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"Si te dejo apostatar, irás directa al infierno"

Decenas de personas exigen a la Conferencia Episcopal que les borre del registro de bautizos

D. A.

El año 2008, el cura de la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar (Valdemoro, Madrid) se negó a firmar la apostasía de Juncal Lorenzo, atea de 35 años. Lo justificó alegando que la felicidad de Juncal dependía de él: 'Me dijo que yo formaba parte del reino de Dios y que, si él consentía la apostasía y la firmaba, iría directa al infierno', recuerda la mujer, que el pasado 20 de diciembre acudió junto a varias decenas de personas al Arzobispado de Madrid para reclamar a la Iglesia católica que les borrase de su registro de supuestos fieles.

La convocatoria la organizó la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (AMAL) y ha dejado un reguero de apostasías en las semanas posteriores. El presidente de AMAL, Luis Vega, asegura que otras 40 personas no pudieron acudir aquel día 'porque no pudieron ausentarse de su puesto de trabajo [el trámite sólo se puede realizar por las mañanas] o estaban en el extranjero'.

Los solicitantes de apostasía denuncian las trabas que les pone la Iglesia

Como Juncal, la mayoría de los españoles fue bautizada al nacer. Sus familias, por tradición o por creencia, no dejaron que fueran ellos quienes eligieran su opción religiosa cuando tuviesen un criterio propio.

Vega denuncia que la Iglesia pone múltiples trabas a aquellas personas que tratan de borrar su nombre del registro de bautizos, apelando a la Ley de Protección de Datos. Además de la fotocopia del DNI y la solicitud escrita de renuncia, quien quiera apostatar debe presentar su partida de bautismo, el documento más difícil de conseguir.

Durante años, Juncal trató de obtenerla, pero los párrocos de su municipio se la negaron reiteradamente, con evasivas. Hace dos semanas, se le ocurrió una idea: 'Les dije que la necesitaba porque me iba a casar. Era mentira, pero entonces sí que me la dieron'.

'Sólo me dieron la partida cuando les dije que me casaba', denuncia una mujer

La llegada de los ateos hace dos semanas pilló por sorpresa a los trabajadores del Arzobispado. Uno de los religiosos del centro trató de convencerles de que no se borrasen del registro que, celosamente, guarda la Conferencia Episcopal: '¿Para qué queréis el certificado de apostasía? Dejáis de ser católicos en el momento que lo decís. No hace falta que os borréis de ningún listado ¡Sed felices!', apelaba, sonriente, en el hall de la sede del Arzobispado.

Tras la insistencia de los solicitantes, tres clérigos les recibieron en un improvisado despacho. Pero la mitad salió con las manos vacías. El primero fue Gerardo Lillo, de 43 años: 'Me dicen que no puedo pedirlo aquí. Nací en Madrid y me bautizaron en Madrid. Pero como vivo en Alcorcón, me corresponde ir al pueblo de Getafe. Es de locos. ¿Qué les importará dónde viva?'.

Tras él, Cristina Domingo recordaba la penitencia que ha recorrido hasta la fecha: 'Llevo reclamando desde 2005. Ahora me dicen que, quizá, Correos haya perdido la respuesta que me dieron... que ya me escribirán'. A otro asistente, Óscar, le dijeron que le mandarían una carta, en la que sospecha que le darán nuevas evasivas, diciéndole que tiene una crisis de fe y que se lo piense mejor.

En el fondo de la convocatoria estaba la intención de AMAL de dar 'visibilidad al malestar de parte de la población' con la Iglesia.

Ana Jarne, de 35 años y miembro de una familia religiosa, se casó por la Iglesia para no darle 'un disgusto' a sus padres. Por el mismo motivo, bautizó a sus hijos. 'Hemos ido pasando por el aro durante muchos años, pero la organización de la JMJ fue el colmo, el revulsivo que nos empujó a poner punto y final a aquello, y a apostatar', explica Jarne. La mujer denuncia que 'además de pagar con nuestro dinero su estancia [de los fieles] en Madrid, nos insultaron el día que salimos a manifestarnos para protestar'.

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