesar de haber sido conselleiro con Fraga. Es un presidente sin memoria. Cuando se le pregunta dice que entró en el PP en el año 2000 (con la mayoría absoluta de Aznar). Es un hijo del aznarismo y también de Romay Beccaría, claro”. Para Manuel M. Barreiro hay una explicación para el triunfo final del birrete sobre la boina. Con la mayoría absoluta de Aznar en Madrid, el PP comienza a ser una realidad fuerte en las ciudades gallegas. Ahí comienza a curtirse una nueva hornada de dirigentes que hoy dominan la derecha gallega. Urbanos, ultraliberales en lo económico y beligerantes en cuestiones como la normalización lingüística o la reforma del Estatuto, son la antítesis de aquellos que soñaron un PPdeG que fuese algo más que una franquicia.

Catorce años después Romay ya no contempla el partido desde el “poleiro”. El “curilla”, como le apodaban algunos de sus enemigos internos por su vinculación al Opus Dei, tiene motivos para mostrarse orgulloso. Para muchos de los nuevos dirigentes es un referente. Él mismo lo decía hace meses en una conferencia en A Coruña: “Tengo discípulos mejores que el maestro”. La lista no es pequeña: Feijoo; la conselleira de Trabajo, Beatriz Mato; la de Sanidad, Pilar Frajas; el nuevo líder del PP en A Coruña, Carlos Negreira y un largo etcétera.

En diciembre de 2007 una neumonía acabó con la vida de un Xosé Cuíña que acariciaba la idea de volver a plantar cara a los del 'birrete'. Cacharro Pardo pasea por Lugo retirado de la primera línea política. El antiguo barón ha dejado claro en más de una ocasión que con Feijoo más bien frío que calor. De aquella poderosa troika de la 'boina' sólo se mantiene activo el ignífugo Baltar. Cuando el viento soplaba a favor el presidente de la Deputación de Ourense tenía por costumbre regalar una figura que representaba a un paisano con boina. Ahora sabe que han puesto precio a la suya y no está dispuesto a venderla.

Pero, ¿qué fue de los numerosos alcaldes que sustentaban el poder de la 'boina'? “Los alcaldes del rural cambian ayudas económicas por apoyos políticos. En el pasado también se hacía, pero tenemos que evolucionar todos y no sólo para lo que nos interesa”, afirma Rafael Cuiña.

Sea porque como piensa Xosé Luís Barreiro nunca existió ese otro PP galleguista o porque como opina Rafael Cuíña el partido ha variado el rumbo, lo cierto es que muchos de los alcaldes que antes aplaudían los discursos de “Galicia Nai e Señora” ahora aplauden todo lo contrario. Adaptándose a los nuevos tiempos han optado por el “viva quien venza”. Las boinas, si es que las conservan, mejor guardadas en el armario, no vaya a ser que se las capen en Santiago.

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