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Rubalcaba: el todoterreno a caballo entre dos tiempos

El nuevo secretario general del PSOE exige a los suyos al límite porque es exigente consigo mismo y trabaja siempre incluso cuando descansa

MIGUEL ÁNGEL MARFULL

Último mohicano, viejo rockero... Todos los tópicos que etiquetan la veteranía en política cuelgan también del perchero político de Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951), nuevo líder del PSOE tras imponerse en el 38º Congreso del partido por apenas 20 votos frente a su rival, Carme Chacón.

Pero las modas vuelven y el estilo vintage retorna a los escaparates periódicamente, cuando la clientela se cansa de novedades. Rubalcaba es el último artesano de su oficio. Irrumpió armado en la sala de prensa de la Moncloa con un bolígrafo desechable y un bloc en blanco en su reestreno como portavoz del Gobierno, en octubre de 2010. Fue su forma de escenificar seguridad. En la era del iPhone, el líder de los socialistas quema a diario la batería de un móvil antediluviano con las teclas desgastadas por el uso. Es su manera de mostrar discreción.

Sus detractores lo describen como alguien sin más amigo que el poder

Cuando la política se construye con modelos en serie y lemas de molde, Rubalcaba reivindica la artesanía del reloj fabricado pieza a pieza y a mano como el que luce en la muñeca. Su habilidad para controlar el tiempo político y adaptarse siempre a él y una intuición de oro para mantener en todo momento en hora y a punto su reloj le han valido los galones que hoy luce.

Celoso al extremo de su intimidad, sus detractores dentro del PSOE, que algunos tiene pese a ser su secretario general, describen a Rubalcaba como un político sin más amigo que el poder ni más compañero que la ambición. Extramuros del Partido Socialista especialmente en el PP, sus adversarios van más allá en su inquina y le equiparan con Fouché, el genio tenebroso que perfila magistralmente Stefan Zweig.

La comparación es odiosa teniendo en cuenta que Joseph Fouché fue la encarnación perfecta de la supervivencia política. Dirigente republicano en la Revolución Francesa, fue indispensable luego en el periodo napoleónico y monárquico como el que más tras el regreso de los borbones al trono de Francia. Ocupó, por cierto, en todo ese tiempo, el equivalente a una cartera de Interior.

Su capacidad de adaptación le ha mantenido vivo y en primera línea política

Para sus colaboradores y amigos —también hay, por más que muchos se lo llamen y pocos sean los elegidos—, Alfredo Pérez Rubalcaba es, precisamente, todo lo contrario al político francés que Napoleón consideró el paradigma de la traición. Le deslumbra el ingenio y la inteligencia bastante más que las apariencias —siempre ha vivido en una urbanización de clase media sin más pretensiones —. Exige a los suyos al límite porque es exigente consigo mismo. Trabaja siempre incluso cuando descansa, recelan con ironía en su entorno y cultiva un fino sentido del humor que allana caminos con facilidad a su alrededor.

Este tren de largo recorrido ha pasado por casi todas las estaciones de la política. Educación y Presidencia con Felipe González, portavoz parlamentario, titular de Interior al timón de la tregua que ETA dinamitó en la T-4, llave que ha asfixiado a los terroristas, 'número dos' del Gobierno de Zapatero, candidato del PSOE en las elecciones del 20 de noviembre y, ahora, secretario general de los socialistas, un partido que intenta sacar el cuello del fango en el que cayó tras perder prácticamente todo el poder local en las elecciones autonomicas y municipales de mayo y, sobre todo, después de la derrota sin paliativos de las últimas generales.

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