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Los indignados toman las calles de Madrid contra el desalojo de Sol

El Gobierno elige las vacaciones para acabar con los restos de los campamentos en el centro de la capital

MAITE INIESTA/PEDRO ÁGUEDA

El Gobierno ha esperado hasta agosto, el mes de menor actividad en Madrid, para desalojar los restos del 15-Men la Puerta del Sol y el Paseo del Prado 78 días después del comienzo de las protestas. La preocupación del Ejecutivo no eran los apenas 90 jóvenes que seguían acampados en esos dos enclaves sino la posiblereacción del resto de indignados al desalojo, por el carácter simbólico de la acampada. A última hora de la tarde, la Puerta del Sol, el kilómetro cero de la Spanish Revolution, era una plaza desierta, acordonada por la Policía, a la que sólo accedían las voces de miles de indignados. 'Lo llaman democracia y no lo es', uno de los principales lemas del 15-M, se colaba de nuevo en la plaza.

El plan de la Delegación del Gobierno y la Jefatura Superior de Policía arrancaba de madrugada, alrededor de las seis de la mañana. Unos doscientos efectivos de la Unidad de Intervención Policial (UIP) irrumpían en la Puerta del Sol y el Paseo del Prado y conminaban a los acampados a salir de las tiendas y abandonar el lugar. La Delegación del Gobierno informó de un desalojo tranquilo, sin incidentes, pero algunos de los acampados se quejaron de que la Policía les había extraviado sus mochilas y su documentación y que incluso tuvieron que abandonar el sitio descalzos.

En total había 88 acampados, la mayoría de fuera de Madrid y extranjeros

Las redes sociales comenzaron a arder y la primera reacción no se hizo esperar. Los movimientos del 15-M invitaban a todos los indignados a acudir a la Puerta del Sol a las ocho de la tarde para 'pasear'. No fue posible. El Gobierno había decidido que si desalojaba no era para permitir una nueva acampada horas más tarde y así se lo transmitió a la Policía. A primera hora de la tarde, Metro de Madrid avisaba de que los trenes no se detendrían en la estación de Sol, la más frecuentada de la capital, a partir de las 18.30 horas.

Para entonces, la Puerta del Sol comenzaba a ser terreno vedado para los indignados. La Policía cerraba los accesos con furgonetas y agentes que pedían la documentación a todo aquel susceptible de acudir a protestar. Sin contemplaciones. Ni a los periodistas se les permitió acceder. Una vez casi vacía la plaza, los policías desalojaron a los que aún quedaban dentro. Se vivieron entonces los primeros momentos de tensión, por la resistencia de algunos a irse y por los empujones y palabras gruesas de algunos agentes.

«Esto es lo que pasa por echarnos de la plaza», gritan los manifestantes

'Vergüenza nacional, estado policial', comenzaban a gritar los concentrados en las calles Preciados y Montera, peatonales, frente a los agentes que les cortaban el paso. Una hora después, los indignados decidían replegarse en ambiente festivo y pacífico. Cambiaban de ubicación, pero el problema de orden público que se había intentado evitar con el desalojo ya había mutado en otro: los indignados llenaban la Gran Vía, cortaban el tráfico y se dirigían a Cibeles. Arrancaba entonces un correcalles, con la Policía intentando anticiparse a la siguiente ubicación de la protesta. Y tras Cibeles, el Congreso de los Diputados. Y después Atocha para acabar de nuevo cercando Sol. Al cierre de esta edición, miles de indignados aún ocupaban el centro de Madrid. 'Esto es lo que pasa por echarnos de la plaza', coreaban

El Gobierno defendió eldesalojo por boca de su ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui. Las tiendas de campaña, argumentó, no podían ocupar la vía pública 'permanentemente' y la Policía había hecho su trabajo 'adecuadamente, con seriedad y rigor'. A continuación lanzó un gesto a los indignados: 'Creemos que a la política le corresponde, y a la izquierda más en particular, encauzar muchas de esas reivindicaciones porque muchas de ellas son razonables'. En contra del desalojo se alzó la voz del diputado de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, quien criticó que se hubiera hecho 'sin previo aviso, por sorpresa y con nocturnidad'. Los portavoces de los indignados vinculaban el desalojo con la próxima visita del Papa, que aterriza en Madrid el 16 de agosto. Llamazares no estableció esa relación, pero comparó la orden del Gobierno con 'la suerte de medios e instalaciones públicas' que van a pagar los madrileños con motivo de la visita de Benedicto XVI.

El 15-M promete que su protesta volverá a ocupar las calles

La Policía cifró en 58 las personas desalojadas del Paseo del Prado y en 30 las de la Puerta del Sol. El primer grupo se dividía entre 20 extranjeros e indignados llegados de fuera de Madrid, en su mayoría, mientras que entre los expulsados de la plaza había un buen número de personas sin hogar, que aprovecharon la protesta para hacerse un hueco en la plaza.

'No hemos actuado contra los indignados porque no había', aseguraba un portavoz de la Policía a mediodía. Es parte del mensaje oficial: los desalojados se dividían entre los jóvenes extranjeros o de fuera de Madrid que aprovechaban sus vacaciones para acampar en la capital, miembros de grupos conocidos como antisistema identificados por la Policía, y los citados sin techo. Para apuntalar esta descripción, la Policía destacó que muchos de los desalojados se dirigieron a centros sociales okupados del centro de Madrid.

El Ayuntamiento, alineado desde el primer momento con el Gobierno de la Comunidad y los comerciantes de la Puerta del Sol, intervino para aportar un dato: sus servicios de limpieza retiraron de los dos enclaves 26.940 kilos de basura, 17.900 estaban en la Puerta del Sol y los otros 9.040 del Paseo del Prado. De paso, los empleados del Ayuntamiento arrancaron uno de los símbolos de la protesta, la placa colocada a los pies de la estatua ecuestre de Carlos III y en la que se podía leer: 'Dormíamos. Despertamos. Firmado: plazatomada'.

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