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Andalucía. Autonomía y muerte

Historia de una bandera, un provocador oficial, un asesino protegido y García Caparrós, la víctima del 4 de Diciembre de 1977

ANTONIO RAMOS ESPEJO

La portada de la revista Triunfo, a toda página, simbolizaba lo sucedido en Andalucía el 4 de diciembre de 1977: 'Andalucía. Autonomía y muerte'. Escribí una crónica de urgencia sobre los hechos por los que el joven José Manuel García Caparrós había sido asesinado por un policía entre una multitud de manifestantes en Málaga. Una revista de Madrid se ocupaba, como venía haciendo, de darle voz y compromiso a los asuntos autonómicos del pueblo andaluz, negados hasta no hacía tanto tiempo por un amplio sector de la prensa del Sur, controlada en buena parte por el Movimiento.

Esa portada representaba un compromiso por la libertad y la autonomía. En aquella histórica fecha más de 1.500.000 andaluces salieron por primera vez a la calle (dentro y fuera de su país, en las ocho provincias y en la novena de los emigrantes) para demostrar cómo un pueblo se une para afirmar su identidad en el primer Día de Andalucía. A Málaga se le responde con un muerto, numerosos heridos y algunos detenidos. La alegría de miles de banderas verdiblancas y de gritos, 'Andalucía, autonomía', se convirtió en un grito de luto. En el fondo, aquel hecho luctuoso representaba el reflejo de la historia trágica de Andalucía.

Haciendo un balance de urgencia desde 1970 hasta esa fecha (sin remontarnos a otras etapas históricas aún más dramáticas), el pueblo andaluz, cada vez que ha pedido trabajo, libertad o ha proclamado su derecho a manifestarse como tal pueblo, ha tenido la respuesta de la sangre. Vemos cómo en Granada caen en 1970 tres albañiles en una manifestación para pedir reivindicaciones salariales; en 1974, la víctima de Carmona, Miguel Roldan, cuando el pueblo se echa a la calle para pedir agua; en 1976 cae Francisco Javier Verdejo, a sus 19 años, cuando hacía una pintada en Almería; el 9 de julio de 1977 cae herido Francisco Rodríguez Ledesma -aunque su muerte se prolongó hasta enero de 1978- a causa de un tiro de un policía.

Pero la herida de la represión no se cerró con la muerte de García Caparrós, de 19 años, trabajador en una fábrica de cerveza y militante de CCOO. La represión continuó con la muerte de tres jóvenes, que aparecieron calcinados en el barranco de Gérgal: el llamado Caso Almería; y aquel joven de Lebrija que recibió un tiro mortal al pasar con una motillo por el cuartel de la Guardia Civil de Trebujena el dos de marzo de 1982. En todas las manifestaciones del Día de Andalucía se vieron muy pronto intentos para aguar la fiesta. Las provocaciones procedían de la derecha más ultra que veía en la bandera verdiblanca una enseña separatista. Estaba muy clara cuál era la posición de la derecha que reprime y provoca a un pueblo que ve en la autonomía un instrumento de liberación. Aparte de Málaga, las provocaciones más fuertes y directas se vivieron también en las calles de Huelva y Granada.

En Málaga, cuando la manifestación del Día de Andalucía, en la que participaban cerca de 200.000 personas en un ambiente de auténtica fiesta popular, pasaba frente al Palacio de la Diputación ('protegido' por la policía y rodeado por provocadores fascistas), un joven se encarama al edificio y coloca una bandera verdiblanca junto a la nacional. (Este muchacho no es el mismo que el joven que caerá muerto en otro punto de la manifestación). El ujier mayor avisa a la policía y se abre la puerta de atrás del palacio, por la calle Ancla (donde la Diputación, desde los tiempos del presidente José Márquez Iñiguez tiene cedidos locales a la Hermandad de Alféreces Provisionales), por donde entran agentes de la Policía Armada. Al aparecer la verdiblanca en el balcón, desde tres direcciones distintas salen coches de la Policía, que disparan balas de goma, botes de humo, dispersando a los manifestantes sin previo aviso. Una escena realmente pavorosa.

Los manifestantes se habían limitado hasta ese momento a protestar por la actitud del presidente de la Diputación de no colocar la bandera andaluza en el balcón de la Diputación. Tras este ataque, la manifestación queda partida en dos. Y cuando los manifestantes de cabeza regresan ya por el Puente Tetuán, la Fuerza Pública da una nueva carga, de improviso. Grupos de manifestantes corren aterrados, mientras otros responden a la policía tirándoles piedras y otros objetos. La Policía, además de emplear botes de humo y balas de goma, hace uso de las pistolas. Así cae el joven José Manuel García Caparros, que recibió el disparo directo de un policía que estaba muy cerca.'Esto ha sido una conspiración -dijo momentos después Tomás García, diputado del PCE- hecha por bandas incontroladas que desean una involución y que tratan de atemorizar al pueblo para hacerle creer que no se puede salir a la calle pacíficamente. La noche anterior a la manifestación, grupos de extrema derecha, con cierta connivencia por parte de la Policía, quitaron banderas de los balcones y se les vio con pistolas. Se ha visto, por ejemplo, a una persona con una pistola en la mano a dos pasos de la Policía y no se ha hecho nada. Nosotros, como parlamentarios, pensamos llevar hasta el final nuestra acción encaminada a que se esclarezcan los hechos y se acabe con estas bandas fascistas'.

'¿Dónde vas, Pancho Cabezas, vestido de azul?'. Este es el político que se convierte en el provocador oficial. En el caso de Málaga, como en los viejos tiempos de las fanfarronadas caciquiles permitidas, y en otras ocasiones amparadas por los 'mantenedores' del orden, hay un provocador oficial: Francisco Cabezas López (más conocido por Pancho), presidente de la Diputación, que se niega rotundamente a colgar la bandera de Andalucía en el balcón del Palacio Provincial, donde sí coloca la bandera nacional.
La noche antes, miembros del FAE (Frente Anticomunista Español, engendro fascista nacido en Málaga), con el que en ambientes políticos se identificaba a Francisco Cabeza, habían caldeado el ambiente junto con Guerrilleros de Cristo Rey y miembros de Fuerza Nueva (partido de extrema derecha creado por Blas Piñar), que rompen banderas andaluzas.

Pero, digamos algo del personaje que hasta aquel momento había estado al frente de la Diputación Provincial de Málaga. Francisco Cabeza se hizo cargo de esta institución en enero de 1976, encaramado por los sectores más integristas de la provincia: los amparados por la política azul de Girón de Velasco y Utrera Molina. Cuando Pancho subió 'al trono', desplazando a De la Torre Prados (hoy alcalde de Málaga, en aquella fecha diputado de UCD), se produjo una fuerte reacción en contra del falangista: 1.500 ciudadanos escribieron una carta al presidente provisional advirtiendo la categoría política de quien iba a ser nuevo presidente. En una crónica de Triunfo (núm. 679, de 31 de enero de 1976) decíamos de este político: 'La maniobra azul en contra de toda la opinión pública ha sido un último botón de muestra, aunque ya no hacía falta mostrarlo tan a las claras, de cómo se hace política en este país. ¿Dónde vas, Pancho Cabeza, vestido de azul? Vas a presidir una corporación dividida, una población en contra; pero, contarás con un teléfono; contarás también con todo el bunker de Málaga'.


Entonces nos hacíamos muchas preguntas ante lo sucedido en Málaga. ¿Por qué se negó la Diputación a colocar la bandera verdiblanca? ¿Por qué algunos diputados provinciales, alcaldes de ciudades tan importantes y andalucistas como Antequera, que desde hace mucho tiempo exhibían la bandera andaluza, permitieron que Francisco Cabeza impusiera su cacicada? ¿Por qué el gobernador no advirtió al presidente de la Diputación acerca del peligro de la provocación que estaba haciendo al pueblo de Málaga? ¿Por qué en Málaga existen estas bandas armadas de extrema derecha y por qué puede ser tan dura la represión por parte de los agentes del orden público? No era difícil responder a esas preguntas. Las respuestas estaban en la extrema derecha que dominaba buena parte de la provincia malagueña.

Seis meses después de las primeas elecciones democráticas, en los despachos oficiales permanecían hombres afines al régimen franquista. Además, la subversión en la calle estaba controlada por elementos de extrema derecha, armados, que campeaban por sus respetos a lo largo y ancho de la Costa del Sol. Los pistoleros de Málaga era gente muy conocida, totalmente identificada. Algunos de los pueblos de Málaga, con representación en la Diputación, estaban todavía regidos por hombres del franquismo más reaccionario, como Paco Cantos, en Marbella; López de Uralde, en Álora; Clemente Diaz, en Fuengirola (y aunque éste no era diputado provincial, ejercía como hombre de Girón, una influencia importante en los organismos oficiales), entre otros. Los diputados provinciales no dimitieron de sus cargos y fueron tan responsables de lo ocurrido el día 4 como su presidente.

Aquella noche Pancho Cabeza llamó por teléfono al gobernador civil, Riverola Pelayo, para comunicarle su dimisión, que fue aceptada; entonces, desaparece. Según unas versiones había huido a Francia; según otras, las tres primeras noches las pasa en casa de un alto exdirigente político malagueño y, los días siguientes, se refugia en casa de otro conocido falangista local. Ya lo decía en Triunfo: ¿Dónde vas Pancho Cabezas vestido de azul? Ya sospechábamos que alguno bueno no podía salir de la cabeza de este energúmeno. ¿Y qué fue del asesino? Ocho años después de ocurrir el luctuoso asesinato, se conoce la noticia de que el sumario 161/1977 por la muerte del joven malagueño García Caparrós había sido sobreseído.

En 2007, Rosa Burgos, secretaria-judicial, publica La muerte de García Caparrós en la transición política, en donde desvela la deficiencia de la investigación judicial, realizada sin ningún interés por aclarar la verdad. 'No se aclaró quien mató a Caparrós porque no se quiso', denuncia la autora del libro a Diego Narváez en El País (Treinta años sin más derecho que el olvido, l-XII-2007). La investigación de Rosa Burgos permite aclarar que el calibre de la bala asesina era el usado por la policía. También Rafael Rodríguez analiza en el artículo Sólo lo sabe el policía que disparó (El País, 28-XI1-2010) cómo se abrió y cómo se le fue dando carpetazo hasta que finalmente se cerró: '... En lo político, el Congreso de los Diputados creó una Comisión de Encuesta, que nada claro concluyó. En lo judicial, el juez Mariano Fernández Ballesta asumió el sumario, cuya tramitación fue una chapuza de principio a fin. Durante los siete años y medio de instrucción, nadie fue procesado; las jurisdicciones civil y militar se pelotearon el caso; hubo cinco revocaciones; se realizaron cinco informes balísticos; y, casi al comienzo, hasta la bala fue limpiada con acetona. Siete policías -un sargento, dos cabos y cuatro números- reconocieron ante el juez que habían usado sus armas. En los últimos días de vida del sumario, la investigación se centró en el capo M.O.R., trasladado a otro des¬tino y cuya pistola había sido dada de baja. Al final, carpetazo judicial por autor desconocido'.

Terrorismo de Estado. Puri, Paqui y Loli siguen la estela de su padre, ya fallecido, como 'hermanas coraje' ante el olvido judicial y político en que se viene incurriendo. Aunque parece que hay rendijas que les hacen abrigar ciertas perspectivas de esperanza. Ha quedado demostrado ya que la bala asesina partió de un arma de la policía, que incluso hay sospechas fundadas sobre el autor del crimen. Y que, sobre todo, que hay una Ley de Memoria Histórica, que reconoce el derecho a compensar a los que fueron perseguidos durante la dictadura o en la transición para defender derechos y libertades entre el 1 de enero de 1968 y el 6 de octubre de 1977. Por dos meses, la víctima de la autonomía andaluza queda excluida. Se trata ahora de ampliar esa línea de corte que se establece en la Ley de la Memoria Histórica, que recoja no sólo la fecha de la muerte de García Caparrós, sino también la del asesinato del estudiante canario Javier Fernández Quesada, el 15 de diciembre de ese mismo año. 'Cuando los terroristas matan, matan por la espalda y a traición. A mi hermano lo mataron de la misma forma. Entonces, nosotras queremos que a él lo traten como persona que muere por el terrorismo; que ese crimen no quede impune', ése es el objetivo de las tres hermanas, expresado por Loli a este reportero.

De Blas Infante a García Caparros. Nos introducimos ahora en la memoria para trazar un puente entre la muerte de Blas Infante, el 11 de agosto de 1936 en Sevilla, y la muerte de García Caparrós, el 4 de Diciembre de 1977, en Málaga. El primero es fusilado por sus ideales autonomistas y progresistas por el régimen franquista, que tiene en Sevilla al general Queipo de Llano como inspirador de la represión despiadada que sufre Andalucía. El segundo, el joven malagueño, víctima del disparo de un policía que participa de la represión tan brutal que se ordena para reventar la manifestación democrática y autonomista. En ambos casos la bandera andaluza se tiñó de sangre. En ese gran puente, que simbolizamos en esta referencia histórica, en Blas Infante y García Caparrós, hay miles y miles de víctimas de la Guerra Civil, y centenares de víctimas también de la represión, fusilados en los primeros años de la posguerra, abatidos en los montes, muertos en las cárceles, además de los últimos casos con resultados de muerte, como venimos recordando.

Con la democracia salen del olvido la bandera y el himno de Andalucía y, aunque lentamente, también la figura de Blas Infante, al que el 14 de abril de 1983 el Parlamento de Andalucía le reconoce como Padre de la Patria Andaluza. La figura de García Caparrós hay que enmarcarla en ese símbolo que surge del pueblo. Su muerte representa una herida profunda en el corazón de esa Andalucía que se levantó y se reivindicó a sí misma como tal. El Parlamento de Andalucía tiene pendiente reconocer a este mártir del pueblo andaluz. Por eso, aunque el nombre de este joven malagueño está en el ideario de aquel grandioso día, resulta extraño, que su figura no haya sido aún reconocida institucionalmente en las páginas de esta Andalucía con dos fechas ya míticas: 4 de Diciembre de 1977 y 28 de Febrero de 1981. La primera representa un sentimiento colectivo por la autonomía; la segunda, las escrituras de un pueblo ante la historia, en la que los nombres de Blas Infante y García Caparrós puedan leerse en letras de oro que dieron su vida por Andalucía.

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