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Rajoy desperdicia su segunda oportunidad

La cara de su mujer, Elvira Fernández, reflejó anoche la desolación que vive el PP// La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, celebra su victoria

María Jesús Güemes

El escrutinio fue angustioso. Mantuvieron el temple hasta las 10 de la noche, pero a partir de ese momento fue imposible esconder su desánimo. Cuando se certificó la victoria del PSOE, en el PP cundía la alarma y la impotencia. Se vivía un torbellino de emociones. Habían subido en porcentaje de votos y en número de escaños respecto al 2004 pero no lo suficiente como para desbancar a Zapatero.


La noche comenzó con dos declaraciones. “La participación nos hace ser confiados, hay que esperar” y “el PP no va a perder ni un voto”. La primera no resultó ser la ajustada, la segunda aún era cierta.


Mientras en la calle se escuchaba la canción popera de
NNGG, en los despachos no había ninguna marcha. Los conservadores perdieron anoche las elecciones por 154 escaños frente a los 169 del PSOE. Y aunque se aferraron a que habían obtenido 6 diputados más que hace cuatro años, no podían ocultar que no era el resultado que esperaban. Por mucho que trataran de vender que mantenían los mismos apoyos de siempre, e incluso que los habían incrementado, todos eran conscientes de que su mensaje no había logrado calar en la sociedad española.
Hasta las 23.23 de la noche no se vio aparecer a Mariano Rajoy. Hasta entonces, sólo el director de campaña, Pío García-Escudero, había osado dar la cara. Cuando por fin el líder del PP hizo acto de comparecencia salió al balcón oficial en el que partido celebra tradicionalmente sus victorias.


Bastante afectado


En un primer momento le acompañaron Ángel Acebes, Pío García-Escudero y su gran apuesta, Manuel Pizarro. El líder conservador se dirigió a su público. Se le veía bastante afectado. Dio las gracias a todos: a los militantes, a los dirigentes que le han acompañado, a los que iban en su candidatura, a su equipo encabezado por el secretario general y, sobre todo, a los que habían confiando en él y le habían dado su voto por primera vez... Lo repitió en más de una ocasión. Daba la impresión de que estaba noqueado.


Fue entonces cuando su mujer, Elvira Fernández se decidió a salir con él para apoyarle. Le abrazó. Sus ojos delataban su estado de ánimo. Su cara era un poema y resumía a la perfección la situación por la que atravesaba el PP. Si Rajoy intentaba disimularlo, junto a ella no pudo. Después asomó Soraya Sáenz de Santamaría. La postal no pudo ser más desoladora.
En la calle le aclamaban aún al grito de “¡Presidente, presidente!” y pedían la dimisión de Zapatero. Rajoy les quiso tranquilizar y les recordó que su formación política estaría a “la altura de las circunstancias”. Le pedían que botara. Lo hizo. Hasta en dos ocasiones. A riesgo de que se hundiera el soporte habilitado para la ocasión.


Intentó demostrar su entereza. “Todo el mundo sabe que somos previsibles, todo el mundo sabe lo que defendemos y en lo que yo creo”, recordó apenas sin palabras por la emoción. “No voy a defender en mi vida más que los intereses generales de los españoles y de mi país. Una gran nación que es España”, remató. A su marcha se despidió con un “Adiós”, seco, duro y sentido.


La alegría de Aguirre


Frente a su derrota, contrastaba la alegría del PP de Madrid. La presidenta de la Comunidad se había quedado atrás, sin compartir el protagonismo con Rajoy. Pero es que Esperanza Aguirre vivía una auténtica fiesta por dentro. Ella si tenía razones para celebrarlo. No sólo por sacarle una diferencia de tres escaños a los socialistas (18 a 15) sino porque, además, su porcentaje de voto se había ampliado espectacularmente. Mientras en la primera planta de Génova iba corriendo el champán, unas cuantas más arriba se vivían sentimientos de frustración.


En su salida, Rajoy había querido recalcar que su partido había sido el que más había subido en votos y en porcentaje en toda España. Era su consuelo y su manera de decir “por el momento aquí me quedo”. El próximo 11 de marzo, fecha fatídica, reunirá a su Comité Ejecutivo Nacional. Después se irá unos días a Canarias a meditar sobre su futuro y a descansar un poco. A la vuelta, después de Semana Santa tocará la reunión de la Junta Directiva.


El presidente del PP, según se esperaba, no dimitió anoche. Ya había señalado en varias entrevistas que se quedaría al frente a menos que se produjera una debacle. El incremento de votos le daba el respiro que necesitaba. Según sus colaboradores, el líder del PP puede quedarse al frente para intentar que su formación política no se divida en una lucha fratricida entre Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz Gallardón, algún barón territorial o incluso algún representante de una nueva generación del partido que se arriesgue a dar el salto como hizo en su día Zapatero. Pero si decide finalmente retirarse, de todos es sabido en el PP que a él le gustaría pilotar la sucesión. Lo suyo entonces es que se abra un periodo de reflexión, que Rajoy participe en la designación del nuevo líder y que se convoque para antes del verano el congreso que el partido aplazó en octubre del año pasado por miedo a que Zapatero adelantara las elecciones. Eso es lo que le gustaría hacer. Otra cosa es que le dejen.
El PP no logró finalmente enganchar a los socialistas desencantados a los que había dirigido buena parte de su campaña electoral hablándoles de economía, educación o inmigración… Hasta la niña de Rajoy aportó una nota fresca y divertida. “Por primera vez había gente que veía al jefe más tierno y moderado, alejado de esa imagen de extrema dureza que le habían achacado en ocasiones”, comentaba un diputado. Pero ni con una ni con otra. La muerte de Isaías Carrasco, a manos de ETA, cambió la perspectiva. La petición del PP de condicionar la unidad de los partidos pudo hacer que la balanza también se inclinará definitivamente hacia Zapatero.

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