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El sanatorio de Fontilles, la última leprosería de Europa

El miércoles es el Día Mundial contra la lepra, una patología con 500.000 nuevos casos al año

BRUNO RASCAO

Doce del mediodía, los rayos de sol entran en el patio interior e iluminan el edificio reservado a enfermos infectados con el bacilo de la lepra. La hora del almuerzo se acerca y algunos de los 40 residentes, todos mayores, se pasean por los pasillos. Apoyados en bastones o andadores, sentados en sillas de ruedas o sujetándose por su propio pie, hablan y disfrutan del calor de la luz de invierno antes de entrar en en el comedor, cuando el reloj marque las doce y media. La escena se asemeja a cualquier residencia de mayores con buenas instalaciones.

El sanatorio San Francisco de Borja, la última leprosería de Europa occidental, en la provincia de Alicante, fue inaugurado en 1909, por iniciativa del padre jesuita Carlos Ferrís y del abogado Joaquín Ballester. En esa época, los leprosos estaban condenados a la exclusión. Vivían aislados en cuevas o en casas abandonadas, donde acababan muriendo. Muchos ni siquieran podían andar debido a las lesiones.

Gestionada por la Fundación de Fontilles, la leprosería fue erguida entre las montañas del valle de Laguar, junto al río Girona, e integra un complejo de 35 edificios. En días claros se puede divisar el Mediterráneo y la ciudad de Dénia. Un paraíso de 70 hectáreas rodeado por una muralla de tres kilómetros y medio, construida en 1923.

Fontilles fue durante décadas una comunidad aislada del mundo. En los años 50 llegó a alojar a más de 400 enfermos, muchos de los cuales se casaron, tuvieron y criaron sus hijos en este centro. El descubrimiento, en 1982, de una combinación de fármacos eficiente para combatir el bacilo y la mejora de las condiciones de vida contribuyeron a reducir de forma drástica los nuevos casos en el mundo occidental.

Hoy, la mayoría de los enfermos de lepra ocupa el pabellón blanco de cuatro torres, el icono de Fontilles. La residencia destinada a los matrimonios ya casi no tiene a nadie y la de mujeres fue convertida en una unidad de geriatría común.

Mejorar el sistema inmunitario

El director médico del sanatorio, José Ramón, de 47 años, explica que, aunque la lepra sea la menos contagiosa de las enfermedades infecciosas, puede alcanzar al 5% de la población. No obstante, la mayoría de la gente tiene un 'buen sistema inmunitario y no contrae la enfermedad'.

Manuel Maguilla Ropero, de 58 años, es el benjamín del sanatorio, donde la edad media es de 70. Trabajó como chófer, pintor y carpintero, y no le molesta dar la cara porque le gusta 'colaborar'. No sabe explicar cómo contrajo la lepra: 'Es como otra enfermedad cualquiera. Nunca estuve fuera de España y no conozco ningún familiar mío que la haya tenido'. En 1985, unas manchas en la piel provocadas por la lepra le llevaron a su nuevo hogar, Fontilles. Está curado hace más de una década, pero no piensa ir a vivir a otro lugar. 'Tengo casi 60 años y no tengo nada en la calle. Aquí estoy bien', relata.

También él pasea antes del almuerzo por los pasillos soleados del edificio, empujando la silla de ruedas de María Cortez, de 71 años. Su amiga tiene las manos agarrotadas y los pies vendados par cubrir las maceraciones provocadas por la lepra. No consigue hablar, pero gesticula y emite sonidos, que parecen de desagrado, al ser fotografiada al lado del amigo. 'Cuando ella llegó en 1995 venía bien, pero ahora tiene Alzheimer', dice Manuel para justificar su aparente protesta.

'Aquí me siento como un rey'

Hoy día el tratamiento se hace en ambulatorios y centros de salud. Así no se obliga al paciente a separarse de su entorno, clarifica el médico. Por esta razón, 'centros como este sólo tienen sentido para atender a pacientes con problemática social, que evolucionan mal, o en quienes los fármacos no producen el efecto adecuado', explica. Es posible que dentro de algunos años no haya enfermos de lepra en Fontilles. 'Es un colectivo de gente mayor que va muriendo por otras causas', añade.

El número de nuevos casos es muy reducido, unos 15 al año en España y la mayoría son ciudadanos extranjeros. Por ello, la Fundación se ha reorientado para la investigación y formación de especialistas. La red de Fontilles llega a 300.000 personas y actúa en 14 países afectados.
En el siglo XXI 'aún hay mucha ignorancia y miedo', agrega el doctor. Recuerda que meses atrás unos jóvenes visitaron Fontilles, pero se mantuvieron lejos del pabellón cuando supieron que acogía a leprosos. El estigma es la principal razón por la cual pocos residentes se disponen a hablar y ser fotografiados.

Un paciente de 84 años usa el pseudónimo Ramón La Cueva para hablar a la prensa. Corpulento y con una expresión afable cuenta que emigró a Brasil antes de cumplir los 30. La vida le fue bien y cuando se jubiló, en 1989, volvió definitivamente a Zaragoza. Siete años después, le fue diagnosticada la enfermedad. Desde entonces vive en Fontilles.

Sólo un hermano sabe dónde está. Hace algunos años que se curó, pero cree que si en su tierra supieran que fue enfermo de lepra, lo dejarían de lado. 'Estoy mejor aquí que en ningún lugar. Hablamos todos como si fuéramos familia y cada uno tiene su cuarto, con calefacción y agua caliente. Aquí me siento como un rey', sentencia.

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