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Del cayuco a Carolina Herrera

Un ghanés que llegó a Madrid sin papeles acaba de modelo de una campaña publicitaria

PAULA DÍAZ

La modelo del anuncio lleva entre los dientes el pase para entrar al sitio más chic de Nueva York. Es un bar exclusivo, el último local inaugurado donde se reúnen los más importantes del mundo del cine, el deporte, la música y el arte. El corazón de la ciudad.

La gente se agolpa en la entrada intentando por todos los medios que el segurata les deje pasar. El griterío se mezcla con la música de moda que sale del local. Algunos, los más listos, intentan saltar muros o prueban suerte con la puerta de atrás. Pero no, no son los elegidos. Sólo los VIP, aquellos que usan el nuevo perfume de Carolina Herrera, pueden pasear sus palmitos por la pista de baile. Entre ellos, ataviado con un batín de raso, un boxeador deslumbra con su éxito a las dos mujeres que lo acompañan.

Este joven pasó un año perdido en el Sáhara sorteando a la policía

El anuncio ya está en todas las televisiones del mundo. Pero lo que muy pocos saben es que entre esos modelos, el disfrazado con la piel del boxeador, tiene una historia que contar en su vida real.

Se trata de Sadik Abubakari, uno de los muchos jóvenes llegados a España en un cayuco. Es ghanés, tiene 22 años, vive en Madrid y, con sólo 16, dejó su país para buscar una vida mejor. 'En Ghana no podía salir adelante. Me vine con otras 40 personas en una patera, sin papeles, sin dinero, sin nada', explica. Los problemas ya llegaron en la costa de Marruecos. 'Nos quemaron la embarcación y pasamos un año perdidos en el Sáhara, escondidos, sorteando a la policía y buscando comida como podíamos'.

Ser uno de los modelos del anuncio de Carolina Herrera ha sido para Sadik 'una experiencia'. También una oportunidad, ya que él es rapero y aspira a trabajar en el mundo del espectáculo. Y todo llegó por casualidad.

'Celebré mi regularización tomándome una Fanta', recuerda

Un día, una amiga lo animó a apuntarse a una agencia de publicidad en la que buscaban a alguien con su perfil. 'Pedían a alguien rapero, chulo, que supiera hacer como que era un triunfador, que tenía todas las chicas que quería y que se había comido el mundo', explica. Se apuntó para el casting y meses después lo llamaron para hacer la prueba.

Antes de eso, la dureza de su relato continúa. En Canarias, destino habitual de las embarcaciones de inmigrantes, todavía le esperaban más calamidades. 'Se nos estropeó el motor y estuvimos un día a la deriva en medio del mar. Cuando nos encontró la Policía española, su barco chocó contra nosotros y nos llevamos un buen susto', recuerda.

Después llegó el centro de menores de Fuerteventura. 'No podía estar allí, yo sólo quería trabajar y por eso mentí. Dije que era mayor de edad para que me echaran', confiesa. Pero se encontró con algo peor. 'Me llevaron a una especie de cárcel, donde sólo salía a un patio para comer y dar un paseo, y nada más'. Tras pasar un mes en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de El Matorral, tuvo 'suerte' y, en lugar de deportarle, lo enviaron a Madrid. 'Al llegar al aeropuerto, la policía me dijo: Búscate la vida', prosigue.

El día de la prueba para el anuncio de moda, la mala suerte se conjuró contra un presumido Sadik: 'No tenía ropa para ir guapo, así que se la pedí a un amigo. Tuve que esperar a que él saliera de trabajar y cuando llegué a la agencia, dos horas tarde, ya se había acabado todo'.

Pero la vida de Sadik es de película, así que hubo final feliz. 'Cuando ya me iba, me vio un chico de la agencia, le gusté y pidió que me hicieran la prueba', recuerda. Sadik encaja perfectamente en su papel de boxeador. Será porque ha tenido que usar en su vida en la calle el coraje que ahora rebosa en el anuncio. Cuando llegó a Madrid, lo pasó muy mal. Poco antes de cumplir los 18 se quedó solo, sin trabajo y a punto de convertirse en un ilegal.

Fue entonces cuando Mensajeros de la Paz-Madrid lo incorporó a su programa Columbia, un proyecto financiado principalmente por la Fundación Barclays en el que forman a jóvenes en su situación. Y, por el ejemplo de Sadik, parece que el programa funciona. ¿El secreto de su éxito? 'Cuando tratas a la gente como personas y no como animales, responden como personas', sentencia Rodrigo Pérez Perela, presidente de la ONG.

Sadik ha trabajado en Tarragona como electricista. Luego volvió a Madrid a trabajar en lo que pudo. Poco después consiguió los papeles necesarios para legalizar su situación. 'Ese día me fui con Rodrigo a celebrarlo. Recuerdo que nos tomamos una Fanta', cuenta feliz. Hace ahora casi nueve meses llegó el momento de disfrutar del único día de rodaje del anuncio y de la cantidad de dinero que cobró por ello. ¿Cuánto? Esa es una pregunta que Sadik rehúsa contestar con una sonrisa pícara.

A pesar de que en la pantalla aparece con joyas y rodeado de chicas, en la vida real sólo es un parado más. Lo único que desea es seguir trabajando 'de lo que sea'. 'Para poder ahorrar y volver a mi país', concluye.

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