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El hambre castiga a 32 países

Las ONG inciden en que las causas son políticas y denuncian la subida de los precios de los alimentos y el control de las tierras

SUSANA HIDALGO / PAULA DÍAZ

En septiembre de 2010, 140 jefes de Estado y de Gobierno se reunieron en Nueva York para hablar de los Objetivos del Milenio, los ocho retos fijados en 2000 para terminar con la pobreza y que tienen que estar cumplidos en 2015. En la cumbre, los gobernantes entonaron el mea culpa por el hecho de que en ese momento existiesen 925 millones de personas con desnutrición (el 13,5% del total de la población mundial), cifra que desde entonces apenas ha variado.

Casi un año después, el problema del hambre, lejos de solucionarse, está mostrando su lado más virulento con la crisis humanitaria que sufre el Cuerno de África y que ha obligado a miles de personas a desplazarse hacia las fronteras con Kenia y Etiopía.

En el mundo 925 millones de personas sufren desnutrición

En el año 2000, el 14% de la población mundial estaba desnutrida. Ese año fue cuando Naciones Unidas fijó que para 2015 el porcentaje tendría que estar reducido a la mitad, es decir, al 7%. Pero con datos de 2010 sólo se había conseguido reducir el número de personas que no tienen para comer en medio punto porcentual: al 13, 5%. 'El problema del hambre no es algo puntual, sino estructural', advierte Consuelo Crespo, presidenta de Unicef en España. Esta organización tiene marcados 32 países como prioritarios a la hora de recibir ayuda y donde sus habitantes carecen de seguridad alimentaria (concepto que va más allá de la emergencia de la hambruna y engloba la mala nutrición o la inaccesibilidad a los productos).

A la hora de explicar cómo atajar la malnutrición, Unicef pone un ejemplo práctico: sus programas en Perú. 'Se han logrado resultados increíbles con un coste muy pequeño', afirma Crespo. Con una inversión de 126 dólares por año y por niño atendido en Perú, esta agencia de Naciones Unidas ha logrado en dos años bajar el porcentaje de anemia en los más pequeños del 75% al 50%. 'Se trata de trabajar en prevención. Tratamos a las mujeres durante el embarazo y la lactancia, después damos a los niños complementos como hierro y vitamina A y vigilamos su peso y su medida. Fomentamos también la higiene personal y trabajamos junto a los gobiernos locales', subraya Crespo.

Intermón: 'Son los Gobiernos los que deben luchar contra la especulación'

Lourdes Benavides, responsable de Justicia Económica de Intermón Oxfam, destaca también otros países en los que, gracias a la 'voluntad política', se han conseguido grandes logros. 'En Brasil, por ejemplo, el porcentaje de población hambrienta se redujo a la mitad entre 2000 y 2007 gracias al programa Hambre Cero de Lula Da Silva', explica.

En Mali también 'están haciendo bien los deberes', señala Alicia García, portavoz de Acción contra el Hambre. 'Han implantado políticas nacionales de intervención en los mercados, estableciendo precios máximos para los productos básicos y creando reservas nacionales de cereales que lanzan al mercado a precios proporcionados cuando llegan las épocas de crisis', detalla.

Las ONG inciden en que los problemas del hambre van más allá de las causas naturales (como la sequía). 'El hambre no se debe sólo a una disminución de la producción, sino a una distribución no equitativa de los alimentos que impide que muchas familias puedan acceder a ellos', señala Leonardo Biagi, responsable de Acción Humanitaria de Ayuda en Acción. 'Por eso no podemos esperar a que se disparen los niveles de desnutrición y se declare hambruna en un país para reaccionar', sentencia.

Alicia García también cree que el hambre es 'prevenible porque se sabe, por ejemplo, que los periodos más complicados son los que van entre el fin de una época de cosecha y el comienzo de la siguiente'. 'Y existen sistemas de alerta temprana que evitarían crisis como la de Somalia', agrega.

'Está claro que ahora lo que se necesita es salvar vidas en Somalia con tratamientos médicos y nutricionales, pero hay otros países a los que hay que prestar atención como Etiopía, Kenia, Uganda o Sudán, que sufren crisis crónicas desde hace 30 años', recuerda por su parte Biagi. ¿La solución? 'Hay que trabajar desde las raíces del problema, fortaleciendo, en primer lugar, las capacidades locales de campesinos y pastores para cambiar la condición de vulnerabilidad de estas poblaciones', afirma.

Porque, como recuerda Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, 'en el mundo hay comida suficiente para terminar con el hambre'. El problema surge cuando la población no tiene recursos para acceder a esos alimentos debido, principalmente, al aumento de los precios y a la especulación financiera que se hace con las materias primas.

'La volatilidad de los precios favorece a los países productores y afecta a los países en desarrollo, cuyos habitantes gastan en algunos casos el 80% de sus ingresos en alimentación', denunció la semana pasada Sergio A. Jellinek, portavoz del Banco Mundial en América Latina y Caribe durante el curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo titulado Comunicación y desarrollo: nuevos escenarios. 'Si la gente empieza a dejar de comer o la alimentación que recibe es deficiente eso incide en otros factores de la vida, como que los niños dejen de ir a la escuela', agregó.

En el mismo encuentro, Antonio González, coordinador general de Médicos del Mundo y portavoz de la Coordinadora de ONG (Congde) alertó también de los recortes en Cooperación que están haciendo los estados por la crisis (en España, por más de 1.000 millones de euros). 'Las ONG están en estado de alerta, con bajadas de socios, ERE y en un clima de incertidumbre', alertó González.

Aunque los expertos remarcan que no sólo es necesario invertir económicamente para ayudar. Lourdes Benavides, de Intermón, destaca también el problema del mercado de los biocombustibles, que hace que terrenos dedicados a la producción de alimentos estén pasando a la producción de biocombustibles como el etanol. 'Hay empresas que concentran cada vez más poder y más tierras y que están sacando provecho de las desigualdades', lamenta. Sin embargo, 'son los Gobiernos, el G-20, los que tienen que regular los mercados contra los especuladores', concluye.

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