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España, a la cabeza de la UE en sobrecualificación laboral

Tres de cada diez empleados tienen una mayor formación que la requerida para el trabajo que desempeñan

SUSANA HIDALGO

Ana, española de 39 años y dos carreras universitarias (Filología Alemana y Traducción e Interpretación) está trabajando como secretaria por un sueldo que no llega a mileurista. Cuando esta mujer se incorporó al mercado laboral, hace 15 años, pensó que lo de secretaria sería transitorio, pero ahí sigue, “sin poder avanzar”.

Arnaldo Martínez, paraguayo de 30 años, ya ni se acuerda de cuándo dejó atrás su sueño de ejercer de lo que estudió en su país: maestro de Primaria. Arnaldo llegó a España hace cuatro años, con su título y la ilusión de ponerse al frente de una clase. Pero, de momento, la única profesión que ha ejercido en Madrid es la que realiza en el taller mecánico de cristales tintados en el que está empleado. “¿Ejercer aquí como profesor? Sí, sí, claro que me gustaría. Para eso estudié, pero de momento no he tenido posibilidad”, explica Arnaldo. “Seguro que hay muchos más que están como yo”, se plantea resignado.

Y, efectivamente, seis de cada diez extranjeros que residen en España (el 58%) están trabajando en empleos para los que están sobrecualificados, según los últimos datos de la oficina estadística de la UE, Eurostat, de 2008, frente a la media del 34% de los extranjeros que residen en la UE (un 9,4% en esa fecha). Tan sólo Grecia está por encima con un 62%.

El mismo dato medido sólo para la población nacional no pinta mejor, ya que sitúa a España a la cabeza de la UE en cuanto a población con una formación mayor al trabajo que está ejerciendo (el 31% frente al 19% de la media europea). No obstante, hay que tener en cuenta que estos datos, debido a la lentitud con la que trabaja Eurostat, corresponden a hace tres años, antes de la explosión de la crisis económica y a la salida de la inmigración por la falta de empleo. El número de residentes extracomunitarios en España, especialmente los latinoamericanos, ha frenado su crecimiento, tal y como refleja la última estadística de la Secretaría de Estado de Inmigración e Emigración.

“Todo el mundo sabe que hay dos montones de currículum. En uno van los de determinadas universidades y al otro van el resto”. Así denunció hace un mes el rector de la Universidad Carlos III de Madrid, Daniel Peña, las debilidades del sistema español de Educación Superior. “Algunas universidades colocan al 80% de sus graduados en el mercado laboral y otras no”, explicó en una mesa redonda organizada en Madrid por la Obra Social La Caixa.

El rector de la universidad madrileña criticaba así uno de los orígenes de la sobrecualificación que padece la mano de obra española. La proliferación de universidades en las últimas décadas hasta llegar a 74 campus públicos y privados ha permitido que la tasa de graduados universitarios entre los jóvenes españoles sea superior a la media de la UE, llegando al 39%. Sin embargo, el número de titulados en Formación Profesional (FP) de grado medio (equivalente al Bachillerato) apenas alcanza el 50% de los que se titulan de media de la UE.

El impacto de la crisis económica en el mercado laboral español, tomando el año 2008 como fecha de inicio, ha sido devastador. En el momento de la quiebra de Lehman Brothers España tenía registrados 476.500 licenciados universitarios en paro. Actualmente hay 1.013.100, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). La evolución del desempleo desde 2008 hace indicar que la sobrecualificación ha crecido desde los datos que ayer publicó Eurostat, informa Diego Barcala.

La falta de titulados en Formación Profesional ha sido cifrada por el Ministerio de Educación en 200.000 personas. Esos son los titulados que necesita España para equilibrar su oferta de profesionales que los especialistas califican de reloj de arena. Es decir, muchos trabajadores apenas cuentan con la enseñanza obligatoria (un 60% de los cinco millones de parados) y otra gran cantidad son universitarios, sin que haya profesionales con titulación media.

La propia universidad reconoce su ineficacia para generar un tejido productivo que demande titulados de alta cualificación. Un informe presentado el pasado mes de febrero por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) determinó que la demanda de matriculaciones desde el año 1996 ha caído un 15,15%, mientras que el número de títulos ofrecidos ha crecido un 43,39%. El documento achacaba el desfase a la presión que se ejerce desde “los intereses de los claustros académicos”.

Después de España, Irlanda (con el 29%) y Chipre (27%) son los países de la UE con mayor porcentaje de empleados que hacen un trabajo por debajo de sus posibilidades académicas. En el otro extremo, República Checa y Eslovenia (7%) son la cara más baja de la estadística.

El informe de Eurostat no sólo habla de la sobrecualificación laboral, sino de las diferencias entre inmigrantes y nacionales a la hora de sobrevivir a la recesión. La estadística europea señala que el 31% de la población inmigrante de la UE está en riesgo de pobreza o exclusión social, por encima del 20% de la media de la población nacida en alguno de los 27 países de la UE.

La crisis ha azotado especialmente a los extranjeros, e intentando salir adelante se encuentra un grupo de inmigrantes subsaharianos que hace poco que sobrepasó la mayoría de edad. Inusah tiene 19 años recién cumplidos, llegó a España desde Ghana en 2008 y sueña con ser DJ en una discoteca. Tiene cursos de “camarero y carpintero” y busca trabajo “de cualquier cosa”.

Yusuf, su compañero de piso y de Costa de Marfil, cuenta que necesita un trabajo de manera “urgente”, pero sabe que está “complicado”. ¿Tienes formación? “Mucha, contesta sin vacilar y a continuación enumera una retahíla de cursos: “Calefacción, fontanería, electricidad, pintura, manipulación de alimentos. Muchísimos”, cuenta este chico, también de 19 años, con los papeles en regla y que esta semana se pondrá a mandar currículum. Si pudiera elegir, a Yusuf le gustaría trabajar “en un almacén y también un poco en el baloncesto”. Otro sueño sin cumplir: terminar de una vez la Educación Secundaria Obligatoria (ESO).

Ivette Barreto, presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias Iberoamericanas, con sede en Madrid, señala que entre la inmigración es muy común ejercer en el “subempleo”. “Muchos vienen de sus países con una formación muy alta y terminan trabajando en el servicio doméstico”, señala esta mujer, aunque es optimista y cree que con el paso de los años se puede prosperar.

“Si tienes tus objetivos claros se puede lograr, aunque también necesitamos el apoyo de la Administración en temas formativos, en subvenciones para poder conciliar la vida laboral y familiar...”, señala. Porque uno de los principales problemas a los que se enfrenta la población inmigrante femenina es tener que compatibilizar el trabajo con el cuidado de los hijos y de familiares mayores que tienen que quedarse a su cargo. El caso de Ivette es diferente. Ella vino a España hace seis años desde Perú becada por unos meses y ya quedó vinculada al mundo de las finanzas, donde sigue ejerciendo.

Sin embargo, Sonia, paraguaya de 31 años y con un hijo, aún no ha podido realizar su proyecto profesional de trabajar en España de nutricionista, aunque tiene el título universitario en esta especialidad de su país. Esta mujer lleva en España desde el año 2008, y empezó a trabajar, “como todos los inmigrantes”, limpiando casas, primero en una vivienda como empleada interna y luego como externa. Después trabajó en una perfumería y ahora es recepcionista. Por fin, tras mucho pagar para intentar que la homologuen el título que trajo desde Paraguay, ha dado un paso más al ser aceptada como alumna en la Universidad Autónoma de Madrid.

Los extranjeros, además, tienen más riesgos de vivir en peores condiciones. En 2008, según los datos del estudio de Eurostat, el 23% de los inmigrantes residía en viviendas con demasiados habitantes, frente al 19% de la media de los nacionales. Las diferencias entre los dos sectores de población son notablemente altas en Austria (40% de extranjeros frente al 9% de austriacos); Grecia (49% y 26%); Eslovenia (61% y 41%) y Francia (26% y 8%).

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