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El inquietante perfil de Camps

El abogado del expresident presenta a su cliente como 'un ser especial', un hombre vulnerable y entrañable

SERGI TARÍN

El es así'. Esta es la conclusión del informe preliminar de Javier Boix, abogado defensor de Camps, sobre su cliente. Una intervención larguísima, más de una hora, en la que el letrado intentó romper el tedio que a última hora de la mañana enturbiaba los rostros del jurado.

Boix apostó por el psicoanálisis y desnudó el temperamento de un Camps fosilizado en el banquillo. Fue a lo personal, a la entraña, utilizando un tono que circuló entre lo laudatorio y lo despiadado. 'Van a escuchar cosas que si no conocen a mi cliente, tal vez no se expliquen'. Se refería Boix a la dinamita de algunas escuchas telefónicas, sobre todo la del 24 de diciembre de 2008, en la que Camps tilda de 'amiguito del alma' a Álvaro Pérez, el Bigotes, jefe de Orange Market, sucursal de la Gürtel en Valencia.

Es la misma conversación en la que un almibarado Camps confiesa a Pérez que le quiere 'un huevo'.

'Me llamó la atención su forma de ser extremadamente afectuosa, preocupada por los demás y su adjetivación muy entrañable', relató Boix al jurado, quien realizó una somera digresión hasta el primer día en el que Camps acudió a su despacho. 'No lo conocía de nada y tuve la percepción de que todo me sonaba absurdo, de que algo raro pasaba', señaló.

El letrado recordó que su cliente era conocido en la trama como el Curita'

Así definió el letrado un sumario que, aseguró, está repleto de lagunas, 'con prendas y trajes que por arte de magia aparecen y desaparecen'. Y, con gesto cómplice a Camps, puso como ejemplo 'una chaqueta de fantasía' que según Boix se señalaba en alguno de los primeros escritos facilitados por la Audiencia Nacional. '¿Es que mi defendido iba a ir a tocar el saxo?', intentó Boix, sin éxito, agrietar con alguna sonrisa el coro de semblantes pétreos del jurado.

Del Camps afable al Camps moderado. 'Es una persona de una gran austeridad', prosiguió el letrado con la radiografía del temperamento de su defendido. 'Incluso algún testigo lo define como un racanillo', apostilló Boix, a lo que siguió un sonido amorfo de murmullos desde el público. Apercibido, el letrado, con ademán serio de psicoanalista, alzó la voz: 'Que pelea la peseta, que pregunta el precio antes de adquirir las prendas. ¡Si alguien va por la cara no se fija en el precio!'.

Acto seguido, regresó con mirada de advertencia al jurado: 'Ustedes van a ver cómo funciona su sistema económico familiar'. El relato descendió entonces a las interioridades domésticas del matrimonio entre Francisco Camps e Isabel Bas quien, según Boix, es la que lleva la batuta económica.

De hecho, Boix manifestó que era Bas quien le compraba los trajes a su marido en El Corte Inglés, y quien le daba el dinero justo para que Camps abonara, tal y como defiende su abogado, la ropa que adquirió a medida, diseñada por el sastre José Tomás, en la tienda de Forever Young, en Madrid. De hecho, en uno de esos viajes de trabajo a la capital, explicó Boix, el expresident de la Generalitat aprovechó para pagar un traje y se enamoró de una chaqueta azul marino que estaba rebajada en el escaparate. Como no podía costeársela, 'pidió el dinero prestado a su chófer y escolta', quienes esperaban en la puerta del establecimiento.

'¿De verdad van a condenar a este hombre?', preguntó el abogado al jurado

La de llevar el dinero justo en el bolsillo no es la única peculiaridad económica de Camps. Según Boix, su defendido jamás pedía tickets ni facturas y si alguien se los ofrecía, los rechazaba. Tampoco utilizaba tarjeta de crédito alguna 'para que nadie creyera que lo cargaba a protocolo, a las cuentas de la Generalitat'. 'Sólo la utilizó de manera esporádica en el extranjero para comprar algún regalo a sus hijos', específico Boix, quien asoció la férrea disciplina monetaria al carácter 'extremadamente frugal' de Camps.

'Quería preservar una imagen perfecta, es un ser muy especial', destacó su abogado, quien volvió a evocar las tardes en su despacho preparando la defensa, donde conoció a un Camps 'cercano, preocupado por los demás y quien conoce mucha gente por su austeridad'.

El intento por humanizar a Camps llegó a su paroxismo exculpatorio cuando Boix recordó que los miembros de la trama conocían a su defendido como el Curita. Tras pronunciar la palabra, el letrado miró hacia el banquillo, arqueó las cejas y añadió: 'Con perdón'.

Francisco Camps, muy ceremonioso, asintió con gesto absolutorio. Acto seguido, Boix se dirigió al jurado con mirada suplicante, como queriendo decir: '¿De verdad van a condenar a este hombre?'. Pero lo que pronunció fue una reflexión final con un matiz desconcertante: 'El mejor sentido jurídico es el sentido común. Y todo esto no tiene ningún sentido'.

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