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El ADN delata a Mainar

Los peritos confirman que el acusado condujo el coche de la víctima, pero no son concluyentes sobre si disparó un arma.

OSCAR LÓPEZ-FONSECA

Llegó la tercera jornada del juicio por el crimen de Fago. Llegó la hora de los peritos. Los expertos de criminalística de la Guardia Civil confirmaron de modo concluyente que en el interior del vehículo de la víctima, Miguel Grima, aparecieron restos biológicos que correspondían al único acusado, Santiago Mainar. En concreto, hablaron de sangre en la zona de conductor y otros restos, mezclados en este caso con los del propio alcalde de la localidad oscense, en el volante, palanca de cambio y freno de mano del automóvil. Ésta fue, de hecho, una de las pruebas que precipitaron la detención del guarda forestal el 2 de febrero de 2007.

Ya durante la instrucción del sumario, y tras retractarse de su autoinculpación, Mainar intentó justificar la presencia de estos restos biológicos en el vehículo asegurando que en cierta ocasión se había visto obligado a retirar el coche del alcalde porque donde estaba aparcado le impedía acceder a una de sus fincas. Según aseguró entonces, él se encontró el automóvil con las puertas abiertas y las llaves puestas. Sin embargo, cuando el pasado lunes declaró ante el Tribunal, elevó por sorpresa a tres las veces que había conducido dicho vehículo. La última, la misma tarde del crimen, cuando se lo encontró a la hora de comer impidiendo supuestamente el paso de su todoterreno a su garaje. Entonces volvió a asegurar que se había encontrado el coche abierto y con las llaves.Éste detalle fue negado al día siguiente por varios testigos, entre ellos la mujer de la víctima, Celia Estalrich, quien aseguró que su marido estaba muy preocupado por su seguridad y que, por ello, nunca dejaba su vehículo abierto. Además, afirmó con rotundidad que el día del asesinato, el coche de la víctima estuvo encerrado en su garaje hasta que a la tarde lo cogió Miguel Grima para viajar a Jaca a una reunión de alcaldes de la zona.

Mucho menos concluyentes fueron los datos aportados por los expertos en química de la Guardia Civil sobre los indicios de disparo encontrados en las manos del acusado, la mal llamada prueba de la parafina. Ambos detallaron que se tomaron muestras dos días después de crimen a siete sospechosos, pero que sólo en la de uno de ellos, en las de Mainar, se encontraron restos de partículas de plomo, antimonio y bario, restos específicos del disparo de un arma de fuego. Sin embargo, los expertos reconocieron que dado el tiempo transcurrido entre el crimen y el momento en el que se recogieron las muestras -46 horas-, estas muestras no podían determinar si el acusado efectuó el disparo o, simplemente, manipuló un arma o un cartucho. Mainar, en la primera sesión del juicio, había asegurado que él hacía mucho tiempo que no usaba ningún arma y justificó la posible presencia de estos en sus manos en que por su trabajo de guarda forestal recogía en el monte los cartuchos que abandonaban los cazadores.

La jornada también contó con la declaración de los médicos forenses que hicieron la autopsia al cadáver. Ambos confirmaron que la víctima recibió un único disparo con un cartucho de postas que le produjo 14 heridas, nueve de entrada y cinco de salida. Según los doctores, los proyectiles le afectaron mortalmente al corazón, lo que le produjo la muerte 'inmediata'.

Los expertos aseguraron también que dada la separación existente entre las heridas se podía deducir que el autor del crimen se encontraba a una distancia entre cinco y siete metros de la víctima, lo que coincide con los detalles dados por Mainar en su declaración autoinculpatoria. Este dato fue confirmado por varias expertas del Instituto Nacional de Toxicología, aunque reconocieron que al no haberse hallado la escopeta con la que se cometió el crimen este dato era una 'mera aproximación'. La declaración de los médicos forenses también sirvió para certificar que el cadáver de Grima fue arrastrado por las muñecas para dejarlo caer por el barranco y, sobre todo, para poner en duda otro de las líneas argumentales de la defensa. En concreto, la que dudaba de la capacidad de Mainar para efectuar el certero disparo dada los problemas de visión que sufría en sus dos ojos y, en concreto, en el izquierdo, cuya capacidad visual era de un 50% por culpa de una catarata. A preguntas del presidente del Tribunal, Santiago Serena, ambos médicos coincidieron en señalar que ello no le impedía para reconocer a distancia el coche de la víctima ni a ésta si la tuviera enfrente.

También llamativo fue el informe defendido por dos peritos de la Guardia Civil sobre el lugar elegido por el asesino para esperar a la víctima. Dichos agentes recorrieron la carretera N-240 entre las localidades de Fago y Majones, donde del crimen, y concluyeron que el lugar donde se cometió era 'el mejor sitio para una emboscada'. En concreto, explicaron que allí el autor del disparo podía ocultarse sin ser visto y, además, tenía cerca de seis minutos entre que podía divisar al vehículo y la llegada de éste al punto elegido para forzar su detención y cometer el asesinato.

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