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Un rescate, una prima insaciable y 500.000 parados después

A los seis meses de su llegada al poder y con la economía cayendo en picado, el Gobierno del PP ofrece una imagen de descoordinación, improvisación y contradicciones.

ANA PARDO DE VERA

En las elecciones generales del 20-N, el Partido Popular llegó a La Moncloa con una mayoría absoluta inédita: 186 escaños y el descalabro de la alternativa de gobierno, el PSOE, a mínimos también desconocidos (110 escaños). Seis meses después, la sensación es de caída en picado de la economía española, con una intervención que ya no suena tan disparatada, y de descoordinación, improvisación y contradicciones por parte del Gobierno, los mismos males que, en opinión del PP, acabaron con el Gobierno de Zapatero.

A pesar de la euforia entre las filas de Mariano Rajoy la noche del 20 de noviembre, la prudencia de algunos de los suyos aconsejaba en voz baja achacar tan buenos resultados también a los efectos de una crisis velocísima e imprevisible. Lo tuvieron en cuenta pero no llegaron a creérselo del todo. En realidad -se convencieron-, habían triunfado los tiempos de Rajoy (todo pasa, incluso el escándalo valenciano); la estrategia de desgaste de la credibilidad del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, o las promesas de 'felicidad', confianza, recuperación y empleo con la llegada del PP al poder.

Empezaron a gobernar con un equipo sólido y de la máxima confianza del presidente, capitaneado por Soraya Sáenz de Santamaría y nadie más. Porque a pesar de la situación que atraviesa España, Rajoy prefirió no nombrar a un vicepresidente económico y dividir las competencias propias de cartera entre Luis de Guindos (Economía), para dar la cara ante Bruselas, el FMI y los mercados, y Cristóbal Montoro (Hacienda y Administraciones Públicas), para batallar con los presupuestos públicos y ser la imagen de los fortísimos recortes que se están haciendo.

La media de declaraciones y ruedas de prensa del presidente se sitúa en una cada nueve días

Los tres miembros del Ejecutivo se han convertido en su cara más visible, con un Rajoy que dosifica hasta el extremo sus comparecencias ante la prensa. La media de declaraciones y ruedas de prensa del presidente se sitúa en una cada nueve días. Ni siquiera fue él quien hizo pública la petición de rescate bancario para España y envió al ministro de Economía, el sábado 9 de junio.

Ayer, miércoles, confirmaba asimismo que no se celebrará este año el Debate sobre el Estado de la Nación, a pesar de la necesidad de respuestas al delicado contexto económico y social en que se encuentra el país, con 500.000 parados más que en diciembre de 2011, según apuntan las previsiones de la EPA (sólo en el primer trimestre de 2012 hubo 365.900 parados más); un rescate bancario de 100.000 millones que, según coinciden los analistas, ha incrementado un 10% del PIB la deuda pública contingente, y el mayor ajuste presupuestario de la democracia, con 27.300 millones menos en los Presupuestos Generales del Estado para 2012 (un 16,9% menos que en 2011). Entre unas medidas tan drásticas, lo de menos parece ya la reforma laboral que llevó a Rajoy a enfrentarse a su primera huelga general el 29 de marzo, tres meses después de su Investidura.

A todo esto se suma la desconfianza de los ciudadanos, que no conciben que los 100.000 millones fijados por Bruselas como máximo para salvar nuestro sistema financiero a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) se entreguen sin más recortes en el presupuesto del Estado de Bienestar. El Gobierno, por su parte, sigue sin aclarar los términos del rescate y concretar la cuantía necesaria, a pesar de las presiones de Francia, Alemania y hasta del presidente de EE.UU., Barack Obama, que ha pedido a Rajoy que 'clarifique exactamente cómo va a utilizar' los hasta 100.000 millones.

Mientras tanto, los mercados siguen su senda de azote a España, incomprensible para el Ejecutivo: a pesar del rescate bancario calificado como 'muy bueno' por Rajoy el domingo 10 de junio, un día después de anunciarlo Luis de Guindos, la prima de riesgo llegó a alcanzar la cifra récord de 590 puntos básicos y un 7,8% de rentabilidad, también en máximos. Esta semana, en su primera cumbre del G20 en Los Cabos (México), el presidente del Gobierno se vio a obligado a reconocer que las condiciones para el préstamo de los 100.000 millones eran 'enormemente dañinas' para España y pidió suavizarlas.

Seis meses después, por tanto, los ánimos del PP se han desinflado visiblemente y el día a día ha ido minando la confianza en el Gobierno por culpa de una legislatura larguísima, a pesar de cumplir solo medio cumpleaños. Lo están demostrando, por un lado, las numerosas encuestas publicadas desde noviembre, que muestran a un presidente y un Consejo de Ministros a la baja y sin lograr el aprobado, y, por otro, los resultados electorales de las elecciones autonómicas celebradas desde entonces.

El 25 de marzo, Andalucía se llevó por delante la esperanza de Javier Arenas de llegar a gobernarla algún día. El veterano dirigente del PP ganó los comicios (50 escaños frente a los 47 de PSOE), pero con unos resultados muy alejados de la mayoría absoluta que le vaticinaban las encuestas y que constituían su única opción de presidir la Junta frente al llamado bloque de izquierdas (PSOE e IU).

Los ánimos del PP se han desinflado visiblemente y el día a día ha ido minando la confianza en el Gobierno

Con esta derrota, Arenas da por concluida su etapa andaluza y regresa a la sede central del PP en Madrid, donde ocupa el puesto de vicesecretario nacional para asuntos territoriales. El ex ministro de José María Aznar abre así una fisura en el liderazgo tranquilo y absoluto en la calle Génova que ejerce María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha. Esta brecha podría cerrarse con la entrada de Arenas en el Consejo de Ministros, pero podría agrandarse si el conservador andaluz decide dar la batalla por el liderazgo del PP y contase con el apoyo del presidente del Gobierno, de quien es hombre de la máxima confianza.

Tampoco Asturias ha contribuido a insuflar algo de aire fresco entre las filas conservadoras. A pesar de la caída del partido de Francisco Álvarez-Cascos, que convocó nuevos comicios seis meses después de acceder al gobierno del Principado, el PP no logró arañar un solo escaño más que en 2011 (10). Y aunque sumaban la mayoría absoluta, tampoco fue capaz de llegar a un acuerdo con el Foro Asturias del ex secretario general del PP y hacerse con la presidencia asturiana.

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