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Tardà: "Piensan que hablamos en catalán para fastidiar a los demás"

El diputado de ERC dice que estaba haciendo 'pedagogía' cuando ha decidido usar el catalán en el Hemiciclo. El presidente del Congreso lo ha expulsado de la tribuna.

JUAN ANTONIO BLAY

Joan Tardà (Barcelona, 1953) es diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) por Barcelona desde 2004. Entre sus compañeros de Hemiciclo es conocido por su vehemencia a la hora de defender sus postulados, especialmente los relacionados con Catalunya y la lengua catalana, una actitud que compatibiliza con una bonhomía que aprecian todos en la cámara. Hoy se ha convertido en uno de los pocos diputados desde 1997 en ser expulsado del Hemiciclo por emplear reiteradamente el catalán en su intervención

¿Por qué ha decidido utilizar el catalán en su intervención en el pleno de esta mañana?

Ayer el TSJ de Catalunya falló que si una sola familia solicita la enseñanza en castellano todo el aula debe recibir la enseñanza en castellano. El pasado año sólo hubo 17 familias que solicitaron la enseñanza en castellano en toda Catalunya y este año 14, tres menos. En Catalunya siempre se ha actuado de la misma forma: a todos los alumnos que lo han solicitado se les ha dado una atención individualizada en el aula, no fuera del aula. Pues bien, esa sentencia viene a alterar esa realidad. Bueno, pues si quieren lo reducimos al absurdo: hoy aquí en el Congreso, en justa correspondencia si lo que vale allí debe valer aquí, si un diputado decide hablar en catalán pues que todos hablen en catalán. Lo que se ha demostrado es que lo que vale para Catalunya no vale para aquí. El presidente Posada, y yo entiendo que lo haga, me ha llamado al orden tres veces y luego me ha expulsado.

Pero usted es un diputado ya veterano y sabía que eso era previsible.

Yo no critico al presidente Posada, su obligación era aplicar el reglamento.

Entonces, ¿ha sido una provocación?

No, no; era un ejercicio de pedagogía. Si algunas personas creen que lo que he hecho es un sinsentido también debería serlo, insisto, en justa correspondencia, lo sentenciado por el TSJ de Catalunya.

¿No lo entiende como una cuestión personal hacia usted?

No, yo no critico al presidente Posada como estoy convencido de que él tampoco lo hace hacia mí. Consideraciones políticas al margen, el presidente del Congreso me merece el máximo respeto.

En cualquier caso, ¿qué trascendencia política y social le da a la sentencia de ayer?

De hecho es una nueva carga de profundidad contra este gran pacto no escrito de las clases populares catalanas de evitar aquello que hace 30 años hubiera sido posible, es decir, la división de las clases populares catalanas en función de la lengua. La inmersión lingüística, y me remito al hecho de que sólo 14 familias hayan solicitado lo contrario, la han asumido todas las clases populares para que todas tengan las mismas posibilidades, saliendo del sistema escolar reglado siendo competentes en lengua catalana y en lengua castellana. El tiempo ha demostrado que la inmersión es la manera de logarlo. Pero, le digo, los alumnos de selectividad catalanes sacan mejores notas en castellano que en catalán, ¡fíjese si no hubiera habido inmersión lingüística! Ante esa sentencia sólo cabe hacer lo anunciado por el Govern de Catalunya: que no se va a aplicar, entre otras cosas porque es inaplicable.

El presidente Marín ya fracasó, en el tramo final, en su deseo de reformar el reglamento del Congreso por culpa de las lenguas. Ahora hay otro intento, ¿también fracasará por el mismo motivo?

ERC abrió el melón en 2004 y yo mismo soy miembro de la comisión de Reglamento. Es cierto, estuvimos a punto de conseguirlo durante el primer mandato de Zapatero. Al final no fue posible porque el PP se enrocó y el PSOE se amedrentó. Y además hipotecaron la misión de modernizar un Congreso que en algunas cosas tiene aires decimonónicos o trata asuntos que la sociedad ya ha fagocitado previamente, todo por no garantizar los derechos lingüísticos de los diputados y diputadas. Fue muy lamentable porque había fórmulas para resolverlo.

¿Cuál es la solución, traductores y pinganillos en las orejas?

La solución ideal es la que debería corresponder a una sociedad avanzada. Es decir, un Congreso de los Diputados donde fuera posible el uso normalizado de las lenguas del Estado. Si se hubiera hecho cuando se restablecieron las libertades, las generaciones que tienen ahora alrededor de 45 años o menos lo verían normal y habría contribuido a aumentar la tolerancia y la cultura general. Vamos muy retardados en eso, había muchas fórmulas en el Congreso como la introducción progresiva. Hay distintos estados en cuyos parlamentos se hablan distintas lenguas y no supone ningún problema.

¿Por qué este asunto de las lenguas levanta tantas ampollas aquí en Madrid?

Porque no se ha hecho pedagogía. Históricamente existe una idea que arraigó incluso en las clases populares de que hay una supremacía de Castilla respecto las otras naciones del Estado español. Bien, esto se ha mantenido a lo largo de los años y todavía te encuentras gentes cultas aquí en el Congreso, ¡y no malas personas, eh!, que consideran que hay lenguas de primera y de segunda y que piensan que los catalanes hablamos en catalán para fastidiar a los demás. Esta mentalidad existe y no se hace pedagogía.

¿Va a mantener esa misma actitud en próximas intervenciones?

La finalidad de hoy era denunciar una situación que se ha producido. La verdad sea dicha, nosotros, creo que ya hemos dejado claro que lo intentamos en 2004 con el PSOE y al final se enrocó y pactó con el PP, que está en posiciones mucho más jacobinas. Todo el esfuerzo que conlleva transformar este Congreso de los Diputados le diré que, casi, casi, ya no nos interesa porque creo que (sonríe) antes lo que haremos es proclamar la república catalana.

¿Sus compañeros de grupo eran conscientes de su actitud?

Si, sí, por supuesto. Era nuestra posición de denuncia y de pedagogía.

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