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Barcelona, test decisivo del cambio de ciclo político

Los últimos sondeos mantienen la expectativa de 'sorpasso' de CiUsobre el PSC. Tenso debate cara a cara entre Jordi Hereu y XavierTrias con el trasfondo de la política de recortes

J. RAMÓN GONZÁLEZ CABEZAS

No es extraño que en su cara a cara previo al inicio formal de la campaña, organizado ayer por El Periódico, el socialista Jordi Hereu y el convergente Xavier Trias se enzarzasen en un enérgico intercambio cuerpo a cuerpo sobre la política de recortes de la Generalitat y el drástico giro social del Gobierno Zapatero. La campaña ya arde desde hace tiempo.

Las últimas encuestas difundidas ayer siguen anunciando el sorpasso de CiU en Barcelona, donde se centra el gran combate electoral en Catalunya. Pero nada está escrito de antemano. El 22-M verificará el grado de cambio de ciclo político abierto el 28-N, pero la nueva cita en las urnas tiene aún mucho más vuelo. Más allá de los modelos de ciudad y los debates de coyuntura, lo que está en juego ahora es un reto de gran alcance. Si en 1979 las primeras elecciones locales libres significaron el inicio de la democratización y dignificación del espacio urbano y social de pueblos y ciudades, ahora se trata de una regeneración desde abajo para reparar la sutura provocada por los excesos y el abrupto final de los Treinta Gloriosos en versión española (1978-2008); es decir, los años del boom de la España postfranquista.

Tal día como hoy, los franceses coronaban a Nicolas Sarkozy en las urnas, Google acumulaba ganancias del 400% desde su irrupción en bolsa en 2004 y Rupert Murdoch celebraba la compra del grupo Dow Jones (The Wall Street Journal) por casi 3.700 millones. España estaba bajo el impacto del arresto de la Pantoja y, naturalmente, Mariano Rajoy acusaba al Gobierno de estar detrás de la redada de vips en Marbella.En Catalunya, el ya ex presidente Maragall reconocía su frustración por el Estatuto y asumía la idea orteguiana que con España sólo es posible la 'conllevancia'; es decir 'soportarse educadamente'. El Barça de Ronaldinho mandaba en la Liga pero al final se la quedó el Madrid después de tres años de sequía.

En aquellos tiempos la tasa de crecimiento de la economía era del 4% anual y el ritmo de creación de empleo neto superaba el 3%. Más de medio millón de puestos de trabajo al año. La explosión de la reagrupación familiar culminaba la ola inmigratoria del nuevo siglo y el país dormía aún en el espejismo de los nuevos ricos de Europa.
Los ayuntamientos, primer escalón de la res publica y de la vida cotidiana de los individuos y las familias, vivían en la euforia del superávit provocado por el business del ladrillo. El urbanismo de escaparate y la fiebre monumentalista traducían la exhibición de la opulencia desde el poder, participada con entusiasmo por particulares y empresas. El éxtasis del crédito y el consumo tomaba forma en el desfile de vehículos Cayenne en horas punta y el delirio de agencias bancarias y chiringuitos inmobiliarios.

Así eran las cosas cuando todo estaba por suceder. España derivaba ya hacia una fase de desaceleración económica acompañada por el frenazo del sector inmobiliario, pero las conjeturas sobre el cambio de ciclo apenas trascendían más allá de los iniciados. Algunos manejaban fórmulas enigmáticas como el PRE (Personaje Rápidamente Enriquecido) o el NEI (Notable Empobrecimiento Inesperado), pero en general se tuvo que esperar al verano de 2007 y, sobre todo, septiembre de 2008, para entender el alcance de la catástrofe en ciernes.

El diagnóstico puro y duro lo hizo The Economist, que en noviembre de 2008 dedicó un número especial a España. La cover lucía el sangriento título 'Se acabó la fiesta', bajo la silueta del toro de lidia con un cuerno hecho polvo. A pesar de la pavorosa movida, ni el Gobierno central, sobre todo, ni el resto de administraciones eran conscientes todavía de las consecuencias del crack.Éste es a grandes rasgos el marco mental que gravitará sin duda sobre el voto popular del 22-M, aunque esta vez con la clave de proximidad propia de las elecciones locales. En el caso de Cataluña hay que añadir dos variables de extrema importancia: la frustración colectiva por el fracaso del Estatut y el impacto social producido por el afloramiento de la burbuja de la deuda y el déficit públicos, con la secuencia de la bomba de dispersión del plan de ajuste lanzado por la Generalitat.

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