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"Los porteros ya no están tan gallitos"

Los empresarios de Madrid temen nuevos cierres tras el aumento de los controles

D. AYLLÓN / LUIS FERNÁNDEZ

Las 4.00, discoteca El Barco (Madrid). Tras el cierre de cuatro de las grandes salas de la capital esta semana (Macumba, La Riviera, But y Moma), la Policía Municipal peina el resto de discotecas de la zona centro en busca de anomalías. Aforo, documentación, extintores… todo parece estar en regla. Los agentes siguen la ruta hacia el resto de locales, la mayoría conectados por teléfono móvil. “Ya han acabado aquí”, avisa alguien por teléfono desde la puerta. Los
porteros no dejan que las salas se abarroten.

El pasado jueves, la Asociación de Empresarios de Espectáculos, Salas de Fiestas, Discotecas y Ocio de la Comunidad de Madrid, que representa a un nutrido sector de las salas madrileñas, emitió un comunicado interno que advertía del previsible aumento de controles de la Policía Municipal para el fin de semana. “El viernes por la noche, prácticamente todos los locales fueron inspeccionados, pero lo normal es que se haga una revisión cada dos o tres meses, seis o incluso un año”, explica el portavoz de la asociación, Juan Antonio Fernández.

“Llevamos varios días en alerta”, asegura el responsable de una de las salas. “Los clientes están más quisquillosos que de costumbre, pero somos conscientes de que hay que evitar salvajadas como la del fin de semana pasado”, añade uno de los porteros en referencia a la muerte del joven Álvaro Ussía a manos de un portero.

Ángel, de 26 años, pide tres whiskola (whisky con cocacola) en la barra. “No me gusta que la Policía meta tanto las narices en la noche porque cortan el rollo y le quitan la gracia”. Agarra las consumiciones y pasea sin empujones por la discoteca hasta encontrarse con su novia y el resto del grupo. “Es el tema del que habla todo el mundo hoy. Nosotros estamos encantados porque los porteros ya no están tan gallitos”, añade Luis, de 29 años.

En un parque con vistas a la M-30, Ana y cuatro amigos –de 17 y 18 años– cabecean al ritmo del techno de una radio. “Íbamos a ir a Macumba, pero esta tarde nos hemos enterado de que lo han cerrado y hemos decidido hacer botellón”, afirma Ana. Uno de sus compañeros, Alfonso, todavía no ha cumplido la mayoría de edad, pero asegura que llevaba tiempo entrando en la discoteca con un DNI falso, como “se ha hecho toda la vida”.

Los corrillos de jóvenes con bebida también aparecen en zonas céntricas como Huertas o Malasaña. A partir de las 3.30 (hora a la que cierran la mayoría de pubs), la Policía Municipal recorre de pasada en moto las calles en las que hace meses había una vigilancia permanente.

Los grupos que cazan los agentes tiran su bebida y esperan unos minutos para comprar nuevas latas. Saben que estos días el control policial está dentro de las salas y no en las calles.









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