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Dos colegas y Dos Hermanas

Por el atril de la localidad sevillana pasaron las mismas caras del giro copernicano de 1982

ANTONIO BAÑOS

El año que viene celebraremos el trigésimo aniversario de la proclama más famosa del socialismo español: 'Este país no lo va conocer ni la madre que lo parió'. Era Alfonso Guerra quien, meses antes de arrasar en el 82, lanzó este grito programático que hizo fortuna. Y, efectivamente, pareció que el político sevillano llevaba razón. España se ha homologado a sus vecinos, se ha mostrado liberal en las costumbres, avanzada en lo capitalístico y erudita, deportivamente hablando. Pero el hecho de que, por el atril de Dos Hermanas, ayer pasaran las mismas caras que conformaron ese giro copernicano del 82, desmiente, en buena manera, el aserto del diputado Guerra. El PSOE cambió la cara de la España franquista, es cierto. Pero hoy ya podemos reflexionar con cierta base sobre si aquella intervención fue cirugía reconstructiva, un peeling o tan sólo unas inyecciones de bótox que paralizaron temporalmente los músculos de aquello que llamábamos poderes fácticos. Hace un par de días, en esta misma página, aventuraba yo que la campaña sería una especie de fiesta vintage que nos prepararía mental y estéticamente para regresar a las orillas del desarrollo europeo. Pero no pensé que la escenificación de dicha sensación fuese tan rápida y potente.

Vistos así, de nuevo en Dos Hermanas, no hay duda. Felipe y Guerra son como Lenin y Trotsky, como Jobs y Wozniak o como Cruz y Raya. Representan la eterna historia de dos amigos separados por el éxito. Se fueron distanciando, sin acritud, sin terceras personas, con cierta lealtad, rollo Palomo Linares y Marina Danko. Felipe encontró curro como estadista-mundial-de-altísimo-nivel-que-asesora-sin-desmayo. Dejó de decir 'por consiguiente' y empezó a hablar a tutiplén sobre la gobernanza mundial, mientras se iba de cañas con los más millonarios del globo. Alfonso, por su parte, se quedó en casa y optó por ser una especie de Andreotti sandunguero. Se convirtió en el fantasma de Canterville de la Constitución, siempre atento a que nadie manosee demasiado la virginal herencia de la Transición.

La madre que parió a este país aún reconocería a su churumbel

Pero, a la fuerza ahorcan, y Rubalcaba, como pasaba en la película Space Cowboys, ha tenido que reunir a la vieja tripulación para que acudan al rescate del oxidado keynesianismo que anda en órbita perdida. Hay, sin embargo, otra lectura más teatrera del mitin de ayer. El PSOE de Zapatero está sufriendo eso que, en el mundo de la dramaturgia, llaman una 'crisis raciniana'. Les cuento. El nombre viene por Jean Racine, autor francés del XVII tan célebre como plomazo. En sus obras solía utilizar un mismo truco argumental, a saber: llegaba la noticia de que el rey había muerto y, entonces, toda la corte se apresuraba a denigrar la figura del monarca y expulsaba a sus fieles servidores. Se sabe entonces que la noticia del deceso es falsa, regresa el viejo rey y se lleva por delante a los que no le han sido fiel. No me dirán si este comeback de Felipe (no estaba muerto, que estaba haciendo business) no es una bellatrama a lo Racine. El zapaterismo en pleno ha sido borrado por el regreso del viejo rey y sólo Chacón, su dulce princesita y el fiel chambelán RbCb, se alegran de ello.

La madre que parió a este país, como todas las madres, aún reconocería perfectamente a su churumbel. Porque, aunque cubramos el país de AVE, aquí siguen Martín Villa y Alaska. Y sigue la duquesa terrateniente que todo el mundo adora. Los obispos continúan haciendo política. El gran capital aún tiene la pasta en Suiza. Pagan los de siempre y los que nunca han pagado nada se exhiben en público entre la adoración popular.

Cambiaron España de arriba abajo para que, y dale con Lampedusa, siguiese igual lo verdaderamente importante. Pero, en fin, estaban tan felices y rojeras, tan rejuvenecidos y aproletariados, tan monos y lejanos, que ayer pensé que Felipe y Guerra entonarían, en un despiste, aquel irónico lema de la lucha autónoma italiana de los setenta: 'La rivoluzione è finita, abbiamo vinto'. La revolución se acabó. Hemos ganado. La revolución, es cierto, acabó. Pero me parece que eso de ganar...

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