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Algo se mueve en el Polígono Sur

Por primera vez, las administraciones se han implicado de verdad con el ambicioso Plan Integral aprobado hace dos años para darle la vuelta como un calcetín a una zona con problemas extremos

RAÚL BOCANEGRA

No sólo hay droga y aguadores y armas y carreras de coches y gente que se duerme a altas horas y se despierta a mediodía. No sólo hay yonquis. También hay vecinos que viven en el Polígono Sur como cualquiera en su barrio. La heroína aquí es la madre (y el padre) que se levanta al alba y lleva a sus niños al colegio, luego, a trabajar, después el ocio. Y hay muchas.

Algo se mueve en el Polígono Sur, la barriada proscrita de Sevilla. Es poco aún, pero es algo. El momento es clave. Por primera vez, las administraciones, Ayuntamiento, Junta y Gobierno, se han implicado de verdad, han montado el ambicioso Plan Integral –aprobado hace dos años, y con un horizonte temporal de dos lustros– para darle la vuelta como un calcetín a una zona con problemas extremos: absentismo escolar, paro, droga, armas. O se hace camino al andar o… Para hacer el camino, el comisionado del Polígono Sur, Jesús de Maeztu, y su equipo, responsables de aplicar el plan trabajan para ganarse la confianza de la mayoría de vecinos que aman su barrio y quieren alejarlo de tópicos. Maeztu es consciente de que “aquí los políticos han engañado mucho”.

Los vecinos están hartos de la leyenda de maleantes que les ha caído encima. Sevilla vive de espaldas al Polígono, a donde sólo se acude a por droga (la reina es la cocaína). Viven oficialmente 32.000 personas en los seis barrios que la forman, pero según varios estudios habitan hasta 18.000 más.

Maeztu lo tiene claro. Con pasión, explica que quiere abrir el barrio a la ciudad. El Polígono ya no es extrarradio. Está a 4,5 kilómetros del Ayuntamiento, a un kilómetro de Nervión (zona comercial, donde está el campo del Sevilla) y a otro de Heliópolis (zona residencial, donde está el campo del Betis). Sin embargo, está cerrado con varias llaves. Para el fin de la legislatura, Maeztu quiere ver derribado el muro de Hytasa, que aísla el Polígono de El Cerro, barriada popular de Sevilla; ver finalizado el Parque del Guadaíra, que daría acceso a una importante zona verde, y ver soterradas las vías del tren, que lo aíslan del Hospital Virgen del Rocío. No depende de él, debido a la pionera metodología del plan. Maeztu no gestiona presupuesto, sino que reclama a las administraciones tras decidir lo necesario, y éstas ejecutan. Por el momento, sin roces. Tiene fluida interlocución con el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves. Hasta ahora ha incidido en tres aspectos vitales: empleo, vivienda y educación.

Paro, prejuicios e itinerarios

La venta ambulante es una de las actividades principales. La tasa de paro supera el 40% y el grupo más castigado son los jóvenes de entre 20 y 40 años. Encuentran trabajo a duras penas, lo que está relacionado en buena medida con los prejuicios hacia este barrio. Tienen que decir que no viven aquí para emplearse en Sevilla. El comisionado ha tomado cartas en el asunto y ha preparado en dos años itinerarios personalizados para casi 3.000 vecinos. “Es la principal revolución. No había ningún dispositivo para el empleo antes de que llegáramos”, dice Montserrat Rosa, número 2 de Maeztu. Ya está en marcha además, un plan especial de la Consejería de Empleo que establece, entre otras cosas, subvenciones de hasta 15.000 euros a quien le haga un contrato fijo a los oriundos del barrio.

Pisos “por la cara” y rehabilitación

La principal actividad del comisionado hasta ahora se ha centrado en la rehabilitación de pisos. Las obras están ahí, a la vista. Los inmuebles ya cuestan en el corazón de Murillo (las Tres Mil Viviendas) hasta 85.000 euros. Cuenta Rafaela, una vecina, que pagó 3.000 por un piso allí hace unos años. Antes vivía en Martínez Montañés, Las Vegas, la zona más deprimida, donde se venden viviendas propiedad de la Junta por 300 euros. El comisionado ha logrado ya regularizar 3.000 pisos públicos. Hace dos años, sólo el 20% de los habitantes tenía los papeles de la casa. Mucha gente se ha construido “por la cara” patios y puertas a la calle. El comisionado ha derribado más de 100 de estas construcciones. Y quien pretenda seguir allí sin hacer las cosas por derecho será desahuciado. Es el compromiso. “El mercado tiene mucho que decir –afirma Rosa– en la recuperación del barrio”. El objetivo es que la escuela de empresas planeada crezca y lograr interactuación con los polígonos industriales. En toda la zona hay sólo tres oficinas bancarias, todas de Cajasol.

La primera en la frente y la escuela

El plan recibió la primera en la frente. Los caracoleños (los vecinos del Polígono llaman así a los venidos del poblado chabolista de Bermejales porque viven en módulos prefabricados, caracolas) llegaron al Polígono después de que el ayuntamiento les pagara en mano 42.000 euros para que abandonaran sus chabolas. Muchos arribaron aquí al mismo tiempo que el Plan Integral se desperezaba. ¿A dónde si no? Maeztu advirtió entonces al ayuntamiento de que el cupo estaba completo y admite que eso les perjudicó en la percepción vecinal de que de verdad se hacía camino al andar.

Sin embargo, a pesar del revés se hace. Hay ahora 200 niños más en las escuelas que hace dos años en una barrio donde el 15% de los chicos no van nunca a clase. Por las mañanas, unos 300 están en la calle, muchas veces en pijama. Acompañan a las madres o las tías a hacer la compra o si son más mayores se fuman porros con los amigos. “Esto es la reivindicación de la marginación”, reflexiona Juan José, vicepresidente del Ateneo Popular. “El sistema es o te adaptas o te vas fuera”, dice Rosa para ilustrar que hay familias que no creen en la escuela.   

Ir a la Universidad en este barrio es una tarea hercúlea; sólo el 2% lo ha logrado y el 60% no tiene estudios. “Ha habido una evolución muy positiva. Antes, cuando había relación con las familias era en negativo. Cada vez están más integradas”, asegura Ángela Molina, jefa de estudios del colegio Andalucía, que da servicio a Martínez Montañés. El colegio es de los llamados de compensatoria, que establece planes de estudios individualizados. Hay hasta cuatro profesores por aula porque llegan niños constantemente que no han ido nunca y hay que partir de cero. “Los de 12 años saben de la vida tela. En espabilología están muy puestos”, reflexiona Alberto, pedagogo. “Es difícil mantener el equilibrio entre disciplina y niños que no la tienen”, remacha. “Los profesores echan un esfuerzo y logran un sistema medianamente aceptable”, expone José Leandro, trabajador social.

El 62% de los habitantes destaca como principal virtud del Polígono a sus vecinos. Ellos sí quieren hacer camino al andar. Hacen vida de barrio, ya sea acudir a la Iglesia Evangélica, muy potente, a una obra de teatro en el centro cívico El Esqueleto, verdadero centro neurálgico, o a un taller de flamenco, que se siente como propio. Aquí vivió muchos años Raimundo Amador.

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