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Cambio de rumbo

El PSOE espera que Zapatero recupere la iniciativa en 2010

GONZALO LÓPEZ ALBA

Apenas unos meses atrás el Gobierno vivía sometido a la incertidumbre derivada de su insuficiente mayoría parlamentaria, colocado al borde del precipicio por el distanciamiento de los partidos catalanes y la prometida vendetta del PNV, que había proclamado a los cuatro vientos su determinación de expulsar al PSOE del Palacio de la Moncloa como los socialistas los habían sacado a ellos del Palacio de Ajuriaenea. Entonces los dirigentes socialistas más veteranos se echaron las manos a la cabeza ante la osadía de José Luis Rodríguez Zapatero al romper la pauta histórica de conllevanza con el nacionalismo moderado, presumiendo que el resultado último sería el desigual trueque de ambos palacetes. Pero, lejos de cumplirse este vaticinio, el PNV ha ejecutado con inusitada velocidad su ciaboga hacia el pragmatismo y ha permitido al Gobierno aprobar los Presupuestos del Estado para 2010, con lo que prácticamente se ha asegurado la estabilidad parlamentaria hasta el final de la legislatura.

La variedad de las alianzas que el PSOE ha logrado amoldar para, por una parte, aprobar la única ley cuyo rechazo implica la caída del Ejecutivo de turno la prórroga presupuestaria es una agonía y, por otra, la potencialmente desestabilizadora reforma del sistema de financiación autonómica ha venido a solemnizar la eficacia como técnica de supervivencia de la geometría variable, según la expresión acuñada en esta legislatura por Ramón Jáuregui, aunque ensayada ya en la segunda parte de la anterior por Alfredo Pérez Rubalcaba como portavoz parlamentario.

Pero, para llegar a las elecciones de 2012 con opciones sólidas de revalidar en las urnas su mayoría social, los socialistas no pueden limitarse a jugar toda la legislatura al tran tran, poniendo al límite su capacidad de resistencia cardíaca en cada votación parlamentaria y salvando una crisis política cada semana. Necesitan pasar a la ofensiva.

Volcadas todas las energías en sobrevivir al telediario de cada día, desperdician, por ejemplo, la oportunidad de desenmascarar a Alberto Ruiz-Gallardón, el dirigente del PP que, según el último Publiscopio, tendría más opciones de derrotar a Zapatero en una confrontación electoral. Ruiz-Gallardón lleva años esquilmando a los madrileños a base de multas e impuestos para sufragar su megalomanía sin que el PSOE sea capaz de encauzar el malestar social con un dirigente del PP que aplica desde el poder la política contraria a la que predica su jefe de filas.

La incógnita sobre la candidatura de Zapatero en 2012 lastra al Gobierno

Hace falta que José Luis Rodríguez Zapatero imprima un cambio de ritmo al juego de su equipo y eso es lo que los socialistas esperan que ocurra en 2010. Con la presidencia de la Unión Europea, que desempeñará durante el primer semestre del año próximo, se cruzará el Rubicón de la legislatura. En Moncloa se confía en que ese cargo proporcionará al presidente una plataforma para recuperar la iniciativa política, sobre todo una vez que se ha neutralizado la posibilidad de que su protagonismo pudiera verse eclipsado con la elección de personalidades de relieve en la nueva cúpula dirigente de la Unión.

Pero el protagonismo internacional de Zapatero no será suficiente. En las filas socialistas existe el convencimiento generalizado de que, cuando concluya el semestre europeo, tendrá que dar una sacudida al PSOE y al Gobierno.

Necesita Zapatero dibujar nuevos horizontes, fijar nuevas metas. La sacudida que se espera, además de una profunda remodelación ministerial tras la Presidencia europea, incluye también despejar la incógnita sobre si repetirá como candidato socialista en 2012, un debate soterrado que lastra al Gobierno. La incertidumbre al respecto es razón principal de algunas de las dentelladas que en los últimos tiempos se propinan miembros del Ejecutivo que están en la parrilla de salida para una hipotética sustitución. Y declaraciones públicas como las de José Blanco descartando el cambio de candidato son el reflejo de una inquietud de fondo y el anticipo de que el partido no le permitirá la retirada porque, aunque haya perdido el duende con el que llegó al poder, carece de alternativa interna.

Despejadas las dudas sobre el liderazgo, deberá Zapatero clarificar también el rumbo, un debate que, aunque en dosis minimalistas, ya se ha suscitado en alguna reunión de la Ejecutiva del PSOE.

Eso pasa por una revitalización y renovación del proyecto socialista. Zapatero llegó al poder en 2004 para acabar con el autoritarismo de José María Aznar y desarrollar un ambicioso programa de extensión de derechos y libertades. Con ese programa sustancialmente desplegado, se le vino encima una crisis económica de proporciones desconocidas que ha lastrado el desarrollo de nuevos derechos sociales como la atención a los dependientes, concebida como nuevo pilar de un Estado de bienestar que ahora se ve cuestionado.

Había concluido Zapatero que la gestión de la economía ya no sería en el siglo XXI el factor que marcaría la diferencia entre la socialdemocracia y el neoconservadurismo, sino los derechos y libertades, pero la crudeza de la crisis ha demostrado que no era exactamente así. Tras frenar la caída, ahora busca el Gobierno promover el relanzamiento con la Ley de Economía Sostenible, que previsiblemente acaparará el debate parlamentario durante el primer semestre del año próximo. Pero, por fundamental que sea este instrumento, carece de potencial ilusionante, lo que más necesita una sociedad en crisis.

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