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Miles de activistas protestan en todo el mundo por el creciente número de cámaras de videovigilancia. Denuncian el abuso en el control del ciudadano 

F. ARTACHO/ V. PI

Para la gran mayoría de los ciudadanos las cámaras de videovigilancia pasan desapercibidas. Para ellos son objetos molestos, por eso procuran que ninguna quede sin señalizar. Centenares de activistas salieron ayer a las calles de ciudades como Madrid, Barcelona y Sevilla para celebrar el día Libertad Sin Miedo 2008. Una jornada reivindicativa que se celebró simultáneamente en ciudades de todo el mundo.

Nuestros ojos se han acostumbrado a ver cámaras. Se camuflan en el paisaje urbano, con cada vez mejores técnicas de mimetización. Por eso, los colectivos que denuncian la reducción de espacios de libertad salieron a la calle a hacer lo que llevan tiempo haciendo: fotografiar las cámaras de videovigilancia con las que convivimos para luego situarlas en los mapas que hay en Internet. Es la manera, explican los activistas, de crear conciencia ciudadana.

“Es una forma de reflexionar más que de documentar en Internet con exactitud la presencia de cámaras. Llegará un momento en que, de tantas que hemos marcado en el mapa que tiene Google, no se verá Madrid”, explica Ángel Galán, del colectivo addSensor, uno de los grupos que se integran en la plataforma portuseguridad.org. Tienen trabajo de sobra: el Ayuntamiento de Madrid pretende añadir a las cámaras que ya hay en lugares como la Plaza Mayor, 36 nuevos puntos de videovigilancia en la zona de Lavapiés

La lluvia intermitente deslució la acción prevista ayer en la capital. El grupo sacó a modo de romería a su peculiar virgen: la patrona de la videovigilancia, una figura enlutada cuyo rostro era el objetivo de una cámara de seguridad y cuyos brazos pequeñas camaritas llamadas Ángel de la guarda y Ángel custodio. La sátira de la particular procesión, pese a contar con sólo una decena de manifestantes, sí logró atraer a las decenas de personas que hacían cola para visitar los museos Caixa Forum y Reina Sofía.

La figura fue fotografiada y señalada hasta la saciedad durante su trayecto, que finalizó en MediaLab, un espacio del Ayuntamiento de Madrid abierto a artistas que experimentan con montajes de video. Allí, los manifestantes colgaron las fotos en Internet, en un soporte de Googlemaps.

El manifiesto de la jornada, al que se han adherido miles de colectivos y personas de todo el mundo, resume la denuncia: “Contra el control exhaustivo, por parte de empresas privadas y gobiernos, de las personas y su comportamiento”.

En Sevilla, la asamblea La Calle es de Todos obstaculizó con globos de helio el campo de visión de las cámaras colocadas por la ciudad. “Quiero que se respete mi derecho a la intimidad”, reivindica Marta, miembro de esta asamblea, que a lo largo del año ha llevado a cabo una campaña contra el sistema de videovigilancia que los comerciantes pretenden instalar en el centro de la ciudad, un proyecto paralizado por el momento. Como sus compañeros de Barcelona y de Madrid, los sevillanos también realizaron lo que se conoce como un “mapeo de cámaras”.

“Es prácticamente imposible pasear por la calle sin que tu imagen sea grabada”, explica Marta, que denuncia cómo la mayoría de los sistemas “ni siquiera cumplen con la obligación de advertir de que nos están grabando”. Este requisito lo establece la instrucción 1/2006 de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), que considera las grabaciones como un fichero con datos personales que debe acogerse a la Ley de Protección de Datos.

La Calle es de Todos ha trabajado estos meses codo a codo con Zemos 98, un colectivo de creación audiovisual que lleva años esgrimiendo argumentos teóricos y prácticos contra la videovigilancia. Uno de sus integrantes, Rubén Díez, explica cómo “los dispositivos de control fomentan la desconfianza, el pánico, el miedo, el terror y la paranoia”. “Y no hacen descender el nivel de criminalidad”, remacha. A su juicio, la multiplicación de cámaras en las ciudades “sólo es la punta del icerberg” de una serie de mecanismos de control. “Me preocupa cómo vamos a explicar que no queremos que nos graben sin que nos tachen de sospechosos”, concluye.

“Las cámaras crean un modelo de conducta ciudadana”, explica Ana García. Dedicó su tesis doctoral al tema y forma parte de la plataforma Portuseguridad.org. “Las apariencias ahora también se tienen que guardar ante las cámaras”, coincide Ángel Galán.

El 75% de los ciudadanos ve con buenos ojos la instalación de cámaras, según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Ante este dato, Rubén Díez muestra un cierto desánimo. “Desde los medios de comunicación nos encontramos con un discurso del miedo que nos paraliza y que hace que seamos capaces de ceder derechos universales en favor de una supuesta seguridad que nos proporcionarán si aceptamos esa premisa”.

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