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El debate sobre la seguridad y la imagen de Sol marcan el futuro del movimiento 15-M

Interior descarta un desalojo pero los comerciantes exigen que se ponga fin a la acampada. La hoja de ruta divide a los concentrados en la plaza

ELENA HERRERA

Más de dos semanas después de que el campamento de la indignación se levantara en el kilómetro cero de las carreteras españolas, el debate sobre la continuidad en la Puerta del Sol sigue acaparando buena parte de la atención de los indignados. La horizontalidad del movimiento y el hecho de que los portavoces sean rotatorios dificulta la creación de una versión común, pero lo que sí es innegable que este asunto genera diversidad de opiniones entre los acampados. Al cierre de esta edición, la asamblea seguía debatiendo una hoja de ruta sobre el futuro de Sol.

De un lado están los que, alertados por la inseguridad del campamento, especialmente por las noches, y por el deterioro de las condiciones de salubridad de las que advirtió la comisión de sanidad en la asamblea general del martes, piensan que es hora de marcharse de la plaza y encauzar el movimiento con otra estrategia. Fuentes policiales admiten que, a pesar de que la protesta ha decaído en intensidad, siguen enfrentándose al mismo problema que hace dos semanas: una intervención por la fuerza provocaría una respuesta aún mayor de los indignados y que la concentración acabase reforzada, como ocurrió en Barcelona tras la carga de los Mossos.

La asamblea debatía anoche cómo reestructurar el campamento

Esas fuentes policiales coinciden con los portavoces de la protesta en la degradación de las condiciones bajo las carpas, tanto de salubridad como de seguridad. A los robos de cámaras fotográficas y ordenadores portátiles hay que sumar el incremento de personas sin hogar que, ajenos a la movilización, aprovechan las carpas para instalarse. La Policía, que sigue dialogando a diario con los portavoces del 15-M, ha llegado a identificar antiguos chabolistas de la Cañada Real entre los acampados.

Los indignados aceptan que hay problemas de seguridad, pero no más de los había en Sol antes de la acampada. 'Siempre ha sido una zona conflictiva, de mucho trasiego, de carteristas e indigentes, con zonas de bares muy cerca Me atrevería a decir que ahora está incluso mejor porque hay más gente dispuesta a hacer frente a los problemas desde la no violencia', explica un joven que colabora en la comisión de alimentación.

Sin embargo, quienes parecen haber perdido la paciencia son los comerciantes. La patronal hotelera exigió ayer al Ministerio de Interior que busque una 'pronta y definitiva' solución a 'la situación de ilegalidad' en la que se encuentran los campamentos en las principales ciudades de España, ya que de no ser así iniciará acciones legales para pedir responsabilidades por los daños al sector.

El movimiento cree que el futuro pasa por que los barrios tomen el testigo

La comisión de respeto es la encargada de mantener la buena convivencia. 'Lo más importante es mantener la calma, no ser violentos y apostar por la mediación', apunta Álvaro, uno de los portavoces de este grupo. 'Cuando hay un problema más grave, intentamos atajarlo y llevar a esas personas fuera del perímetro del campamento para que actúe la policía', explica.

Otros acampados sí admiten sentirse inseguros, especialmente cuando la zona está más vacía y tienen que hacer frente a situaciones 'incómodas' con 'personas indeseables que no están en Sol por una causa, sino para montar bronca o delinquir', dice un joven de la comisión de legal que no quiere dar su nombre.

'Deberíamos lograr algo antes de marcharnos', dice una indignada

Más allá de estos problemas, el miedo a que el fin de la acampada en Sol acabe con el Movimiento 15-M es una de las razones por las que buena parte de los indignados no están por la labor de levantar tiendas y toldos y abandonar una plaza que, aseguran, sirvió de punto de partida de la llamada spanish revolution. 'Pienso que tenemos que quedarnos como bastión del movimiento', apunta una joven que colabora en la comisión de extensión. Es precisamente este grupo uno de los que más puede aportar al avance del movimiento más allá de Sol.

Por el momento, explica un portavoz, su trabajo consiste en informar a las diferentes asambleas de barrio para conseguir el objetivo último: 'Un movimiento descentralizado y autogestionado que ayude a la gente a recuperar la soberanía'. El pasado domingo hubo asambleas en 46 barrios madrileños. 'Deberíamos conseguir algo antes de marcharnos, al menos la libertad sin cargos para los detenidos por los disturbios con la policía del 15 de mayo', apunta Carlos García, que colabora en la acampada desde el primer día y que, ahora, aporta todo lo que puede desde la comisión de alimentación.

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