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Clases contra el hambre

La ONG Ayuda en Acción lleva a cabo proyectos de capacitación para luchar contra la desnutrición en varias regiones de Perú

PAULA DÍAZ

Juana guarda paciente la cola a las puertas del policlínico móvil que ha ido a visitar la comunidad agrícola de Anansaya, en la sierra peruana y a casi 4.000 metros de altura. Mientras ella ordena las lanas con las que hace calceta sin parar, su hija Jessenia, de 3 años, inspecciona con la mirada sin separarse de las faldas de su madre. Cuando llega su turno, el equipo médico examina con detenimiento a la pequeña. Edad: 3 años y 2 meses. Peso: 11,5 kilos. Talla: 88 centímetros. Según la tabla de medición, Jessenia está en riesgo de desnutrición global.

'Estoy muy preocupada', comenta Juana a la salida de la consulta. 'Le doy de comer huevito, quesito, carne... pero no sé por qué no se recupera', explica a sus vecinas. Ellas agitan sus sombreros adornados con flores cuando asienten para mostrarle su comprensión. Muchas han pasado por la misma situación.

El 18% de los niños peruanos de entre 6 y 11 años sufre desnutrición crónica

De los 30 niños registrados en esta pequeña comunidad, el 13% están desnutridos y otro 60% corre el riesgo de estarlo. Y esto es sólo una pequeña muestra de un problema que se extiende por todo el país. En Perú, donde casi la mitad de los menores viven en condiciones de pobreza según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, la desnutrición crónica afecta al 18% de los niños de entre 6 y 11 años. En áreas rurales, esa cifra puede alcanzar incluso el 36%.

Para combatirlo, la ONG Ayuda en Acción organiza cursos de capacitación en los que las madres [la mayoría no ha tenido acceso a educación] aprenden a elaborar una dieta más nutritiva que la tradicional. '¡Antes, muchas familias no sabían ni lo que era una ensalada!', exclama Mabel Herrera, oficial de proyectos de esta ONG en Perú.

La ONG: 'Antes, muchas familias no sabían ni lo que era una ensalada'

'Mi hijo nació con 1,20 kilos, porque yo no sabía nada del balanceo de alimentos cuando estaba embarazada', lamenta Genara Huallpa, otra de las mujeres de la comunidad. Ahora que su hijo de 3 años ya ha conseguido recuperar su peso normal, es ella la que enseña a otras mujeres a no cometer sus errores.

'¿Cuáles son los alimentos reguladores?', pregunta a sus 'compañeritas' así se llaman unos a otros en Anansaya en una reunión en el Centro de Vigilancia Nutricional. Al segundo, todas se levantan para acercarle frutas y cebollas, entre otros productos de la tierra.

A poco más de una hora de camino desde Anansaya, Mario Ayma hace lo mismo con sus vecinos de Pacca. Él es un yachachiq (en quechua, 'el que enseña') líder en su comunidad, porque muestra a sus vecinos cómo mejorar la crianza de cuyes (cobayas). 'Cuántas razas distintas hay?', pregunta. 'Cuatro', responde al unísono la veintena de personas que le escuchan con atención.

Mario, de 34 años, trabajaba 'como un esclavo' recogiendo zanahorias durante 12 horas para ganar 7 soles (poco más de un euro) al día. 'Llegué a pensar en irme, pero yo nací para el campo', explica, entre el orgullo y la resignación.

Por eso acudió al programa de jóvenes emprendedores de Ayuda en Acción, donde aprendió, por ejemplo, que hay que separar los cuyes cuando crían porque los machos se comen a sus propios bebés. Así, en menos de dos años, él y su mujer, Giovanna, consiguieron convertir cinco animalillos en 800. Y cada uno de ellos cuesta entre 20 y 30 soles (entre 5 y 8 euros).

El cuy es un alimento muy nutritivo, de poca grasa y codiciado por los mejores paladares de Perú. En un país donde 11 millones de personas son vulnerables a la inseguridad alimentaria según datos recopilados por Ayuda en Acción, proyectos como este se convierten en una solución contra la desnutrición. El objetivo de Mario es enseñar a sus 'compañeros' todo lo que sabe para poder crear una gran cooperativa que pueda incluso exportar.

La instalación de invernaderos y la mejora de razas de ganado con inseminación artificial son otras actividades promovidas por la ONG, que no sólo sirven para que las familias tengan suficiente para su autoconsumo, sino para que comunidades enteras puedan asegurar su desarrollo económico. Es el caso del biohuerto de la comunidad de La Joya, en Ica, atendido por 15 familias que en poco más de dos años han conseguido empezar a vender sus excedentes de rabanitos, espinacas, remolachas y acelgas.

'Hay familias que buscan generar su comida, su negocio e, incluso, crear empleo', detalla Herrera. 'Por eso en Ayuda en Acción llevamos a cabo proyectos de desarrollo a medio y largo plazo que no se basan sólo en la ayuda de emergencia', concluyó.

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