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"El 'caso Pujol' rompe los acuerdos de impunidad y protección mutua de las élites políticas y económicas"

JULIA PÉREZ

Jaume Asens (Barcelona, 1972), es un abogado especializado en derechos humanos que se ha convertido en coportavoz de la plataforma política Guanyem Barcelona. Junto a Podemos y otros movimientos cívicos catalanes impulsan una acusación popular contra Jordi Pujol y su familia. Su iniciativa sirve 'para denunciar a la casta de la transición', cuya patria es, a su juicio, sus cuentas en paraísos fiscales. Respecto al debate sobre el derecho a decidir, defiende desbordar el ámbito territorial y que la consulta del 9-N vaya en paralelo 'al empuje de las movilizaciones contra el austericidio': quieren que sea 'un estímulo para otras luchas en el resto del Estado'.

¿Cree que las causas contra los Pujol se agruparán en la Audiencia Nacional, como piden en su querella contra Pujol, su familia y su entorno?

En esta trama concurren las tres razones que la ley establece por las cuales debe recaer en la Audiencia Nacional: maquinación para la alteración del precio; la trama tiene una gran repercusión en la economía pública y hay un perjuicio de alcance supraprovincial, ya que el clan Pujol posee empresas extendidas por todo el territorio estatal.

El juez central 5, Pablo Ruz, ya investiga una parte, la que afecta a Jordi Pujol hijo. Lo lógico es que allí vayan todas las causas abiertas.

La Fiscalía ya ha avanzado que se niega a agruparlas, con el argumento de que significaría abrir una causa general contra los Pujol, lo que está prohibido.

Estamos ante lo que parece un armazon compacto, que actúa como un todo, de forma conjunta y sin fisuras. La cuenta corriente la manejaba la mujer de Pujol y están todos sus hijos como titulares. El entramado tendria dos cabezas: la cabeza empresarial, conformada en especial los hermanos Jordi, Josep y Oleguer, y la cabeza política, creada por Jordi Pujol, padre, y su hijo Oriol.

La trama demuestra el nepotismo desplegado por el pujolismo, prueba la corrupción incrustada en el sistema surgido de la Transición y afecta a CiU y a los dos grandes partidos del régimen, PP y PSOE.

Muchos de los que ahora se indignan porque se solicite que el caso lo juzgue la Audiencia Nacional son los mismos que les parecía muy bien que juzgaran allí a los indignados del 15-M en la protesta ante el Parlament.

En el juicio de los indignados a los que defendía recordé cómo Pujol llamó a los suyos a movilizarse cuando fue acusado en el caso de Banca Catalana. Los suyos se manifestaron en masa ante el Parlament y los diputados de la oposición tuvieron que salir corriendo, entre empujones, mientras algunos les gritaban 'matadlos, matadlos'.  Y ahí no pasó nada. En cambio, ahora, la Generalitat pedía hasta seis años de prisión a los indignados.

¿Qué es el pujolismo a la luz de lo que acabamos de conocer?

Este caso exige una cierta revisión histórica de lo que ha significado el pujolismo a partir de un político visto como un hombre de Estado clave para el régimen instaurado en 1978. El pujolismo se asemeja al peronismo: La persona, la familia y el partido confluyen en Pujol. Uno de sus grandes éxitos fue lograr encarnarse, a los ojos de una mayoría, en la voluntad de Catalunya.

Una parte de esta hegemonía tiene que ver con la creación de la figura mítica de Pujol, de su autoridad moral. Su detención, cárcel y tortura durante la dictadura sirvió para que mucha gente se reinventara un pasado histórico que no tenían.  Las protestas contra su encarcelamiento agruparon a amplios sectores sociales que no se habían involucrado en la lucha antifranquista, sobre todo de un catolicismo catalanista que se recluyó en lo doméstico. Que tocaran a uno de los suyos les pareció intolerable, a pesar de que fue un tiempo en que esa represión era normal. Se movilizaron para sacarlo de prisión y se sintieron muy frustrados cuando el franquismo lo condenó. Esa mitología de Pujol se mezcla con la doctrina católica, de tal forma que el pujolismo encarnó la defensa de una Catalunya abstracta, algo mística y nada republicana.

La falsa carta-expiación en la que reconoce haber tenido durante 34 años una fortuna en paraísos fiscales, su actitud, sus sermones... Pujol conectó muy bien con un subsconsciente católico nada atrofiado. Todo ello conformó su figura mítica alrededor de la cual se instauró, sin apenas oposición, un nuevo orden: la paz pujoliana. Eso duró 30 años, en los que CIU se convirtió en socio clave en los gobiernos de Madrid. Y fue una metástasis en el cuerpo social de Catalunya. Bastará con decir que el poder absoluto tiene facultad de corromper absolutamente.

¿Este caso simboliza un fin del bipartidismo?

En parte el 'caso Pujol' surge porque existe una ruptura del régimen de 1978 que representa el proceso soberanista. Es una prueba más de su descomposición.

El proceso soberanista ha promovido una ruptura de los acuerdos de impunidad y protección mutua que habían funcionado entre las élites políticas y económicas. Pujol era intocable hasta hace poco. El hecho de que su partido se haya sumado al proceso soberanista provoca que se rompa esa omertá y se convierta en un ariete, en un instrumento para atacarlo.

Pero no puede ser que un proceso de estas características dependa de las presiones del gobierno de turno. Debemos evitar que en el futuro se reproduzcan esos pactos y den lugar a nuevas formas de impunidad.

¿Hasta qué punto el 'caso Pujol' afecta a Artur Mas, presidente de la Generalitat?

Es el hijo político de Pujol, el 'hereu'. Y su padre era el fiduciario de las cuentas de Pujol. No es descartable además una vinculación con el caso, a la vista de algunos informes que tenemos sobre las cuentas de Pujol en paraísos fiscales. Esto puede ser utilizado como elemento de chantaje del Gobierno español. En el proceso soberanista quien lleva la batuta es la sociedad civil, la ANC por ejemplo. Este caso afecta a uno de los actores de esa alianza, pero es la sociedad civil la que tira del soberanismo. Por el contrario, Pujol y CiU han frenado durante muchos años los anhelos y las ansias rupturistas. Eran un partido de orden.

¿Y hasta qué punto afecta al movimiento soberanista catalán?

Muchas veces se ha planteado el desafío catalán como una maniobra pérfida de la oligarquía catalana para obtener un mayor poder para sí y esconder sus responsabilidades ante la crisis. Pero su origen está en otro lugar. Esto viene de lejos; es la sociedad civil organizada la que lo está liderando. Y está muy lejos de las coordenadas ideológicas de CiU que han servido para mantener este régimen monárquico y bipartidista. Lo que ocurrió fue que, cuando se produjo la gran movilización de la sociedad civil en 2012, CiU vio que tenía que desplazarse para conservar su hegemonía. Mas quería emular a Pujol: cabalgar la ola, identificar su partido con la comunidad misma y eso hoy ya no cuela.

Pero este caso no afecta al conjunto de la sociedad civil que impulsa el movimiento soberanista. Es más, los dos estatutos -el de 1979 y el de 2006- no fueron impulsados por CiU. Y en los momentos más convulsos y revolucionarios de Catalunya, las élites catalanas se han organizado para proteger sus privilegios y no han dudado en cambiar de bando. Las élites catalanas y españolas tienen muchos intereses en común -comparten consejos de administración de empresas, mercados...-, por lo que no es descabellado que ellos sean los primeros en bajarse del movimiento soberanista. Esa es la previsión que harían personajes historicos de la izquierda catalana como Joaquin Maurín o Salvador Seguí.

¿Cómo ve el proceso independentista?

Existe un independentismo de nueva generación, que pasa por el sueño de quitarse de encima una derecha caciquil como el PP. La gente se ilusiona con la posibilidad de un  nuevo proceso constituyente impulsado desde abajo. Son sentimientos fuertes que permiten constituir un sujeto y relato contrahegemónico. Eso puede ser una ventana y una esperanza para el resto del Estado. Este es un resquicio que se abre en la periferia para rediseñar las reglas del juego puede ser un faro, un catalizador para otros que desean también acabar con un régimen monárquico, corrupto, oligárquico y heredero del franquismo. Hay muchos españoles que quieren que les esperemos, que también desean huir de ese régimen.

Creo que hay dos errores: los que en España hablan de proceso constituyente en singular para salir de la crisis y los que en Cataluña se desentienden de lo que ocurre en el resto del Estado -de si República o Monarquia, pero ejemplo- porque creen que la simple acumulación de fuerzas en clave interna es suficiente para lograr sus objetivos.

El debate sobre el derecho a decidir tiene un gran potencial democrático que queremos llevarlo más allá de la cuestión territorial, desbordarlo allí donde nuestras oligarquías quieren atarlo y ampliarlo a otras esferas de la vida política. Queremos decidir sobre nuestros cuerpos, nuestras relaciones laborales, nuestro sistema electoral. Debe ser un acto revolucionario, como diría Andreu Nin, que permita trasladar el terreno de disputa fuera de la retórica estrictamente nacional, hacia un discurso antioligárquico y europeista que sirva para relanzar el mensaje del 15-M. Hay que recuperar la soberanía secuestrada por el neocentralismo del régimen pero también por la Troika. Y queremos que sea un estímulo para otras luchas en el resto del Estado. La causa catalana no puede ser ajena, o permanecer indiferente, a lo que pase allí.

¿Cuál es la posición de Guanyem ante la consulta del 9-N?

Nosotros no queremos que el clamor popular sea pivotado por la vieja política, por la oligarquía del puente aéreo, de los que se enriquecen con sobres o comisiones del 3% ó 5% mientras hacen políticas de expolio social. La exigencia que se celebre la consulta debe ir paralela al empuje de las movilizaciones contra el austericidio en beneficio de unos pocos porque el Estado autonómico no es sólo lo que está agotado sino también el modelo económico, político y social surgido de 1978.

Queremos evitar que la pulsión independista sea utilizada contra las luchas sociales o sea un medio de nuestra oligarquía lampedusiana para permanecer indefinidamente en el poder, para hacer retoques cosméticos y que todo continúe igual. O para utilizar sus reivindicaciones identitarias contra un 'Madrid' al que injustamente reducen a lo peor del nacionalismo español autoritario y uniformizador. Debe inscribirse en el contexto de un auténtico proceso constituyente que aspire a refundar las instituciones, a redefinir las reglas del juego. En otros territorios es más dificil, pero aquí está idea de ruptura con lo viejo es posible alrededor del derecho a decidir.

Por eso decimos que es un movimiento destituyente que exige democracia radical y que, junto al 15-M, sacude y hace tambalear los cimientos de la vieja política de la transición. Sin duda, la monarquía es una de las principales instituciones del régimen amenazada por el proceso soberanista catalán.

Son tiempos excepcionales, de colapso del régimen, pero, como decía Bertolt Brecht, 'las revoluciones se producen en los callejones sin salida'. En todo caso es difícil que ese proceso de ruptura pueda tener éxito si no se produce en otros lugares, en escalas más amplias. Hay que construir complicidades con los que comparten el mismo objetivo de dinamitar el régimen del 78 pero también con aquellos europeos que, como Syriza, tienen horizontes de lucha similares. La revolución será europea o no será.

'Los derechos no se piden, se ejercen. Y son producto de gente dispuesta a desobedecer si hace falta'

 ¿Guanyem está de acuerdo con el llamado derecho a decidir?

Desde Guanyem tenemos un compromiso firme con el derecho personal y colectivo a decidir sobre todas las cuestiones relevantes que determinan la vida en común. La consulta convocada el 9-N es de hecho una concreción del derecho democrático a decidirlo todo. Refleja una aspiración legítima que hoy tiene el apoyo de la mayoría de catalanes y que plantea una doble oportunidad. De un lado, recuperar la soberanía ciudadana en aspectos centrales de la vida política y económica. Del otro, romper por abajo con el régimen de poder heredado del 1978 y conectar, así, con otras iniciativas hermanas que se plantean objetivos similares dentro y más allá del Estado. Que se  prohiba es un fraude democrático que exige una respuesta ciudadana, si se produce.Y más con un Tribunal Constitucional al servicio del PP. Experiencias como el 15-M, la PAH o el Multireferendum nos han enseñado que la democracia y los derechos no se piden, se ejercen. Son producto de gente que está dispuesta a desobedecer, si hace falta. Nosotros queremos decidir, y estamos dispuestos a apoyar a quien saque las urnas en la calle, antes y después del 9-N.  Eso no significa que todos tengamos una misma  posición ante el envite que plantea la consulta. Guanyem es un espacio de municipalismo constituyente plural, en el que conviven personas con identidades y orígenes múltiples, con percepciones diferentes sobre la cuestión. Hay independentistas, federalistas... Mucha gente que se decanta por el sí en la consulta es porque considera que en las condiciones actuales de bloqueo institucional, solo una ruptura democrática por abajo previa puede permitir refundar relaciones, un acuerdo federal o confederal libre posterior, entre iguales.

El Gobierno insiste en que la consulta es contraria a la legalidad: ¿lo que es de todos no se decide entre todos?

Más del 80% de la sociedad catalana está a favor de la consulta y es una pequeña minoría la que niega que Cataluña sea un sujeto político. No hay ningún lugar en Europa con una movilización de masas que sea capaz de sacar a más de un millón de personas a la calle cada año. Esa es solo una prueba más de la voluntad de los catalanes, manifestada a lo largo de siglos, por mantener su identidad.

La Constitución de 1978 no fue producto de una ruptura desde abajo sino del miedo: hoy el fundamento de un régimen que fue tutelado desde arriba, por el ejército, la Iglesia y otros poderes fácticos vinculados al franquismo. Partidos como el comunista o el socialista renunciaron al derecho a la autodeterminación. Aceptaron lo que nunca defendieron: la monarquía y las condiciones impuestas por los vencedores de la guerra. Aquel pacto, fraguado entre ruido de sables, hizo del olvido su política de Estado. Pero hoy eso está roto por todas sus costuras. La gente ha perdido el miedo, ha rescatado sus esperanzas y quiere retomar la palabra. No será con esas cadenas que los nacionalistas españoles podrán hoy retener Cataluña. La Constitución de Cádiz, de 1812, también proclamaba que el hemisferio americano formaba parte de la Nación y eso no impidió su emancipación. Es más, el independentismo en Catalunya se alimenta de la falta de reconocimiento de ese derecho. Su auge tiene que ver en parte con la catalanofobia, con un nacionalismo español autoritario que ha emprendido una ofensiva recentralizadora, con un Estado sometido a la Troika europea, que recorta políticas sociales y lamina la autonomía financiera de las CCAA... La lista de agravios es muy larga y ha provocado un aumento del desafecto. Que es con el Estado español, no con los españoles.

Los derechos son producto de las luchas sociales donde el papel de la desobediencia es central. 'Cuando la injusticia se convierte en ley, la resistencia se convierte en deber', decia Hannah Arendt. Igual que la PAH desobedece las órdenes judiciales ante los desahucios en nombre de los derechos humanos, aquí también tiene que existir un impulso de la sociedad civil y tiene que salir con las urnas a la calle. Queremos decidir el 9-N, pero también antes y después.

La democracia es la base de la ley, y no al revés. En todo proceso soberanista como el catalán existe un proceso de ruptura, de creación de una nueva legalidad. Y eso parece que no se quiere ver.

'Queremos independizarnos del yugo de la Troika y de nuestra propia élite extractiva: el clan Pujol, Brufau, Millet...'

¿Ocupará Guanyem un sitio en la V del 11-S?

En la convocatoria de este 11-S nos sentimos cómodos junto a las entidades ciudadanas, como la Federación de Vecinos de Barcelona y el Procés Constituent. Este año, como el anterior, se rodea una entidad bancaria. Se quiere señalar a los responsables de la crisis. El año pasado, a la Caixa: el banco más grande en Catalunya y uno de los principales poderes fácticos contra el soberanismo catalán. Nosotros queremos independizarnos no solo del yugo de la Troika sino también del de nuestra propia élite extractiva: el clan Pujol, Brufau, Millet... Este año vamos a rodear el obelisco y el Deutsche Bank, uno de los bancos con mayor responsabilidad en esta crisis que además tiene un oscuro y largo curriculum, ya que jugó un papel clave en el nazismo, en el expolio a los judíos y en el apoyo al golpe militar franquista.

Es una acción con fuerte carga simbólica. Al rodear a ese banco queremos mostrar rechazo hacia uno de los símbolos del poder financiero internacional que nos arrebata la soberanía popular, que ha especulado con la deuda de los países euromediterráneos. Nuestra élite ha sido cómplice, con defraudadores como Pujol, de ese poder financiero internacional. Por otro lado, el obelisco simbolizó en un primer momento la victoria fascista y luego se reconvirtió en un monumento a Juan Carlos I. Representa el abuso de poder, la corrupción de un régimen que no ha roto amarras con su pasado franquista.

¿Tienen relaciones con ANC?

No hemos tenido relaciones con ellos. Nuestra propuesta es municipalista.

¿Y con ERC?

Con ERC todavía tampoco. Con gente del entorno, sí.

¿A qué achaca el surgimiento de colectivos como Guanyem?

Los movimientos como Guanyem, Podemos... no se explicarían sin la aparición del 15-M. El 15-M es como el hacha que rompe el mar congelado, una grieta que reabre un campo político inédito y reorganiza en clave impugnatoria las viejas narrativas y lealtades. Estos son tiempos excepcionales que requieren iniciativas audaces. Cada paso destituyente de lo existente y constituyente de algo nuevo, más democrático, será decisivo.


Jaume Asens define la movilización de este 11 de septiembre como una respuesta popular, alentada por el malestar general de la crisis y como una ola 'contra la ofensiva antidemocrática emprendida por las oligarquías europeas desde el estallido de la crisis'. Pero cree que también está presente la necesidad de la afirmación identitaria 'que existe en Catalunya al menos desde el siglo XVIII'.

A su juicio, hay un relato nuevo del soberanismo con un objetivo integrador.  El movimiento es 'amplio y plural', donde los nacionalistas son sólo uno de los componentes 'y quizá ya no sean los mayoritarios'. Es un movimiento, sostiene, interclasista donde se suman 'muchos soberanistas sobrevenidos que, en verdad, son federalistas que han perdido sus esperanzas, cansados de sus derrotas, de intentar reformar España, de la falta de interlocutores al otro lado del Ebro. Que tienen claro que el federalismo se puede dar solo entre iguales, que no es una concesión que venga desde arriba. Son los que creen que hoy en día para cambiar las cosas hay que pegar un puñetazo en la mesa, un acto destituyente que pueda romper el régimen del 78'.

'Hay quienes piensan que la consulta puede ser una palanca de cambio -explica- para desatascar el conflicto político entre independentistas, federalistas y autonomistas. Y, en el fondo, muchos apoyan esa vía como la única realista para ensayar nuevos encajes federales y confederales, de abajo hacia arriba, de forma fraternal y en plano de igualdad con otros territorios. Pero tras esa reivindicación existe también una fuerte movilización popular que, con prácticas de desobediencia civil, puede expandir y desbordar el campo político de lo posible más allá de la cuestión territorial'. 

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