Se notaba, ¡vaya si se notaba!, que aquello no era una rueda de prensa. Gaspar Llamazares esperó al minuto final, al tiempo de descuento, para deslizar su gran apuesta electoral del día. Discretamente, sin levantar un murmullo. “Queremos reducir la edad de voto a los 17 años, con el horizonte de rebajarla a los 16 años más adelante. Estamos dispuestos a abrir el debate”.

Le escucharon los periodistas. Pero no eran más que meros oyentes ayer. El líder de IU tenía delante un público distinto. Y disciplinado: un centenar de alumnos y profesores de Formación Profesional del instituto Leonardo da Vinci, en el madrileño barrio de Las Águilas.

Por eso allí no cabía el corsé estándar, el formato pregunta-respuesta y fuera. Llamazares debía ganarse a los chavales, contarles por qué la política, que es “tan vieja como el ser humano” y sin embargo tiene “muy mala prensa”, reconoció, condiciona la vida de los ciudadanos. Así que les embuchó, de primeras, su tarjeta de visita: “Soy médico de profesión, especialista en Salud Pública. Estoy en política no como profesión ni como servicio, sino como compromiso en una determinada etapa de mi vida”.

Los goles de la ley electoral

Entraron rápido sus inquietudes sociales, el muro entre la democracia de mercado y la democracia republicana, las prioridades de IU. Las comparaciones, incluso, con el fútbol. “Las organizaciones políticas somos los equipos. Los más fuertes necesitan un gol para ganar el partido. Nosotros, cuatro”. Era la parábola con quebranto, cómo no, de lo “injusto” del sistema electoral. Luego chavales y profes preguntaron. Sobre todo, de educación pública.

Fue ya más tarde, con la prensa, cuando Llamazares concretó la oferta. Quiere que los jóvenes de 17 años voten para fomentar su “participación activa” en política.

Ellos, los jóvenes, parecieron encantados. “Sí, teníamos excitación por la visita”, decía Sheila, alumna de Educación Infantil. “Es importante que los políticos se comprometan con la gente del futuro. Y Llamazares lo ha hecho”.