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Aguirre ganó 'a la búlgara' en Madrid

La lideresa no tiene reparos en revisar ahora los estatutos que le sirvieron para laminar a Cobo

MARÍA JESÚS GÜEMES

A varios dirigentes del PP les parece injusto que ahora Esperanza Aguirre quiera cambiar las reglas del juego de las que ella se benefició para convertirse en la presidenta del partido a nivel regional.

Algunos le recuerdan cómo fue su proceso congresual. Tras la renuncia de Pío García-Escudero, Aguirre lanzó oficialmente su candidatura. Quedó para cenar con Alberto Ruiz-Gallardón con el fin de buscar una lista de integración, pero los cuchillos volaron. El alcalde quería que Manuel Cobo, su mano derecha, fuera el secretario general. Ella se negó. Gallardón no se quiso exponer y dejó que el vicealcalde le lanzara un órdago en nombre de los dos.

Antes de llegar al congreso regional, se celebró una junta directiva para visualizar los apoyos con los que contaba cada uno. Cobo fue completamente humillado al recabar el apoyo de ocho de las 76 personas que intervinieron. Entonces se vio obligado a retirar su lista. El acto se celebró a puerta cerrada, pero todos los pasos que se iban dando
trascendían.

El respaldo mayoritario era para Aguirre. Hasta algunos de los fieles a Gallardón, como Luis Eduardo Cortés, se pasaron a su bando. Y es que desde que le habían anunciado que iba a ser la candidata a la Comunidad de Madrid, Aguirre se había lanzado a la calle para recabar apoyos. Estuvo en todos los distritos y se reunió con todas las organizaciones del partido.

El día del XII Congreso Regional, Aguirre fue elegida presidenta del PP de Madrid con el 91,99% de los votos de los compromisarios. De los más de 2.000 compromisarios que asistieron a la cita, 1.897 emitieron su voto: 1.745 a su favor y 152 en blanco. No hubo ninguno en contra. Entonces, anunció que su número dos iba a ser Francisco Granados y presentó una ejecutiva en la que no se incluía ninguna persona del círculo del regidor madrileño.

Ahora Aguirre parece dispuesta a cambiar unos Estatutos de los que ella se sirvió en el 2004. Y parece que le cuesta asumir que Mariano Rajoy utiliza las mismas cartas -los barones y el control del partido- con las que ella jugó en su día. Sin primarias.

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