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Cabreados por el hotel de los indignados

Miembros del 15-M admiten que el edificio empieza a ser un 'foco de problemas'

ELENA HERRERA

Sin grandes aspavientos, casi sin querer decirlo, quizá por el miedo a perjudicar un proyecto que creen 'necesario' e 'ilusionante', algunas de las personas que ocuparon el Hotel Madrid tras las movilizaciones globales del 15 de octubre comienzan a admitir que los 'problemas de convivencia' pueden acabar echando por tierra el plan de convertir el edificio en un espacio de uso social.

'Se ha creado un grupo de poder poco comunicativo que no respeta los consensos que surgen de las asambleas', reconoce un joven que participó de forma muy activa en los primeros días y que ahora se plantea abandonar. 'La inmensa mayoría es gente muy lógica, pero hay otros que hacen de cualquier tontería una discusión, no respetan las asambleas, faltan al respeto...'. Todo eso, admite esta misma fuente, sin olvidar los problemas de robos e incluso agresiones verbales y físicas que son cada vez más habituales. 'Son 15 o 20 personas que están reventando todo', apostilla otra joven.

Hace días que comenzaron a surgir estos problemas, similares a los que amenazaron con quebrar la buena convivencia que había caracterizado a la acampada de Sol y que forzaron la reestructuración y, finalmente, el desmantelamiento del campamento. En aquel momento, la Comisión de Respeto encargada de velar por el buen ambiente y la resolución de conflictos acabó disolviéndose debido a los problemas de seguridad, especialmente en las noches y madrugadas.

Según los indignados, otro de los grandes 'focos de problemas' del hotel, como también ocurrió en Sol, es la existencia de una cocina que está abierta casi a todas horas. 'Hay gente que está aquí sólo para tener un plato de comida y no colabora ni acepta las reglas mínimas de convivencia. No somos un comedor social, no podemos hacer esa función', admiten algunas de las personas que colaboran en la rehabilitación del hotel. Hace unos días, en una de las asambleas celebradas en la cercana plaza de Jacinto Benavente, una joven comentó que no le parecía positivo mantener una posición de dependencia del exterior. 'No podemos seguir pidiendo a la gente. ¡Que cada uno coma y duerma en su casa, aquí se viene a trabajar!', exclamó.

En el bando de los que todavía se resisten a abandonar está Chema Ruiz, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), unos de los colectivos más interesados en el buen funcionamiento del hotel porque pretenden alojar en sus habitaciones, de forma temporal, a familias recién desahuciadas. 'Sabemos que ha habido problemas, pero este proyecto hay que pelearlo, tenemos que exigir que esto funcione', apunta Chema.

Aunque la ocupación se llevó a cabo al margen del consenso de Sol, algo que molestó en algunos sectores del movimiento, esta asamblea y 12 barrios más apoyaron la acción antes de que empezaran a surgir los problemas. El pasado miércoles, la asamblea del Barrio de las Letras redactó un comunicado en el difundió la protesta de un grupo de personas de varias comisiones que sugerían la eliminación de la permanencia nocturna y el cierre temporal de la cocina como posibles vías para mejorar la convivencia.

Ayer, en una asamblea que volvió a ser tensa y algo caótica, los indignados debatieron esta y otras propuestas. Por el momento, parece que todavía hay activistas dispuestos a continuar con el proyecto, aunque todos admiten que 'no será fácil'. El próximo encuentro, en el que se seguirá dando forma a las utilidades del hotel, será el próximo martes a las siete de la tarde.

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