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La izquierda llama a parar el poder absoluto de la derecha

Rubalcaba y Lara cierran la campaña advirtiendo del peligro que supone el programa del PP y rivalizan por captar el voto útil para frenarlo. Rajoy reclama un apoyo 'masivo' para dar un mensaje de 'confianza' a los me

PERE RUSIÑOL

La campaña electoral se cerró ayer con las tropas del Partido Popular apostadas en el Palacio de los Deportes de Madrid, a un palmo ya de la conquista de la Moncloa tras la larga marcha de ocho años del conservador Mariano Rajoy. Nadie dudaba anoche, en los actos de fin de campaña de todos los partidos, de que el PP será mañana la formación más votada, pero todas las izquierdas coincidieron en que lo que realmente está en juego va mucho más allá de este detalle: llamaron a parar “el poder absoluto de la derecha”, en expresión del candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba.

El PP de José María Aznar conquistó en 2000 la mayoría absoluta gracias a la desmovilización de la izquierda, pero su actuación luego irritó tanto a los progresistas que en los comicios de 2004 se movilizaron masivamente en contra del PP y llevaron a la Moncloa a José Luis Rodríguez Zapatero en lugar de Rajoy, el delfín de Aznar.

El escenario que ahora dibujan las encuestas es mucho más amenazante para los progresistas que el de 2000: los sondeos auguran una mayoría del PP aún más rotunda y sobre un mapa de España mucho más azul que entonces porque los conservadores gobiernan la inmensa mayoría de grandes ciudades, de diputaciones y de comunidades autónomas. O sea: casi todo.

Por si fuera poco, el PP ha insinuado que tiene en mente un plan de recortes tan drástico ante el acoso de los mercados que ya de salida finiquitará en la práctica la Ley de Dependencia y provocará muy pronto protestas en la calle, según auguró la misma secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, en plena campaña: habrá protestas, apuntó, cuando Rajoy “diga todo lo que hay que hacer”.

“¡No esperéis al 21 [para lamentar la victoria de la derecha], impedidlo el día 20 en las urnas!”, clamó ayer el candidato socialista, quien volvió a aludir al riesgo de “monopartidismo”, una palabra que remite inevitablemente a los sistemas de partido único.

Cayo Lara, el candidato de Izquierda Unida (IU), y Juan López de Uralde, que trata de abrir para Equo un nuevo espacio en el mundo progresista, coincidieron a grandes rasgos con este diagnóstico lúgubre que implicaría, a su juicio, la aplastante victoria de Rajoy que auguran los sondeos.

Todos pusieron el acento también en que la movilización de los progresistas aún puede impedirlo. Pero a partir de ahí, echaron ya el resto en esa tradicional batalla dentro de la izquierda por el llamado voto útil. Es decir, sobre cuál de las opciones sirve mejor a este propósito compartido por todas sus sensibilidades de evitar que la derecha conquiste el 20-N “el poder absoluto”.

Rubalcaba advirtió que sólo el apoyo al PSOE tiene posibilidades reales de parar los pies al PP y que la fragmentación del voto de izquierdas la debilita y, por tanto, facilita la laminación de derechos. En cambio, Lara sostuvo que el PSOE ya ha hecho las políticas de recortes que augura al PP y que, en consecuencia, sólo IU ejerce de trinchera ante las tijeras que se avecinan. Y Uralde explicó que únicamente el aire fresco que aportaría Equo si lograra escaño por Madrid serviría para forzar una renovación de verdad en el campo progresista que le permita recuperar músculo.

El portavoz del PP, Esteban González Pons, trató de inmiscuirse en ese debate de la izquierda y se atrevió incluso a aconsejar a los progresistas que “voten a otras fuerzas distintas del PSOE”. La sugerencia debió de dar oxígeno a los candidatos socialistas que tratan de convencer hasta el último segundo a los indecisos de que el único voto que de verdad teme el PP es el que se dirige hacia Rubalcaba.

El candidato conservador, Mariano Rajoy, respiró anoche aliviado: por fin terminó una campaña en la que ha tratado de pasar de puntillas para no asustar con su plan de recortes, aunque coincidiendo con el último día trascendió que el Gobierno gallego de Alberto Núñez Feijoó, al que Rajoy suele poner como ejemplo de lo que va a hacer si llega a la Moncloa, bloquea automáticamente la tarjeta sanitaria de los desempleados que llevan más de 12 meses en el paro.

En realidad, a medida que avanzaba la campaña y se mantenía la gran ventaja del PP en los sondeos, Rajoy y sus colaboradores han ido insinuando recortes drásticos. Pero el programa oficial es tan “inconcreto”, según han subrayado varios medios internacionales de referencia, que incluso The Economist, la biblia liberal en Europa, ha empezado a responsabilizarle directamente de la evolución de la prima de riesgo por la falta de claridad de sus planes.

El candidato conservador aguantó hasta el final ajeno al incendio que abrasa el sur de Europa y ayer incluso se mostró desafiante: pidió “un apoyo masivo” para lanzar un mensaje de “confianza” a Europa y “a los de la prima de riesgo”.

Las izquierdas, que han denunciado durante toda la campaña que Rajoy tiene un “programa oculto”, le acusaron de tratar de obtener rédito de la crisis para alcanzar la Moncloa. Rubalcaba y Lara incluso recurrieron ayer a la misma métafora: hace cuatro años, recordaron, Rajoy trató de ganar con su “niña”, en alusión a la controvertida metáfora que lanzó en uno de los debates en televisión; ahora, en cambio, lo intenta con la “prima”.

Pero estas referencias al “programa oculto” que al inicio de la campaña parecían patrimonio del PSOE e IU han acabado saltando fronteras ideológicas y la campaña cerró ayer con la impresión generalizada –todos los partidos, salvo el PP y sus aliados, han acabado advirtiéndolo– de que el programa oficial de Rajoy es “impreciso” sólo por razones electoralistas. Y que el lunes dejará de serlo.

El candidato de CiU, Josep Antoni Duran, que ayer se sumó a la presión del PP para adelantar los tiempos de constitución de las cámaras ante la gravedad de la crisis, se sumó a la tesis del “programa oculto”: recomendó a Rajoy que el lunes se plante ya en Bruselas para detallar “las medidas que ha ocultado durante los últimos años y que aplicará a partir de su toma de posesión”. Entonces, las urnas ya estarán cerradas. En principio, hasta 2015.

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