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Los meses más difíciles de Rubalcaba

El líder del principal partido de la oposición ha conseguido sortear las discrepancias internas un año después de que perdiera las elecciones. Pero el PSOE se ha dejado casi todo su peso institucional y sigue hundi&eacute

IÑIGO ADURIZ

Su partido, el PSOE, acababa de sufrir su mayor derrota electoral de la historia democrática y la expectación era máxima. ¿Dimitiría dejando el paso a nuevas generaciones? ¿Se sometería inmediatamente a una moción de confianza de su propio partido? ¿O se decidiría por mantenerse al frente del principal partido de la oposición? Alfredo Pérez Rubalcaba, que era el candidato de los socialistas para la Presidencia del Gobierno, no dio respuesta a ninguna de esas preguntas aquel 20 de noviembre de hace un año en el que su formación perdió cinco millones de votos respecto a cuatro años atrás. 'He transmitido al secretario general -entonces José Luis Rodríguez Zapatero- mi convicción de que es preciso convocar un congreso ordinario que debería celebrarse lo antes posible', se limitó a señalar esa noche el hoy líder de los socialistas. 

Pocas semanas después Rubalcaba anunciaba su intención de optar a la Secretaria General, presentándose como 'la opción útil' frente a la exministra de Defensa, Carme Chacón. Y la primera semana de febrero se convertía en el nuevo líder del PSOE con una ventaja de tan sólo 22 votos. Poco duró la paz en el partido que acababa de culminar ocho años al frente del Gobierno del país. Apenas unos meses después del cónclave comenzaron a surgir algunas voces interesadas y críticas con la corta gestión de Rubalcaba, exministro del Interior de un Ejecutivo cuya gestión final no pudo hacer más daño a la historia del partido socialdemócrata. 

Desde el primer momento, en público y en privado, Rubalcaba se ha erigido en un firme defensor de su oposición responsable. Aquella que permite a su partido 'acordar, discrepar y confrontar' con el Gobierno y, que sigue una estrategia completamente diferente a la que defendió el PP cuando era el PSOE el que gobernaba. El secretario general de los socialistas ha considerado que ese es el camino a seguir ante la situación sumamente delicada por la que atraviesa el país. Pero esta postura le ha ocasionado algunos problemas -si bien menores- dentro de su propio partido en los últimos meses. 

Al margen de la oportunidad que han buscado insistentemente dirigentes socialistas como el líder del PSM, Tomás Gómez, que lleva desde mayo -tan sólo tres meses después del Congreso de Sevilla- tratando de diferenciar su discurso del de Ferraz, las principales divisiones internas han quedado de manifiesto en diferentes reuniones del Grupo Socialista en el Congreso. Allí fue donde a finales de mayo, Chacón volvió a tomar la palabra para exigir a Rubalcaba una mayor contundencia para esclarecer el agujero de Bankia y pedir una comisión de investigación que finalmente sí avaló la dirección socialista. Y allí fue, también, donde otros miembros del sector crítico han pedido al líder del PSOE más dureza contra los causantes de la crisis.

Esas críticas, y las manifestadas por otros sectores de base del partido, no han hecho especial daño al equipo del secretario general. Eso es lo que se ha esforzado por transmitir él en numerosas ocasiones a lo largo del último año. Tras el Comité Federal de principios de septiembre en el que sí constató un cambio de rumbo de su estrategia ante la falta de voluntad del Gobierno para llegar a los acuerdos que él tanto defendía, Rubalcaba vio 'ampliamente respaldada' la labor que realizó su Ejecutiva hasta entonces. Incluso después de las elecciones en Galicia y Euskadi del pasado 21 de octubre, que reafirmaron el fracaso en las urnas de los socialistas, su líder se consideró 'unánimamente apoyado' para seguir al frente del partido y no acelerar su sucesión.

A nivel electoral, Rubalcaba se estrenó como líder del PSOE con un pequeño premio de consolación que fueron los resultados obtenidos en Andalucía y Asturias. En el primer territorio, los comicios del pasado 25 de marzo permitieron sorpresivamente a los socialistas mantener el poder de la Junta, pese a perder votos, ya que el PP no consiguió la mayoría absoluta. Y en Asturias lograron recuperar el Ejecutivo, pasando a convertirse esa comunidad autónoma en el segundo feudo de los socialistas de una España teñida de azul. Se habló incluso de un 'cambio de ciclo' electoral que iba a poner fin a las victorias de la derecha. 

Nada más lejos de la realidad. Las encuestas hunden y siguen hundiendo las expectativas de voto de los socialistas a medida de que se van publicando. Así se constató en los comicios gallegos y vascos y así parece que se seguirá reafirmando en las elecciones al Parlament de Catalunya que se celebran esta misma semana y en la que el PSOE ha rescatado el federalismo de sus estatutos para volver a situarlo en el centro de su discurso político. Es lo que toca, dicen, después de un fracaso de tal calibre como el del pasado 20-N. Que cuesta y mucho recuperar la confianza ciudadana.

Los socialistas ya se han dado cuenta de que deben cambiar, aunque por ahora su transformación será de ideas y planteamientos, y no de personas. Ahora secundan huelgas generales y, por fin, han decidido ser implacables contra el drama de los desahucios. 'No es el momento', insisten una y otra vez desde la cúpula de los socialistas, cuando se les menta la posibilidad de celebrar unas primarias para elegir al candidato a la Presidencia del Gobierno. Otros miembros del partido, como la propia Chacón, consideran en cambio que el proceso interno debería celebrarse cuanto antes, para que un eventual adelanto electoral por parte del Gobierno de Rajoy no les pille por sorpresa.

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