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Cazuelas contra excavadoras

El Ayuntamiento prevé derruir 1.640 casas del barrio histórico de pescadores

SERGI TARÍN

A golpe de sartenes, pucheros y cacerolas. Así protestaron este sábado unos 500 vecinos del barrio marítimo del Cabanyal, en Valencia, contra la demolición de la casa de la Palmera, una de las más singulares de su entorno por su arquitectura popular y modernista.

La concentración fue organizada por la plataforma Salvem el Cabanyal, que se opone a la prolongación de la Avenida Blasco Ibáñez hasta la playa, proyecto estrella de la alcaldesa, Rita Barberá, que prevé tirar abajo 1.640 viviendas, la mayoría protegidas como Bien de Interés Cultural.
Mientras los vecinos protestaban en la calle, una decena de obreros se apresuraba a desguazar el interior de la casa. El sonido de los martillos
y piquetas apenas se abría camino entre el estruendo de afuera. Algunos manifestantes observaban con un nudo en la garganta cómo los cascotes goteaban sin cesar desde lo alto del edificio. 'Nos están tirando la historia', musitaba entre dientes una anciana con dos bolsas del supermercado.

Vicent Gallart, de la asociación de vecinos del Cabanyal-Canyamelar, intentaba mezclar compasión y arquitectura. 'Tras esas telas, la casa parece un enfermo de la UVI. Una vez corten los cables de la luz quedará desconectada del barrio y de la vida. Será el momento de las excavadoras'.

La concentración finalizó con la lectura de un manifiesto a favor de la rehabilitación de la zona, que, según denuncia Salvem el Cabanyal, se ha dejado perder para justificar el plan urbanístico del Ayuntamiento. La protesta se expandió improvisadamente por algunas de las calles más degradadas de la zona. Abría la marcha Vicent Cuenca, a quien el Ayuntamiento le expropió hace años su alquería en la huerta y ahora quiere repetir con su vivienda del Cabanyal. Empuñaba un estandarte con la imagen de una Rita Barberá caracterizada con gesto voraz y colmillos afilados.

La comitiva avanzó lentamente por la calle de San Pedro, la más castigada por la venta de droga. El rumor atrajo a los curiosos hasta los balcones y las puertas de las casas. En una de ellas, una nonagenaria aplaudía y lanzaba besos al aire, como si la comitiva fuera un ejército popular de liberación. Más adelante, un grupo de niños gitanos se sumaba al séquito para bailar al ritmo de los tambores.

La marcha concluyó a las puertas de Cabañal 2010, empresa mixta dedicada a la compra de casas afectadas por la prolongación de la avenida y que Salvem el Cabanyal ha denunciado ante la UE por presuntas irregularidades en su constitución y en el reparto de beneficios.

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