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Alcaldesa de día, estudiante de tarde y activista de noche

Ana Eiriz, a punto de terminar Graduado Social, tomó la vara de mando de Corteconcepción (Huelva) con 21 años

OLIVIA CARBALLAR

Me puedes llamar en una hora? Voy conduciendo y no llevo el manos libres'. Una hora y cinco minutos después: '¿Me puedes llamar en dos horas? Voy a entrar en clase'. Dos horas y cinco minutos más tarde: 'Ay, perdona, es que... bueno, dime, ya'. Con la respiración casi cortada, Ana Eiriz atiende a Público al tercer intento... y por los pelos.

Tiene 23 años, está a punto de terminar Graduado Social y, desde las últimas elecciones municipales, en 2007, es la alcaldesa de Corteconcepción, un pueblo de 615 habitantes de la sierra de Huelva. No para. Con la tostada en la boca, Ana corre hasta el Ayuntamiento a poner orden. Las ideas le rebosan la cabeza: 'Estoy trabajando junto con mis compañeros para conseguir una partida para que los jóvenes tengan acceso a una vivienda de protección oficial, para que las parejas que quieran independizarse lo tengan más fácil; hemos creado una bolsa de trabajo para ahuyentar el paro de nuestro pue...'.

Ana coge aire: '...de nuestro pueblo; intentamos que todos los colectivos, jóvenes, mujeres y mayores reciban todas las prestaciones; luchamos también por mejorar el estado de las carreteras, los servicios... pero la burocracia es muy lenta', continúa diciendo por teléfono mientras abandona a paso rápido el campus de la Pablo de Olavide, en Sevilla.

Hasta allí se desplaza por las tardes para terminar sus estudios universitarios. Y, tras las clases, coge su coche de nuevo rumbo al pueblo, a unos 80 kilómetros. Es de noche. Pero a Ana aún le quedan muchas horas de ojos abiertos. 'Colaboro con una asociación de enfermos de Alzheimer y, como vivo con mis padres, pues tengo que ayudar en casa, como cualquier chico o chica', dice riendo. ¿Y qué chico o chica no se divierte?

Fue en una de esas salidas cuando Ana y sus amigos, hartos de los políticos de su pueblo, decidieron hacer algo: 'Iba a haber elecciones y nos quejábamos de que siempre salían los mismos, los socialistas', explica. Y la mirada de su amigo José Miguel se dirigió a ella. Con 21 añitos, presentó su candidatura por Izquierda Unida. Y ganó.

Desde entonces no han cesado las felicitaciones, pero tampoco las descalificaciones. Cuenta que un día la insultaron por denunciar una presunta agresión de la policía a los vecinos en una protesta. 'Voy a seguir dando guerra, aunque me llamen radical o lo que sea; estoy aquí para defender los derechos de todos los vecinos y estará muy equivocado quien crea que soy débil por ser mujer y de un pueblecito pequeño', reflexiona.

Cuando quieren descatalogarla o minimizar sus argumentos, Ana lamenta tener que oír siempre lo mismo: 'Qué sabrá esta, si es una chiquilla'. La chiquilla está terminando de formarse. Es cierto. Y le queda mucho por aprender. Cierto también. Pero está logrando que los que ya peinan canas la tengan en cuenta. Y eso, como la veteranía, también es un grado.

'Nos nutrimos de nuestra realidad'

No quiere abanderar ninguna causa, pero forma parte de una minoría en un mundo que es doblemente masculino: se dedica al humor y, además, compone chirigotas, un género que, aún hoy en día, sigue asociado a los hombres. Ana López tiene 35 años y, junto con otras tres compañeras, forma parte de la compañía de teatro Chirigóticas. Según explica, su única intención al emprender este camino fue “reivindicar nuestro derecho a pasárnoslo bien, a hacer lo que nos gusta”.

Aun así, sabe que “no hay tantas mujeres haciendo humor”. Por eso, el tic tac del reloj biológico o las desventuras de la mujer que “se pasa toda la vida de novia” son terrenos inexplorados que aparecen en sus letras: “Hablamos de nuestro mundo” de manera natural y “no tanto como mujeres sino como personas”. Por eso, también incluyen temas como la inmigración o el paro. A pesar de ello, es imposible escapar del punto de vista femenino: “Es que somos mujeres que estamos en el mundo y nos nutrimos de nuestra realidad. Eso es el carnaval”.

'Tenemos suerte de haber nacido aquí'

María del Mar Rivero es ingeniera industrial. Tiene 38 años y ha conocido dos versiones de lo que significa ser parte de una minoría: como estudiante, cursó una carrera en la que había “80 hombres por cada 20 mujeres”. Ahora, su trabajo en la ONG Ingeniería Sin Fronteras, le ha enseñado que las mujeres que, como ella, han logrado que se reconozcan sus derechos básicos son una minoría en el mundo.

Ello le hace sentirse una “privilegiada”, afirma. Y quiere que sus dos hijas, de 3 y 6 años, sean conscientes de las diferencias que existen “cuando naces mujer” en África o Sudamérica.  Su trabajo le obliga a visitar estos países “cada dos meses”. Y, aunque dice que comparte con su marido las tareas domésticas y el cuidado de sus hijas al “50%”, admite que “la conciliación” se hace algo difícil cuando se trata de viajar. Pese a todo, nunca se ha sentido “discriminada”. Quizá tenga algo que ver con que su ONG haya cambiado de nombre. Ahora habla de “ingenería” y no sólo de “ingenieros” sin fronteras. 

'Cuando nos admiten es por cachondeo'

Charo Pérez, de 47 años, mantiene a los hombres a raya. A los pequeños y a los grandes. Desde hace más de dos décadas entrena a 20 jugadores de voleibol: desde los 5 hasta los 25 años. Y lo dice sin reparo: “Prefiero 20 hombres a cinco mujeres, y eso que entreno a 80 chicas, pero es que ellos son más nobles, más fáciles de llevar”. Lo que cuentan ellos es que Charo es “una mujer con mucho carácter”.

El trato de sus “niños”, sin embargo, difiere bastante del que recibe de las entidades públicas. Por dos motivos: “Por ser mujer y por dedicarme a un deporte minoritario como el voleibol, en vez de al fútbol o al baloncesto”, concluye. Y no es que no lo haya intentado. Es que a ella, como a muchas otras mujeres, no la han dejado: “Me encantaba el balomano, pero para nosotras no había hueco, y cuando nos admitían era por cachondeo, no porque pudiéramos jugar tan bien como ellos; y sigue ocurriendo”, lamenta.
Charo juega con el club que entrena, el Palestra, junto a su hija. Van las primeras en la liga. Ellos, los cuartos.

 

 

 

'Nos nutrimos de nuestra realidad'

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